martes, 6 de mayo de 2014

POST- IT



Tenía un paquete de post-it amarillos y con ellos le enseñaría el camino. Él era mi caballero andante y rendiría su espada ante mí, o me la entregaría o me la ofrecería, daba igual, pero era para mí. Ya sé que pensáis que ni caballero andante ni gaitas ni qué niño muerto, pero qué, ¿me lo vais a discutir? He dicho que era mi caballero andante y no hay más que hablar. Mío. A mi servicio, igual que en plena época del amor cortés, y en eso estábamos, en pleno cortejo amoroso. Yo creía entonces que planificar una velada amorosa con fanfarria, cascabeles y toda la parafernalia era algo que hacían todas las parejas, y, enamorada como estaba, perduraría  per saeculan saeculorum, amén. Resultó que no, y ojalá lo hubiese aprendido antes, o mejor que no, o me hubiese perdido yo toda una serie de veladas planificadas con fanfarrias y cascabeles y velitas y aceites, y a estas horas estaría resentida por no haber gozado de tales festejos, una amargada, hablando en plata.

Así que allí me hallaba yo, con el mazo de post-it en una mano, el rotulador en la otra y la cabeza pergeñando qué escribir en los cuadrados amarillos, mientras mi cuerpo ya respondía solazándose de lo que se avecinaba. ¡Ay, este cuerpo mío siempre de avanzadilla! El cerebro ordenando a la vanguardia adentrarse en territorio del ensueño, a la tropa asegurar posiciones hilando sensaciones, advirtiendo a la retaguardia que se espabile para no perder el rancho.

Mi caballero andante tendría que superar unas pruebas si quería cobrarse el premio, eso estaba claro. Y el premio era yo. O no, no no no no no. El premio era que la dama rindiese su corazón al caballero, que ella, o sea yo, anudase mi cinta a su lanza; yo, su estandarte, su emblema, su gonfalón, su pendón, ¡uy, pendón!, bueno sí, qué coño, su pendón, también eso. Ya os he dicho que era yo entonces una joven enamorada y entregada, que hasta planificaba veladas con mucha fanfarria y cascabeles y atrezzo y velitas perfumadas y ungüentos y jengibre cual hurí del jardín de las delicias. Y ahora estaba con los post-it en la mano pensando qué órdenes escribir a mi caballero para que subyugase a la dama, o sea a mí,  me yo conmigo.



El caballero desciende del corcel en las estribaciones de la cordillera que, cual mujer tumbada, aparece accesible pero retadora ante su vista. Contempla al fondo las cumbres, las vaguadas, quién sabe si se halla alguna laguna escondida a la vista. El caballero, mi caballero, saca yelmo con cimera, que es él muy pavo, y ante los pies de la sierra exclama "Pueda yo alcanzar cumbres tan elevadas y clavar mi espada entregada". El primer post-it lo pego en mi pie derecho El caballero avanza a pie y bebe para tomar fuerzas en las pocitas que allí manan. Él besa los deditos de mis pies, lo ha comprendido perfectamente, mi cuerpo se estremece; pasa la lengua por el empeine, rodea el tobillo y asciende muy lentamente. El post-it ha volado por los aires, dinamitado, y  mi caballero ha avistado a lo lejos una nueva banderola que reclama su atención. Está adherida a mi rodilla. Subir la montaña ha supuesto empeño, y alcanzada esta primera cumbre, El caballero se inclina y, dando gracias al cielo, besa el suelo. Sus labios hacen ventosa en mis rodillas, me hacen cosquillas, me mordisquean. Plantado allí, ve mi caballero la vega que allá abajo verdea frondosa y húmeda, y se le enciende la mirada y se propaga el fuego. El descenso es rápido, va ligero, pero la quebrada lo desvía cual desfiladero a un lateral, y por allí hace sus descansos ronroneando y frotando el cabello negro de su hermosa cabeza contra mis ingles después de leer El caballero cepilla el caballo y le da de beber. Pero es pronto para que un semental tan joven esté cansado, y el caballero decide curiosear en la laguna. Por su cuenta y riesgo se asoma al manantial, pero pegado en el interior del muslo descubre una nueva misiva Tente, insensato, quien bebe de esta fuente ya nunca dejará de asomarse a su brocal. Tengo sed, dice, y se asoma al abismo. Y bebe. Y bebe. Y vuelve a beber. Y la laguna se hace más húmeda, más profunda y brotan arroyuelos que impregnan las tierras bajas. Y las fallas internas comienzan su lento pero inexorable camino hacia el derrumbe de la cueva. Más el caballero alza la vista y ve a lo lejos otro valle y unas suaves colinas. Allá encamina sus pasos.

Un suave otero le permite contemplar el panorama. Subido al caballo, majestuoso y altivo, distingue una pocita diminuta. Trota alegre el corcel, que hociquea en el hoyo. La lengua entra y sale del ombliguito y las sensaciones provocan una suave marea, llanura ondulante y gozosa.



Y brotarán de los volcanes nubes piroclásticas que aturdirán al caballero, pero de su persistencia dependerá que florezcan nenúfares de ensueño.  Y mi hombre se encarama a mis senos y su calor y su aroma lo perturban, lo aturden, puro flujo volcánico, colada piroclástica que le quema el rostro. Mas persevera con sus labios y nacen de las montañas dos perfectas frutas rojas que él saborea con tanto ardor que los volcanes se tambalean y amenazan con una nueva explosión. Previsto está que la lava queme su lengua, pero avista un nuevo post-it en el cuello que él arranca de un bocado.  


Si hasta aquí habéis llegado, sabed, caballero, que casi habéis coronado. Saciad vuestra sed en este pozo, que de la gloria os halláis a un paso. Desciende mi amante ávido hasta mi boca y bebiendo me da de beber, pues es aljibe que se renueva si la polea canta. Mi tesoro, señora, mi tesoro, me susurra en la oreja. El tiempo apremia. No existe el tiempo para los que aman, le digo, pero comprendo sus ansias. También mi capa freática va en aumento, acuífero que se desborda, manantial imparable. Y para allá que galopa mi caballero, libre y ardiente, loco y fiero. Y espada en mano, ante tórrida gruta desciende. Quien en esta cueva entra, no una sino mil veces se adentra, siempre incandescente y siempre tributo deja con su simiente. Y mi amado penetra al llamado del tesoro, que brilla ígneo y reluciente. Y tal como vaticinaba la leyenda amarilla, entra y sale, sale y entra, provocando nuevos quiebros en las fallas subterráneas, desmoronamientos de sucesivas placas, destrucción volcánica que nos aplasta, que nos arrastra en rugidos violentos.



Mi caballero se deja caer sobre mis pechos, los nenúfares apuntan al cielo. Busca en mi boca la humedad que no halla en ellos. Mi tesoro se ha quedado dentro, me dice. Más tarde, a por él regreso. Me río, niña feliz, juguetona, relamiéndome, pues sé que buscará una y otra vez incansable su premio. Quedas nombrado caballero, le digo. Y tú mi dama, dice antes de ocultar  su rostro en el hueco de mi cuello.



El suelo es un manto amarillo de post-it, despojos de una feliz batalla. Sujetos con una goma los vi un día, dentro de una caja.

Uol

8 comentarios:

  1. Genial, como de costumbre. Me da envidia esa fluidez, ese caudal expresivo. Mi diario es mucho más plano. No sabría incorporar toda esa cantidad de metáforas ni en un relato autobiográfico, y mucho menos inventar algo ficticio.
    ¿Has llegado a publicar algún libro?

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    1. Gracias, Cristian. La fuidez se consigue leyendo mucho. La combinación de las palabras... bueno, eso ya es algo más personal, pero a todo se aprende.

      El relato es totalmente autobiográfico, jopé, no me quites tan gratos recuerdos jajaja.

      No he publicado. Publico aquí. Pero que hayas imaginado otra vía me ha hecho ilusión jejeje, pero no. Si algún día dejo de tener ansia de vivir, me pondré a ello.
      Abrazos.

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  2. Bueno, en cuanto a que la fluidez se consiga leyendo mucho, depende de la persona. Yo siempre he leído bastante, pero siempre se me ha dado mal hablar.

    No dudaba que el relato fuese autobiográfico. Pero no todos lo serán, ¿no? En todo caso, enhorabuena por tan gratas experiencias.

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    1. Bueno, yo hablaba de la fluidez en la escritura... La oral no siempre va a la par.

      Las gratas experiencias también las busca uno mismo, no caen del cielo. ¿O crees que un coach de ésos me hizo el trabajito de imaginar qué escribir en los post-it y pegármelos por el cuerpo?
      (Quizá te interese la entrada que saldrá el día 15)

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    2. No. Simplemente me refería a que unas personas son por naturaleza más ingeniosas que otras.
      No niego que todo requiera un esfuerzo.
      ¡Buenas noches!

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  3. Sublimes y tentadores textos, más dignos de lujoso pergamino que de sencillos pos-it.
    Ahora bien, lo importante es que cumplieron su función,y muy bien porlo que nos cuentas.
    Estoy de acuerdo con Cristian en la riqueza y fluidez de tus letras.
    Repito lo dicho sobre las notas del pos-it. No digo que este no sea sitio digno de alta literatura, pero este cuento bien merecería lujosa encuadernación.

    A sus pies, gentil y a buen seguro bella dama.

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    1. Jajaja,¡Mira que te gusta exagerar, Vlixes! ¿Pergamino? ¿Ya me estás momificando?:-\

      Gracias por la confianza:-)
      Bicos

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