- Yo no pedí ser el elegido.
- Yo no pude elegir. Estaba escrito.
- Viene a ser lo mismo, ¿no?
- Eso parece.
- Él mismo no pudo elegir, no pudo apartar de si el cáliz.
-¿Por qué morir por quien no lo merece? ¿Sacrificarse por quien te vilipendia, por quien te humilla, por quien te desprecia?
- Me odian por ser yo el salvado, el elegido en su lugar.
- A mí por entregarlo.
- Es que lo tuyo...
- Ya, Barrabás, ya, pero yo no decidí, estaba escrito.
- ¿Y Él? Extraña forma de salvar el mundo.
- ¿Y por qué será que los políticos nunca se sacrifican?
- Bueno, se ve que ellos en quien se fijan es en Poncio Pilato.
- ¿Y a ti los romanos no te recuerdan al BCE?
- ¿Y lo dices tú, Judas?
- ¡Es que mira que le bailaron la cuerda a los fariseos! ¡Qué odio el de los fariseos, el de los sacerdotes! ¡Como se les acababa el chollo...!
- No hablemos, no hablemos... Él se sacrificó por la Paz, y mira a sus representantes: guerrearon, conquistaron, asaltaron, sometieron, quemaron, violaron, mataron... todo en su nombre, ¡qué desatino, qué incoherencia!
- Pero yo no tuve elección, estaba escrito.
- ¿Eso te dijeron? ¿Y si fue una gran mentira?
- ¿Cómo?
- ¿Quién te dijo que eras tú el señalado?
- Pues no sé, lo decían por ahí, me lo creí.
- Judas, te lo crees todo.
- Es que mola ser el elegido.
-Pues apanda, nuestros nombres perdidos para el mundo.
-Tampoco eran tan feos... Barrabás, Judas.
-Pues no. Pero está hecho.
- Está.
-Quo vadis, domine?
- Ad Romam.
(Véanse reflexiones sobre Judas Iscariote aquí)
Uol