jueves, 23 de febrero de 2023

Soledad

 


Cuando te percatas de que el tiempo que tienes hacia adelante ya es menor  que el que dejas atrás, se imponen ciertas reflexiones o ideas turbias en tu cabeza; se hacen hueco y buscan el cauce por el que fluir y dejar posos en las orillas, como sedimentos hediondos que no puedes más que oler e identificar.

A veces me siento sola; no la soledad de la tristeza, el aislamiento y el abandono (que vendrán tal vez en algún momento), sino la soledad de no tener con quien compartir planes. Como dijo una amiga, es jodido tener tiempo y dinero y no tener con quien compartirlos.

Cuando era muy joven ni me planteaba no tener planes. Ni os cuento la emoción de la llamada por teléfono de amigas, ligues o conocidos con los que intercambiaba número de teléfono.

Cuando era universitaria los planes se solapaban y no solo había de renunciar a algunos por faltarme el don de la ubicuidad, sino porque mi responsabilidad ante los estudios me impedía vivir una vida loca, porque aunque no faltan pecados e imprudencias en mi currículum, nunca podrían catalogarse de disparates, barbaridades o locuras peligrosas. O quizás, sí; tal como se cataloga ahora todo, quizás sí viví situaciones insensatas o arriesgadas. Con todo, ni nunca perdí el norte ni nunca me desvié de mi objetivo: ser independiente económicamente.  Yo quería tiempo y dinero. Más o menos, los tengo. Tiempo menos, la vejez de los padres se impone. Pero todavía dispongo de ciertos momentos para mí.

En el período entre los veinticinco y los treinta y cinco años, cuando algunos de mis amigos y conocidos iniciaban el camino de forjar una familia, yo tenía un grupillo de cuatro íntimos que seguíamos sin ver claro ese túnel. Ahora si teníamos dinero y tiempo y los barajábamos a discreción. Fueron épocas gloriosas de las que he hablado en este blog varias veces. No lo idealizo: había curro y había horarios, pero también noches de empalmada, fines de semana de excursiones, bebidoque o viajes. También sexo y amor. Junto o por separado. Bueno, yo amor platónico nunca he tenido. Si no veía perspectivas, cambiaba la dirección de mi mirada. He amado. He deseado. Y he recibido ambas cosas. Pero no he sido persistente. Me he escapado. El porqué no viene a cuento. Quizás un día os lo cuente. O quizás cada uno ya se haya hecho una idea después de años leyéndome, y tampoco voy yo ahora a desmontarle el cuarto oscuro donde me haya metido.

Lo cierto es que yo me decía a mí misma que era muy afortunada por seguir manteniendo ese grupo de amistades tan unido, en unión estable, firme, férrea y, sobre todo, con el mismo estatus e intereses después de tantos años. Y de pronto, sin anuncios, sin dramas, sin intuirlo, el grupo se disolvió. ¿Las razones? Traslados de ciudad por trabajo y/o amor; un desacuerdo  en un caso que hizo plantearme que quizás necesitaba poner algo de distancia y de lo que nunca volvimos a hablar. Pero seguía existiendo gente a la que me uní. Y otro amor, otro grupo. Sin embargo, ya no fue lo mismo. Madurar, se llama, al parecer. Yo no pienso que antes fuésemos inmaduros. Simplemente, no todo el mundo necesita los mismos asideros en la vida. Ningún planteamiento es mejor que otro. Cada uno se agarra a lo que le satisface. La verdad es que la familia exige tiempo y dedicación. Y es bueno y necesario que así sea.  Y te vas descolgando. E, incluso, tu pareja interpreta como falta de compromiso que tú no quieras más compromiso que el que tienes: deducen falsamente que es falta de amor. A lo mejor es cierto. No lo sé. ¡No sé tantas cosas! Yo no lo veía así. Y ese afán por un papel me fue desinflando a mí. Y lo dejé. Otra vez.  Aquí alguien pensará que tengo miedo al compromiso, que soy inmadura. Otra vez el concepto. Pero no. O sí. No lo sé.

El caso es que aquello que escuchaba de adolescente cuando hablaban de ciertas chicas independientes, "se le va a pasar el arroz", "hay que tener hijos para que te cuiden en la vejez", "es tan escogida que se va a quedar sola", todos ellos dichos horribles y que encierran un egoísmo extremo (¡Y falso!, que se lo digan a los ancianos arrumbados en residencias; y sí, ya sé que existen situaciones insostenibles en las que es imposible cuidarlos en casa, pero vete tú a decírselo al padre que quería tener hijos para que lo cuidasen). Esos dichos populares, digo, reflejan el miedo a la soledad. Y aquí vuelvo a lo mismo. No me siento sola, pero tengo tiempo y dinero y no tengo más que compañeras con las que tomar un café o unas cañas tras el trabajo. A veces, ir al teatro o al cine. Y sí, cenas del club de lectura o tardes de termas. No está mal, ¿no? Pero yo hablo de viajar, de salir de vinos y pinchos cualquier tarde, de aquella emoción cuando sonaba el telefonillo del portal y cualquier amigo se presentaba para arrancarte del aburrimiento. ¿Quién se presenta en estos tiempos de repente en el portal sin previo aviso por el whatsapp?

Y aquí estoy, reflexionando mientras se hace la paella (arroz con cosas, en realidad) tras un largo puente de Carnaval en el que no he tenido con quien salir disfrazada o andar de troula por el triángulo mágico (Laza, Verín, Xinzo) porque todo el mundo tiene sus propios planes. 

Alguien puede pensar que hablo desde la amargura. Y no. Yo no me siento así. Pero me gustaría volver a compartir un grupo como el de antaño. Y es tremendamente difícil. Supongo que para cuando me jubile. Igual para entonces vuelvo a reunir a almas solitarias con ansia por compartir. Aunque no sé. Igual para entonces el cuerpo ya no acompañará al ánima.

Por eso, ahora, en la orilla, ante el mar en calma de mi espíritu, es cuando me pregunto, la soledad elegida ¿es una conquista o una losa? Chi lo sà!

Uol



viernes, 20 de enero de 2023

Yendo

 


Zona reservada

Quiero que respondas a este hilo
que te anudes cometa entre mis dedos
que alces la mano
y depongas el arma
en este ring de lucha presa
en estas cuerdas que van creciendo al cuello
quiero que me mires
que me digas ya
que aunque la tarde incline sus pájaros
que aunque la cera perdida
que aunque el estuco se resuelva en cero
reconozca en tus ojos el limo diario
quiero que te adelantes
que uses mi tristeza cuando el dolor planee
nuevos ataques

hace tiempo que vengo de oca en oca
sin saber si el dado es truco
si la ficha en fin no tiene avance
si el azar ni tan siquiera es frío
hace tiempo que te espero
en este quicio de farándula
en esta zona reservada al soliloquio
hace tiempo que te miro distante
que la lluvia no sorprende
que la costa se retira invencible y gris
de nuestras vidas
hace tiempo que estoy yéndome
hacia dios
o hacia ti
o acaso sea lo mismo.



Carmen López

Escalas.  2012.