miércoles, 13 de marzo de 2019

... Y finales




He vivido muchas vidas
y en cada una de ellas he sido feliz.
Ello no me exonera de haberme equivocado
e insistir.
Clara Lecuona


De hecho, me equivoco.
Insisto empecinadamente
en elegir
a quien no me conviene.

Oh! No penséis en hombres turbios,
con portuarios tatuajes,
colmillo retorcido
y pulsera de oro.

Esos hombres que no me convienen
son buenas personas,
comen los domingos con sus madres,
bajan la basura,
alguno hasta se plancha sus inmaculadas  camisas.
Dicen ser roqueros, o de estilo pop;
a ninguno le apasionaba el jazz,
pero sí la música étnica,
griega o eslava, a ser posible.
Hombres buenos que decían amarme
intensamente, desesperadamente,
muchos adjetivos acabados en -mente.
Y yo no los creía realmente,
pero los quería y cuidaba igualmente
(o eso pensaba yo).

Y esos buenos hombres
recogían sus petates
(los lienzos, los discos,
el bañador, las velitas...)
y desaparecían por el horizonte,
ofendidos y desesperados a la vez;
vociferando en silencio
que me amaban frustradamente,
inútilmente, perpetuamente.
Pero al poco recaían en esos amores
con otras sirenas más cercanas
y accesibles.
Y al cabo era yo la que los añoraba
pensando, veramente,
que la que los amaba era yo,
increíblemente.

Si las tentaciones son abalorios,
confeccioné un lindo collar
que no vislumbré en su complejidad
hasta ahora, que en mis manos
lo contemplo:
me habla de lo vivido
y de lo que fue cierto.
Ese collar es todo cuanto conservo.
Con él me adorno.
Me examino en el espejo
descendiendo él por el cuello hasta mi pecho.
Y yo me pregunto,
¿debo sentirme triste
porque es cuanto conservo?
Mas el arrepentimiento no me asalta
y sí el soberbio recuerdo
de tiempos pasados
que ya quedan lejos.

Soñé a mis trece que un día sería libre.
Y fue real el sueño.
¿Ataduras?
Todas aquellas de las que no puedo
(¿ni quiero?) desasirme, es cierto.
Y acaso son mucho más fuertes, duras 
y resistentes que todas aquellas sedas de las que me solté
o soltaron temerosamente.

Al final nada quedará,
no por sabido es menos sorprendente.
Y si una flor me acompaña
será este collar de abalorios
que me recuerda
 que no he soñado, 
que he vivido, que celebro.

Ya lo decía el poeta, o alguien, quien sea,
tened cuidado con lo que soñáis.
Parece amenaza. Lo es.
Porque los sueños se cumplen.
A la meta se llega.
Mira tus cartas, jugaste con ellas.
No eran nada malas, pero nada malas.
¡Mira lo que hiciste con ellas!
No te quejes ahora.
Tienes este maravilloso collar de abalorios.
Es único.
Es tuyo.
A modo de rosario lo llevarás en la mano
al cruzar la última puerta.
¡Sola!

Uol
(Desfogue en una horita tonta el miércoles de ceniza de 2019)

6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias por pasarte por aquí, y sobre todo por la extrema generosidad de tus palabras, que me han llevado al sonrojo.
      Un saludo, y gracias de nuevo.

      Eliminar
  2. Leo esto de Leila Guerreiro:
    "...releí la primera frase del libro Cabro chico, del fabuloso poeta chileno Claudio Bertoni -"De partida descubrí: no se recuerda así no más"-, y metí el hocico en la memoria como un canibal que se devora a sí mismo. Encontré cadáveres".

    ResponderEliminar
  3. Siempre se dice que, aun sin querer, manipulamos nuestros recuerdos.
    Puede que, simplemente, cada uno recuerda una parte de la historia, y bajo distintos puntos de vista.

    Cadáveres? Seguro que alguno hay.
    Saludos!

    ResponderEliminar

Tu opinión me interesa. Es tuya.