Después del invierno
llegó el verano. No, no hay ya primavera
para mí. Después del oscuro, frío,
pero -¡ay!- hermoso invierno con sus colores ocres, dorados, verdes, marrones,
rojizos tonos, llegó un verano inesperadamente tórrido, todo calor y zumbidos,
todo verde oscuro y sudor. Luz cegadora e indolente poltrona, brillo efímero,
todo fulgor. Pero pasó como un rayo, estruendoso como un relámpago. Tormenta seca.
Pasó.
Llega de nuevo el invierno, tú lo sabes, lo hueles, lo sientes en los huesos. No, no hay otoño para mí. Primeras lluvias que desatan el olor de la tierra mojada. Lo percibes. Igual que percibías el olor de la noche, allá en tu primavera. Nadie lo entiende. Pero al rayar el alba, tú con los ojitos aún somnolientos y tu maletita a cuestas por el camino de tierra, sentías el aroma de la noche que se despedía saludando a la aurora, alborada amiga que le daba la mano. Añoras ese aroma: el de la noche besando al alba.
Hubo después muchas otras noches, ya no de partida, sino regresando a casa, mas las piedras húmedas huelen distinto; para ti aquel aroma se perdió como la primavera soñada.
Ya es invierno de nuevo, se repite el ciclo, inclemente y despiadado. Te consuela su belleza, porque sí, existe una melancólica belleza en lo que ya fue e, incluso a tu pesar, en lo que pudo ser y no fue.
Llega de nuevo el invierno, tú lo sabes, lo hueles, lo sientes en los huesos. No, no hay otoño para mí. Primeras lluvias que desatan el olor de la tierra mojada. Lo percibes. Igual que percibías el olor de la noche, allá en tu primavera. Nadie lo entiende. Pero al rayar el alba, tú con los ojitos aún somnolientos y tu maletita a cuestas por el camino de tierra, sentías el aroma de la noche que se despedía saludando a la aurora, alborada amiga que le daba la mano. Añoras ese aroma: el de la noche besando al alba.
Hubo después muchas otras noches, ya no de partida, sino regresando a casa, mas las piedras húmedas huelen distinto; para ti aquel aroma se perdió como la primavera soñada.
Ya es invierno de nuevo, se repite el ciclo, inclemente y despiadado. Te consuela su belleza, porque sí, existe una melancólica belleza en lo que ya fue e, incluso a tu pesar, en lo que pudo ser y no fue.
Uol
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Cuánta belleza. En el paisaje, en la mirada, en la palabra.
ResponderEliminarGracias, anónimo. Eres muy amable.
EliminarJoder, qué bonito texto...
ResponderEliminarDónde se sitúa la primera corredoira?
Un besito.
Me alegra que sea de tu agrado.
EliminarCorredoiras y carreiros son todos de mi bosque encantado.
Besos.
Acompañas con preciosas palabras esas entrañables imágenes, combinadas con mimo para que podamos disfrutarlas, unas y otras. Gracias.
ResponderEliminarComo en la naturaleza se suceden las estaciones, en nuestro ánimo se suceden la ilusión, la tristeza, la alegría, la melancolía, el amor, el desánimo; pero al igual que no siempre llueve en primavera ni nieva en invierno, nunca sabemos cuál va a ser nuestro estado mañana, si mañana brillará nuestro sol o nos cubrirá la desesperanza, pues no hay hombre del tiempo que escrute nuestras isobaras.
Desconocemos cuándo, pero el sol, la luna, las flores, los pájaros, hasta tras el invierno más crudo siempre vuelven , tarde o temprano, y hasta la corriente más brava algún día regresa a la calma para que podamos bañarnos, como en ese remanso veraniego que nos muestras, y en el tanto apetece chapotear.
Un abrazo
Hermosas palabras de ánimo, como siempre.
EliminarUn abrazo.