Nunca se amarró a nadie
porque siempre temió perderlo todo. Su mayor temor es llegar a perder aquello
que le llevó años conseguir.
Siempre temió que ahora que tiene cuatro paredes
que llamar suyas, ahora que tiene su vida encarrilada, incluso ahora que ha vuelto
a sentir el aliento del amor en la nuca una vez más -cuando ya no parecía
importante en su vida-, ahora, justamente ahora, lo pierda todo. Que encuentre
un bulto que hace un mes no tenía, que se desplome inerte en medio de la calle
tras un ictus masivo, que un conductor borracho se lleve por delante aquello
que ahora pensaba disfrutar: tiempo.
Porque aunque sabemos
que sólo tenemos presente y pasado, y éste para que nos enseñe a aprender de los errores,
la verdad es que jamás aprendemos de ellos ni valoramos el presente. Sólo
esperamos que llegue ese día futuro para empezar a disfrutar, serenamente. Esa es la palabra,
serenamente. Porque mientras apuras madrugadas y copas y cuerpos, te lo pasas
de vicio y te sientes feliz, pero no lo percibes como algo duradero, como una meta,
como un objetivo. Más adelante, dentro de unos años, siempre piensa uno que la
felicidad está más adelante, en la línea del horizonte. Y cuando el horizonte
queda a nuestros pies, vuelve a ser horizonte el que avista nuestra mirada.
¿Acaso no he disfrutado
de las paredes que me guarecen? ¿Acaso no he soñado, en este sofá, no he leído bajo
las cobijas, no he cabalgado el deseo entre sus cojines? ¿Y por qué, entonces,
pienso que voy a perderlo todo? ¿Por qué pienso que el destino va a burlarse de
mí, me hará un gesto obsceno y me dirá ufano ¿por qué te sientes tan segura? Si nada de esto te pertenece, nada es
tuyo, nada te llevarás al valle de la muerte.
Por eso nunca se amarró a nadie. Porque sabe que en cualquier
momento Tánatos le dará su suave toque, ¿Es
a mí? Sí, a usted, está en mi lista. Y lo perderá todo.
Pero ahora no, ahora
no, todavía no. Que no aparezca un bulto, que no sufra un colapso, que un virus
no destroce mi sistema inmunológico, que hierros retorcidos no mutilen mis
esperanzas. Ahora no, ahora quiero vivir. Como siempre he querido: apasionadamente.
uol&lou
Profundas reflexiones, Uol.
ResponderEliminarSiempre corremos el riesgo de perder lo que tenemos, pero....a veces tampoco estaría nada mal ganar un poco más de lo que se tiene. El riesgo de perder sería mayor, pero qué gozada!
Es un miedo atávico, Belkis. En la ancianidad algunas personas escuchan como su "cuerpo pide tierra". Por desgracia otras personas oimos ese cántico desde casi el principio. Y tenemos que luchar porque amamos intensamente la vida.
EliminarYo no tengo miedo a apostar y perder. Sólo temo morir. Y eso es lo único cierto.
Un abrazo.
La misma incertidumbre ante la posibilidad de la pérdida de lo que o quien nos hace felices introduce un punto de infelicidad hasta en el momento más dichoso.
ResponderEliminarLa asunción de la pérdida es la (única) forma de tener algún momento feliz tras ella.
¿No tener para no perder? Si no hubiera vivido, no habría sufrido, pero tampoco gozado, y sin duda tampoco habría temido la pérdida de la vida, pues no moriría.
Todo es pasajero, todo lo perderemos, hasta nosotros mismos.
Yo prefiero perder pero haber tenido. Si sufro el desamor es porque antes gocé del amor.
Cada cuál que ponga lo que le parezca en la balanza.
Gracias por las reflexiones. Un abrazo
Gracias por tus reflexiones, Vlixes.
EliminarPero como le he dicho a Belkis, no es ése mi temor. He apostado, y he perdido y he ganado. Y en ambos casos he vivido.
Tiempo, miedo a no tener tiempo. Sólo eso. No amarrarse es una consecuencia de "saber" que no lo tengo.
Un abrazo.
Es verdad, es cierto; sólo tenemos el hoy, ni el ayer ni el mañana. Afirmo que sólo podemos apreciar el hoy si hemos estado a punto de perderlo todo, que es la vida. Lástima que dure tan poco.
ResponderEliminarAprovechamos poco el hoy, sí.
EliminarSaludos!