Fue un beso tóxico.
Te ofrecí, generosa, mi
boca. Y tomaste mi sangre, mi médula: te alimentaste.
Te adheriste a mí y me
chupaste la sangre, mis líquidos vitales, mis humores más íntimos e
incondicionales.
Tardé en percatarme y para entonces era tarde: eras mi rémora, ventosa que filtraba mis sentimientos, que condicionaba el talante con el que me levantaba en las mañanas grises y me acostaba en las pétreas noches; tus dientes hincados en mi cuello tomaban lo mejor de mí y me dejaban sin fuerzas, desfallecida y anémica; ineficaz menesterosa pedigüeña de gestos, de caricias inermes y de besos espléndidos.
Fue un beso tóxico el que nos unió. Como el de la lamprea.
Tardé en percatarme y para entonces era tarde: eras mi rémora, ventosa que filtraba mis sentimientos, que condicionaba el talante con el que me levantaba en las mañanas grises y me acostaba en las pétreas noches; tus dientes hincados en mi cuello tomaban lo mejor de mí y me dejaban sin fuerzas, desfallecida y anémica; ineficaz menesterosa pedigüeña de gestos, de caricias inermes y de besos espléndidos.
Fue un beso tóxico el que nos unió. Como el de la lamprea.
El beso de la lamprea |
El beso de la lamprea |
uuufff...de esos hay muchos!!
ResponderEliminarte chupan hasta el alma!
Portate bien por Dios!
¿Tan mala alumna me consideras que me tienes que repetir siempre lo mismo?
EliminarLos hay, los hay.
Qué dolor de entrada.
ResponderEliminar¡Qué ambiguo te ha quedado el comentario!!
EliminarPensaré bien.
Saludos!!!
¿Y por qué me suena a mí tan familiar la cara de ese bicho?
ResponderEliminar¡Qué culpa tiene el bicho de suscitar parecidos jeje!
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