miércoles, 12 de diciembre de 2012

Putas cenas de empresa de Navidad



     En esta mañana fría e invernal, aquí estoy, de nuevo arrebujada en el sofá, tomando una infusión en mi última taza favorita. La veo y recuerdo ese viaje en el que por una vez, y aunque le asombre a Uol, las palabras poco tuvieron que ver. Y sin motivo aparente una cosa llevó a la otra, no os perdáis, quiero decir que recordé que las puñeteras cenas de empresa de navidad están al caer (bueno, alguna ya ha caído con todo el equipo y digna de olvidar). Y recordé lo que pasó en la del año pasado, cuando Uol se ligó al jefecillo de la segunda planta y yo me quedé a dos velas. Si no os acordáis de ella o si no llegasteis a tiempo, pinchad aquí y os pondréis al día. Uol me gana por la palabra, está claro, menos mal que nos queremos mucho y además tenemos gustos diferentes sobre hombres. Bueno, un cañón de hombre es un cañón aquí y en Kuala Lumpur, pero en los normalitos (que son los que hay aquí y en Kuala Lumpur), pues ahí no coincidimos, así que no hay motivo de disputa. 

Pero me voy por las ramas, como siempre (Uol me lo señala a menudo, ¡ella es tan práctica!). A lo que iba: ¡ya están aquí las putas cenas de empresa de navidad! Agggggg. Y este año no, este año no me va a pasar lo de siempre, que me encebollo con los riojas y los gin-tonics, bailo desmelenada y acabo con los tacones en la mano, ya de día y buscando un taxi camino a casa (ya es mérito… que en esta época no se hace de día hasta las 08:30, pero vamos, puro desguace). Y no, este año, no. Porque esta taza me recuerda que, aunque me falte labia, las pupilas taladradoras también funcionan. Si no me creéis, pinchad aquí y recordaréis mi triunfo en la ciudad báltica (bueno, fue en Riga, y no en Tallín, allí me porté bien).


Os preguntaréis por qué me importa tanto algo tan banal como echar un polvete tras la cena de navidad de la empresa. Supongo que es como un fetiche: inaugurar la temporada de fiestas. ¡Qué risa!, algo así como la temporada de bailes de las niñas-bien inglesas de principio de siglo (bueno del siglo pasado, claro, aún no me acostumbro). ¡Ja, qué curioso, otra vez las inglesas por el medio! Así empezó la charla en la que Uol me confesó su affaire con el jefecillo aquél, que le duró hasta Reyes como ella había profetizado. Pero no por hastío, sino porque al pobre lo destinaron a otra sucursal a 300Km. Y para Uol es distancia insalvable. Normal.

En fin, la cuestión es si el polvete (Ok, Ok, Uol, el polvazo, las palabras son importantes), tiene que ser con un ocasional cualquiera o tiene que ser con alguien de la empresa. Porque, claro, eso reduce las opciones.

Éramos sólo doce (la crisis ha masacrado este evento), pero al final se apuntó Roi, cosa que no esperábamos por incorporarse él hace poco al equipo. Estuve tentada a pensar que sería otra cena gafada como aquella Última donde sumaron el supersticioso número, pero Roi es un dios hecho carne y yo estoy dispuesta a apostolar lo que haga falta.

Vamos en retirada del restaurante, nosotras siempre las últimas.

Estás bajo el muérdago, Lou, voy a tener que besarte− Roi me rodeó la cintura con sus manos.

¿Tendría aquí que hacer mi famosa caída de ojos con pestañeo inocente? ¿O atacar directamente con la mirada taladradora?

Bueno, está claro qué me aconsejaría Uol. 

−¿Qué muérdago?− parpadeé inocente (Uol me hace un gesto de amenaza desde el ropero)

−El que pende sobre ti.

Miré hacia arriba y vi aquellos horripilantes adornos de plástico, que no eran muérdago ni nada que se le parezca.

−¡Vaya!

Roi no ha desalojado las manos de sus posiciones. Y yo me arrimo indisimuladamente.

−Pues habrá que sacrificarse y cumplir con la tradición, no vaya a ser que se nos chafe aún más el año venidero (Imagino a Uol haciendo signos de victoria mientras recoge su abrigo).

Roi me besa, al principio con cierta vacilación, pero yo me entrego con tanto ardor que él también se lanza. Me cuesta apartarme de su boca. Él me mira entre sorprendido y encantado, y ahí sí lanzo mi mirada taladradora, y alcanzo a ver por encima de sus hombros a Uol boquiabierta. ¡Toma!


−Ya no corremos peligro de atraer el mal fario− digo intentado retener ese momento.

−Bueno… podemos insistir, para asegurarnos.

¡Mira para Roi, y parecía paradito el niño!

Decidí ser menos Lou que nunca y le sonreí. Recogí mi propio abrigo, que una guasona Uol me ofrecía, y respondí:

−Tienes razón, no están los tiempos para inseguridades.

Le ofrecí mi mano, pero él me tomó por los hombros.

En la calle, el grupo se iba estirando. Pérez y Gómez se despedían. Martina se subía a un taxi, su bebé la reclama. A Mónica la esperaba en el coche su celoso novio (esa relación tiene los días contados). El resto caminaba calle abajo, hacia el pub Tiembla, el primero de la noche.

−¿Vamos al Tiembla o temblamos en mi casa?− desconocida, estoy desconocida, poseída por el factor Uol.

Volvió a besarme.

−Adiós, chicos− se despidió mi amiga. Y se echó a correr para no descolgarse de los últimos que se perdían con voces altas en la noche.

Taxi. Portal. Besos y frotamientos esperando el ascensor.

Ascensor. Roi consigue alcanzar mi cuello y es una odisea con la gruesa bufanda que llevo puesta. Esto me da la pista de que este chico es un habilidoso, un rastreador, un buscador. Buena señal.

No perdemos tiempo en protocolos de quieres una copa, un café… vamos cargados y tampoco queremos despejarnos.


Lo conduzco a mi alcoba, que ¡Oh, horror de los horrores!, había dejado algo desordenada con las dudas pre-vestuario-cena-navideña. Iba a decir alguna obviedad tipo perdona el desorden cuando recordé a un ligue que tuve, que me dijo que las mujeres siempre decíamos esa chorrada y ellos no se habían percatado, con lo cual les hacíamos caer en algo en lo que ni siquiera se habían fijado. Así que no dije nada y lo tumbé en la cama. Él, desde luego, no dejaba de mirarme a mí y no a las dos chaquetas arrojadas sobre la silla ni el par de medias tirado en una esquina (soy muy torpe, las rompí en cuanto las puse, las enganché con un anillo, no me lo había quitado para tan delicada operación).

A este Roi le había echado el ojo desde que llegó, pero entonces él estaba saliendo con alguien y ahora ¡alehop!, ese alguien ya no existía. Tumbado allí en mi cama, a mi disposición, todo se licuó en mí. Le aflojé la corbata (se notaba que era la corbata de los eventos) y fui soltando uno a uno los botones de la camisa blanca, mientras besaba al tiempo la porción de piel que iba dejaba al descubierto. Un fino vello castaño apareció a la altura del ombligo marcando un caminito que me moría por recorrer. Él se dejaba hacer con una media sonrisa en los labios que yo besaba a cada poco. Cuando le solté el cinturón se removió ansioso y levantó el trasero para que lo quitara del todo. Aproveché para palpar aquellos glúteos y estaban duros y redondeados, ¡buen dios!, ¿qué otros manjares me esperaban?




Él pareció adivinar lo qué pensaba porque se miró el bulto que su polla erecta marcaba, pero yo seguí mirándole a los ojos aunque mi mano se adentró entre aquellas telas para atrapar el latido que su miembro alcanzaba. Roi entrecerró los ojos y yo la liberé de apreturas y la olisqueé. Me gustó su olor, olía a sexo, feromonas desatadas.

Le saqué el pantalón y él se descalzó con los propios pies. Yo seguía vestida, así que me saqué la blusa de seda, y los encajes gris perla con ribeteado en rosa de mi sujetador quedaron a la vista. A Roi se le contrajeron las pupilas.

Me inclino sobre él y soplo entre  los vellos de la base de su pene, que se erizan, pero no lo toco,  sino que desciendo hasta sus testículos; allí vuelvo a soplar y meto la lengua entre sus pliegues y los humedezco todos. Me meto uno en la boca, jugueteo con él, lo lamo y relamo. Roi gime. Pero sigo sin tocar su polla, que está pegada a su vientre en todo el esplendor de su juventud, una erección de catálogo. Soplo de nuevo en sus huevos y entonces siente frío. Es el momento en que atrapo la polla con mi boca y con la lengua rodeo su base; después subo la lengua rodeándola como si fuese un pirulí, haciendo círculos alrededor de ella y me acerco al glande, que se me ofrece abierto y húmedo, con gotitas brillantes; entonces sí, entonces me la meto entera en la boca y la rodeo con mis labios, de arriba a abajo cuan larga es. La sujeto con la mano para hacer presión y vuelvo a sacármela de la boca. La mordisqueo un poquitito en la puntita  y Roi da un respingo. La chupo golosa apretando bien los labios para que note la presión; yo también percibo las venas hinchadas que atraviesan su polla, están llenas de sangre, latiendo en sus cuerpos cavernosos, latiendo y llamándome. Roi no se puede contener y mueve su pelvis, empujando hacia mi boca, un impulso tan antiguo como el mundo, instintivo, primitivo, hundirse en cavidad húmeda y acogedora.

Entonces, de pronto, Roi se yergue y me gira sobre la cama, quedando sobre mí, tironea de la falda y de las medias, otro par que se va al carajo en unas horas.

Y ocurre lo inesperado, Roi se echa a reír. Quedo desconcertada durante unos segundos hasta que recuerdo, ay dios, ay dios, ay dios, el tanga hortera con motivos navideños que me regaló de cachondeo Uol en mi cercano cumpleaños para que recibiera el Año Nuevo y que yo decidí a última hora ponerme hoy para que me diera suerte, no contaba yo con esto…



Muy sexy, Lou, me dijo Roi; aún se reía, y vi en sus ojos que le parecía gracioso. Hundió su nariz en aquel espanto. Mi Mamá Noel, mi premio, mi fortuna.

Me lo sacó y acercó su lengua a mis humedades desbordadas. Era un rastreador, ya lo he dicho. Y husmeó, lamió y mordisqueó hasta que consiguió explosionarme.

Después me dio la vuelta, mi rena hermosa, mi yegua trotona. Entraba y salía de mí con energía, con precisión, sus manos asiendo mi cintura, su pelvis golpeando mi trasero, uf… la gloria. 


Entonces escuché un ruidito, una vibración y de pronto el calambrazo de nuevo en mi clítoris. ¿Qué? Giré la cabeza conteniendo los espasmos. Roi reía, me enseñó su dedo corazón: tenía colocado un pequeño anillo vibrador en él. El "amigo invisible" de esta noche. Nunca tan acertado fue el regalo. ¡Oh, dios!, volvió a acercarlo a mi clítoris mientras él seguía follándome. Me corrí de nuevo y él poco tiempo después.

Anillo vibrador
  


Mi cara de satisfacción y felicidad debía ser impresionante.

Y allí nos quedamos los dos, durmiendo apaciblemente.


Me desperté con espasmos, caray, acababa de tener un orgasmo mientras dormía. Ya hacía tiempo que no me ocurría.

Hoy era el día. Putas cenas de empresas de navidad.

Pasé la tarde entre baño relajante, repaso de depilación, elección de la ropa… Recordé el tanga navideño de Uol. Bueno, para esto es, pensé,  y me lo puse. 

Vamos en retirada del restaurante, nosotras siempre las últimas. 

Estás bajo el muérdago, Lou, voy a tener que besarte− Roi me rodeó la cintura con sus manos.

Uol
12-12-12

Esta historia está relacionada con otra cena de Navidad que puedes leer aquí.

20 comentarios:

  1. Me ha caido bien tu amiga Lou...

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    1. Eso me dicen muchos tipos de ella ¡Y no acabo de entender por qué será!!

      (Ay, Torpe, ¡que hemos tenido la misma idea!. ¡Somos almas gemelas!. Me voy corriendo a leerte)

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    2. A ver si hay suerte y Roi lee mi entrada...

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    3. ¡Si ya la ha leído, Torpe! ¿No ves que se apuntó a la cena a última hora?
      Lo que Lou no ha contado (tramposilla, ella) es que me mareó días para que dejara caer lo del ágape como quien no quiere la cosa cuando él estaba cerca. Que dirá ella lo que quiera, pero pura es-tra-te-gia.
      ¿Y tú, qué? ¿Reuniones de superhéroes?

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    4. ¿Como acabó la cena?

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    5. No sé. Lou no se puede poner. Está :X

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  2. estamos monopolizando los foros!!!

    uol, torpe. sois buenos... aunque uol ya no me esté!

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    1. En casa propia no hay monopolio posible...

      No he comprendido eso último que dices... Uol ya no me esté... ¿qué?

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  3. ¡Jo, qué cenas, con comidas así da gusto! Me ha entrado un hambre de hombre...

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    1. ¡Y a mí!!!!!
      Esta Lou parece una mosquita muerta pero... esta vez me ha ganado la mano.

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  4. Por suerte soy un trabajador independiente, no dependo de ninguna empresa, lo que me priva de algún polvete, pero siempre puede conseguirse en otro ámbito, para eso nunca hay problemas.
    Gracias por la visita.
    Un abrazo.
    HD

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    1. jajajaja ¡¡¡Es que si sólo dependiera de esas cenas... qué penuria jajajaja!!!
      Oye, muchas gracias por acercarte a esta orilla y quedarte.
      Seguiré visitándote.
      Un abrazo para ti también.

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  5. Siendo así, debería de haber cenas de verano, cenas de otoño, cenas de primavera. Jejeje.
    Saludos!

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    1. Bueno, cenas semanales para estrechar bien los lazos jeje ¡qué menos!

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  6. Asi da gusto terminar una puta cena de navidad !! :)
    Hermoso relato, me encanta como detallás minuciosamente cada paso.
    Besos !!

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    1. TRex, ¡qué cambio de look! ¿Has decidido no ser ya más dinosaurio en este nuevo año que se aproxima?

      En cuanto a las cenas de empresa, ¡no sé por qué tienen tan mala fama! ¿Verdad que no son tan malas? jajajaja
      Y los detalles son importantes ;)
      Un beso!

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  7. Las cenas de empresa son la excepción que confirma la célebre regla de 'no meter la polla donde tengas la olla'...

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    1. jajajajaja
      siempre se puede alegar locura -digo, borrachera- transitoria jajaja

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  8. Muy buen relato, Uol! Me vas a hacer ver el amigo invisible con otros ojos!

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    1. ¿Ves como un buen regalo chorra puede alegrar(te) la vida?

      Gracias por la visita y por comentar.
      Saludos

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