Sólo el azar me dio la piel que amé
y sólo el azar —o el cansancio—
extinguió el fuego.
Lo que siguió no fue el azar,
es lo que sigue siempre,
la lenta pesadilla del olvido
y luego cierto desprecio
por ese que fui yo y que amaba
y también por el que soy ahora,
el mismo que no sabe por qué amo.
Sólo la carne se equivoca.
Darío Jaramillo Agudelo: Sólo el azar.
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