Las calles son testigos
de mi sonrisa. Los ojos prestos, susceptibles a la viveza que me rodea y trasmito.
Me piensan optimista, enérgica. Me ven ocupada, vital, llevando a cabo planes
elaborados, quejándome a veces de las ocupaciones que me impiden cumplir otros
acaso más placenteros. Bailo, río. Voy de acá para allá. No parezco de las que
se aburren o no tienen nada que decir.
No saben que cuando
llego a casa y me despojo de ropajes y tacones, cuando me refugio en la penumbra,
puedo por fin sentarme a escribir y dejar que salgan las palabras del club de
los tristes. Palabras desgarradas, sentimientos de zozobra, decepción e
incertidumbre. Una a una desgrano mi escritura en el cuarto oscuro, letras turbias, heridas,
dolientes, todas pertenecientes a la estirpe de los tristes a la que pertenezco.
Uol
La doble vida de los que sangramos palabras de noche para seguir sonriendo de día.
ResponderEliminarCierto. Lo que no sé es si calificarla de doble vida. Ése es un concepto que sugiere fingimiento. Y yo no siento que finja en ninguno de los dos casos. ¿Y si no es más que pura dicotomía, vital para existir o para sentir que algunos necesitamos?
EliminarPara mí también es dicotomía, una dualidad potenciadora. Pero si muestras a la sociedad dos caras (o más), siempre te preguntarán cuál es la "verdadera". Es comprensible, después de todo.
EliminarSi al final son las dos caras de la misma moneda...
EliminarBicos!
Para mi, escribir fue, durante muchos años una terapia. Al cabo de un tiempo me di cuenta de que tenía un efecto rebote negativo...
ResponderEliminarBicos.
¡Vaya! Para mí siempre es una satisfacción, me vacíe o no.
EliminarBicos!