Todos los hombres
piensan que conducen bien. Pero con algunos te dan ganas de tirarte en marcha.
En ti, sin embargo, era una certeza. Conducías suave y seguro, sin brusquedades
y con aplomo, no vociferabas a los torpes o lentos, no derrapabas ni hacías
giros inesperados, nunca tuve que agarrarme al asiento, podía dormirme con
total confianza.
Llegamos a Silos por la
tarde. Paseamos por la plaza del pueblo. Cenamos embutidos ibéricos y queso curado
en una taberna bajo los soportales. Nos mirábamos todo el rato, con la intensidad
del que espera que llegue lo bueno, la otra gula; con esa ansiedad de que el
tiempo vuele para irnos al hotel, con esa deliciosa sensación de espera,
disfrutando de la comida y del rioja, pero sabiendo que todo era el prolegómeno
del plato principal: sorbernos, comernos, amarnos en el pequeño cuarto del
hotel rústico de la plaza principal.
¡Te amaba tanto! ¡Te
deseaba tanto! Mi niño, mi pequeño, mi dios, mi vocación. Era incapaz de no tocarte
si estabas a mi lado, de pasar mi mano por tus caderas, por acercar mi hombro a
tu plexo solar, de deslizar mis dedos entre los tuyos para aferrar tu mano; de
olisquearte el cuello, de tocarte el paquete. Buscaba tus ojos todo el rato,
tus ojos verdes que me tenían hipnotizada; cambiaban de color según la luz y tu
estado de ánimo, ahora verde esmeralda, el verde del mar del Caribe; a veces
azul, a veces eran grises si los nubarrones de alguna preocupación los
entoldaba. Mi niño, mi amor, mi pequeño. Amarte, protegerte era toda mi
ambición. De la mano y con un puntito tras trasegar la botella de tinto, nos
fuimos al hotel. Y el deseo nos arrastró una vez más lento y denso, como viscoso
aceite que arrastra y envuelve, que impregna y suaviza, que sacia y nutre.
La luz mortecina se coló
en la habitación, pero remoloneábamos bajo las cobijas, nos hacíamos
cosquillas, nos volvíamos a dormir. Queríamos visitar el monasterio, el
claustro en particular era el motivo de aquella escapada. Fuimos a la ducha. Me
enjabonaste, te encantaba enjabonarme, hacer espuma y frotarme la espalda,
deslizar tu mano hacia mi pubis, oírme dar un respingo. Y yo te frotaba el
pecho, hacía espuma en tu paquete, acariciaba tu polla, los testículos, siempre
mirándonos como si fuésemos a perder la vista y quisiéramos fijar una última
imagen en nuestras retinas. Estábamos de nuevo cachondos. Entonces sucedió. El
reloj de algún campanario -acaso del propio monasterio- empezó a tocar las
campanadas de las horas y su sonido se coló por el ventanuco del cuarto de
baño. Tú me diste la vuelta. Y allí, contra los azulejos blancos de aquel
diminuto cuarto de baño de un anodino hotel, me embestiste siguiendo el toque
de cada una de las campanadas, once en total, tam tam tam tam... Una melodía de
carrillón para mis sentidos.
¿Cómo olvidar Silos? Dime, mi niño, mi pequeño ¿puedo acaso
olvidar Santo Domingo de Silos? ¿Puedo olvidar las campanadas de Silos?
Cómo olvidar una excursión así !
ResponderEliminarEs el inicio de un nuevo folletín?
¿La ruta de campanarios?
Tu prosa, como siempre, exquisita.
Besos
Ya ves que no la he olvidado.
EliminarPero no es un folletín, es real, míster Hermoso y Silos unidos para siempre. Aunque... Jajaja, hubo otras campanadas en Compostela al lado de la catedral con el número 2 que nos dejaron sin dormir las pocas horas que nos quedaban después de una noche memorable ayyyy
Gracias por el piropo.
Biquiños
A pesar de ser Ateo (gracias a Dios) me ha gustado :)
ResponderEliminarSí sí, gracias a Dios jejeje. La Iglesia tiene un patrimonio espectacular.
EliminarMe alegra que te haya gustado el relato. A mí vivirlo, ni te cuento! ;-)
¿Cómo está el patio por Silos, no? (Y no me refiero a las columnatas góticas del claustro) ;)
ResponderEliminarMuy buen relato Uol ¡Un beso!
¡Góticas no! ¡Románicas! Ay, como estoy hoy... Se ve que tengo que refrescar la memoria con el arte hispánico ¿verdad? :P
EliminarEl patio está en plena solaina jejejeje, dálle lume!!!!!!
EliminarQuerido, un lapsus lo tiene cualquiera, mientras no sea del tipo http://programademanolibre.blogspot.com.es/2012/12/lapsus-linguae.html