Yo querría ser arbotante,
pero me tocó ser contrafuerte.
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Contrafuertes y doble arbotante |
En las relaciones de
pareja -e incluso de amistad- a uno le
toca ser arbotante o contrafuerte. Cuando el arbotante y el contrafuerte se encuentran,
encajan y forman el soporte de una sólida bóveda. Pero el cuento no suele ser
así.

A veces hay dos contrafuertes
y chocan y chocan y la nave no se eleva. En otras son dos arbotantes y no
tienen asideros: se derrumban. ¿Y qué sucede cuando el contrafuerte quiere ser
arbotante? ¿Y los que siendo arbotantes se empeñan en ser contrafuertes? Algo
cruje, un arbotante no puede soportar solo el peso de una bóveda. Y aún es peor
cuando el contrafuerte tiene que
esconder que lo es (infinidad de
mujeres) u otros le atribuyen cualidades
de arbotante. Y allá que se va a los altos, mordiéndose la lengua día sí, día
no, fingiendo que desvía las fuerzas desde
el techo hasta la base del contrafuerte. Pobre fraudulento arbotante con mente de
contrafuerte, siempre al borde del motín, queriendo llevar las riendas, simulando
que no es quien soporta el peso de la construcción.
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Arbotantes y contrafuerte |
¿Y qué decir del arbotante
en el que han delegado el trabajo de contrafuerte (hombres, por ejemplo)?
Temblando allá en la base, no soportan la presión que se le viene encima,
siempre al borde del colapso, del ataque de nervios, de la huída escamoteada.
Existen mujeres
contrafuertes que, sabiamente, se han unido a hombres arbotantes; pero después
quieren que ellos se comporten como contrafuertes y pasar ellas a ser arbotantes, algo
que ni uno ni otro pueden hacer. Los temblores del edificio son continuos y los
moradores de la edificación viven con el miedo constante al terremoto final que
los sepultará. Es más fácil que el hombre contrafuerte encuentre a una mujer arbotante
que darse de bruces la hembra
contrafuerte con el macho arbotante que ella ansía.
Porque las mujeres contrafuertes admiran las cualidades del contrafuerte, y ya
hemos dicho que dos contrafuertes se estancan. Por eso muchas mujeres contrafuertes
fingen ser arbotantes, para poder ser elegidas, pero también muchas otras, cada
vez más, se pegan al muro, prescinden del arbotante y levantan solas su morada.
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Contrafuertes adosados al muro |
Algunos hombres arbotantes también fingen a veces ser contrafuertes, pero
siempre acaban siendo elegidos por mujeres contrafuertes que los han olido, con
lo cual el equilibrio de fuerzas es el correcto. Pero si el fingimiento es
grande y se empareja con una arbotante, el conflicto está asegurado: un
arbotante no será nunca el contrafuerte que la arbotante espera. Siempre el
edificio inestable, inseguro.
Existen leyendas que
hablan de unos seres que se convierten
en uno u otro caso según con quien se tropiecen, porque su meta es levantar la
iglesia sí o sí. Pero yo pienso que es una impostura, tienen alma de constructores
hasta que un día aflora su verdadero ser. Suerte será si coincide con el que un
día eligieron para su obra.
¿Y qué me decís de los
ambiciosos contrafuertes que deciden erigir una catedral? Necesitan de un
arbotante doble, uno sobre otro. Generalmente el primero lo necesitó para
avanzar en la obra, y ahora que se encuentra en las alturas se hace con otro más
joven y ligero para coronar la cima. Estos arbotantes van en paralelo y no se
miran, porque si eso sucede, el derrumbe de la cúpula está asegurado.
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Contrafuerte con doble arbotante |
Vista
toda esta complejidad, ¿aún os preguntáis por qué se derrumban anualmente tantas
iglesias?
En fin, para los que estáis erigiendo una bóveda y para los que ya la estáis soportando, ¡Feliz Día de San Valentín! :P
Uol
¿Y qué sois, contrafuertes o arbotantes?