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Cuatro pasiones de Uol Free |
Eros se manifiesta a diario. Ciertas personas necesitan guiarse por un sencillo programa de mano (libre)
miércoles, 28 de mayo de 2014
domingo, 25 de mayo de 2014
Desconcierto
jueves, 22 de mayo de 2014
Impotencia
La vida tan hermosa, tan salvaje, tan inhóspita, tan frustrante, tan inesperada, tan misteriosa la vida.
¡Oh, Dios!, ¡cómo me gustaría poder escribir ahora mismo algo grandioso, majestuoso, bestial, brutal, excelso para acompañarlo de esta música!, ¡Oh, Dios!
Uol
Verbena balcánica: Underground Cajesukarije Cocek:
martes, 20 de mayo de 2014
Alguna vez
ALGUNA VEZ
Luego asoma a mi
labio otra sonrisa
máscara del dolor,
y entonces pienso: -¡Acaso ella se ríe
como me río yo!
G.A.Bécquer
máscara del dolor,
y entonces pienso: -¡Acaso ella se ríe
como me río yo!
G.A.Bécquer
A veces, cuando sueño,
vivo las vidas inacabadas
que no tuve con alguno de ellos.
Y disfrutamos los viajes
que planeábamos hacer;
erigimos nuestra casa
en el campo o en la playa,
en la vega o en la montaña,
con perro o sin él.
En esos sueños repetimos
los pequeños rituales de cada uno,
seguimos
con nuestras anodinas vidas,
no hay interrupción,
no hay giro y quiebro.
¿De qué me quejo, pues, si tengo
esta vida y la que no llegué a vivir?
Me pregunto si ellos alguna vez
sueñan conmigo
y con esas otras vidas posibles
que no tuvimos.
Uol
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La niña Kizette durmiendo (1933) by Tamara de Lempicka |
jueves, 15 de mayo de 2014
Sexual coach
Querida señora Francis,
dos amigas mías, de diverso carácter y pelaje, han decidido en cuestión de dos
meses -y por separado- montar un negocio de entrenamiento sexual, o coach
sexual.
Lucía se acaba de
divorciar. Hace tres años nos contó que llevaba doce meses sin follar con su
marido (no sabemos si con algún no-marido lo hacía). Después dejó de hablar del
tema. No creímos que hubiese sido porque se solucionase el asunto, sino porque
le daba vergüenza ante si misma aplazarlo y aparcarlo, ya se arreglará, es un
bache, él cambiará, yo cambiaré, ellos cambiarán. Toda una conjugación verbal
que acabó en el participio rematado.
Noa, en cambio, no está divorciada. De momento no se ha casado. Es más joven, dinámica y aventurera que Lucía. Ellas no se conocen más que de oídas. Son amigas mías por diferentes vías. Noa siempre arrastra la etiqueta de "inestable". Los novios le duran poco más de un año. Ella alega que se cansa de poner más carne en el asador que ellos. Las colegas opinan que es muy exigente y una tarambana. A mí no me parece raro cambiar de rumbo si la nave no va ni a motor ni a vela y una se agota de remar, y decide desalojar la barca.
Pero al grano, doctora Francis, el hecho es que las dos han montado un negocio de coach sexual. Y yo, que sólo soy una observadora de la vida, me pregunto en mi supina ignorancia, ¿es que la gente necesita que le enseñen a follar? Porque yo siempre he pensado que eso se aprende con la experiencia, con el clásico ensayo-error.
¿De qué me sirve que el coach me diga introducir un dedo en el ano de tu pareja es altamente gratificante, si cuando me aproximo a la zona noto bloqueo en el susodicho y apertura desorbitada de sus ojos? Pues yo, sin coach de por medio, hago lo razonable, me aparto de la zona y me desvío a otras más placenteras, ergo, lección aprendida con este maromo.
Noa, en cambio, no está divorciada. De momento no se ha casado. Es más joven, dinámica y aventurera que Lucía. Ellas no se conocen más que de oídas. Son amigas mías por diferentes vías. Noa siempre arrastra la etiqueta de "inestable". Los novios le duran poco más de un año. Ella alega que se cansa de poner más carne en el asador que ellos. Las colegas opinan que es muy exigente y una tarambana. A mí no me parece raro cambiar de rumbo si la nave no va ni a motor ni a vela y una se agota de remar, y decide desalojar la barca.
Pero al grano, doctora Francis, el hecho es que las dos han montado un negocio de coach sexual. Y yo, que sólo soy una observadora de la vida, me pregunto en mi supina ignorancia, ¿es que la gente necesita que le enseñen a follar? Porque yo siempre he pensado que eso se aprende con la experiencia, con el clásico ensayo-error.
¿De qué me sirve que el coach me diga introducir un dedo en el ano de tu pareja es altamente gratificante, si cuando me aproximo a la zona noto bloqueo en el susodicho y apertura desorbitada de sus ojos? Pues yo, sin coach de por medio, hago lo razonable, me aparto de la zona y me desvío a otras más placenteras, ergo, lección aprendida con este maromo.
¿De qué me sirve que me
digan morder el glande de tu chico lo
pondrá en órbita, si cuando lo hago el pobrecico tiembla y me mira con
espanto? Pues nada, yo aprendo y no lo hago. ¿Que gime y ronronea? Pues sigo.
¿Que no? Pues a otra cosa y tan ricamente, que lo que se trata es de gozar, no
de pasar de la A a la Z del diccionario sexual quieras o no porque lo dice el
manual.
Supongamos que Luís va a las clases esas. Y le dicen que a las mujeres les excita muchísimo que les pellizquen los pezones y se los mordisqueen. Y un día liga conmigo. Pero a mí que me machaquen los pezones me da repelús y si siento presión de dientes, me entra la paranoia de la amputación y él, si es listo y quiere aprender (ensayo-error), se dará cuenta -mi mano en medio- de que, o baja la intensidad a puros lametones, o el rollo se detiene en seco. Ha aprendido. Y en otra lid verá que la moza se desgañita con los mordiscos y pensará a ésta sí le gusta, y obrará en consecuencia. Así es como se aprende, me parece a mí, doctora Francis. Porque las variables son infinitas, y lo que a mí me gusta, a otra no. Y lo que a él le pone, a otro no. Y de ahí vienen las frustraciones, que te han calificado con matrícula de honor en la materia Caricias eróticas, I grado (20 créditos) y suspenso en la vida real. ¿Y a quién reclamas? ¿Te devuelven el dinero del curso?
Supongamos que Luís va a las clases esas. Y le dicen que a las mujeres les excita muchísimo que les pellizquen los pezones y se los mordisqueen. Y un día liga conmigo. Pero a mí que me machaquen los pezones me da repelús y si siento presión de dientes, me entra la paranoia de la amputación y él, si es listo y quiere aprender (ensayo-error), se dará cuenta -mi mano en medio- de que, o baja la intensidad a puros lametones, o el rollo se detiene en seco. Ha aprendido. Y en otra lid verá que la moza se desgañita con los mordiscos y pensará a ésta sí le gusta, y obrará en consecuencia. Así es como se aprende, me parece a mí, doctora Francis. Porque las variables son infinitas, y lo que a mí me gusta, a otra no. Y lo que a él le pone, a otro no. Y de ahí vienen las frustraciones, que te han calificado con matrícula de honor en la materia Caricias eróticas, I grado (20 créditos) y suspenso en la vida real. ¿Y a quién reclamas? ¿Te devuelven el dinero del curso?
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Sexual coach |
¿Y qué pasa con las
mujeres que sólo han catado un hombre? Ésas que se casaron a los veinte y su
madrina les regaló un bono del cursillo Cómo
cuidar de tu esposo, y en el capítulo "Sobre los deberes conyugales"
pone esto y lo otro; y nada -o parte- fue así
y las pobres se preguntan ¿qué es lo qué falló? Ay, qué dudas, señora
Francis, porque es que yo no me veo en un taller mientras la profe me dice,
cierra los ojos, deja que tu compi, el calvito tímido de la esquina, te acaricie
las corvas; ahora tú tócale ese nabo blancuzco... Pues no, no me veo ¡con lo
sabroso que es el tropiezo furtivo de los cuerpos inesperados, desconocidas aún las pieles, cuando todo aún es posible!
A mí esto del sexual
coach me recuerda a la peli (¡ay, Barbra Streisand, últimamente te tropiezas
conmigo!) Los padres de él (Meet the Fockers), donde la Streisand era
terapeuta sexual de la tercera edad (¡qué divertida ella dando clases!) y ponía a
todos de los nervios con sus sugerencias, bien se veía que se había quedado
colgada en los años 70. La película es del año 2004, ¿no es un poco tarde ya
para este asunto? ¿No ha pasado de moda como negocio lo de los talleres de sexualidad?
Los jovencitos huyen de lo académico como de la peste y el resto preferimos aprender
solos.
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Los padres de él (Meet the Fockers) |
En fin, no me hagáis
caso, yo soy una de ésas que vaticinó que los centros comerciales, que
proliferaban como setas en mi ciudad, no tendrían éxito... y se han convertido
en parques temáticos de fin de semana. ¡Ojo que tiene una! :-P
Uol
domingo, 11 de mayo de 2014
Curiosidad
―... y entonces me acojoné.
― ¿Pero por qué?
― Me dijo que sentía curiosidad. Curiosidad. ¡Ella! ¡Curiosidad en la
época del
!
Uol
― ¿Pero por qué?
!
Uol
Curiosidad: s.f. Deseo de conocer lo que no se sabe.
Según Uol Free, dícese de la necesidad de establecer contacto para corroborar las expectativas originadas por una atracción del intelecto.
He decidido añadir un vídeo a esta entrada (el final es algo merengue, pero la idea está clara:)
He decidido añadir un vídeo a esta entrada (el final es algo merengue, pero la idea está clara:)
martes, 6 de mayo de 2014
POST- IT
Tenía un paquete de
post-it amarillos y con ellos le enseñaría el camino. Él era mi caballero andante y
rendiría su espada ante mí, o me la entregaría o me la ofrecería, daba igual,
pero era para mí. Ya sé que pensáis que ni caballero andante ni gaitas ni qué
niño muerto, pero qué, ¿me lo vais a discutir? He dicho que era mi caballero
andante y no hay más que hablar. Mío. A mi servicio, igual que en plena época
del amor cortés, y en eso estábamos, en pleno cortejo amoroso. Yo creía
entonces que planificar una velada amorosa con fanfarria, cascabeles y toda la
parafernalia era algo que hacían todas las parejas, y, enamorada como estaba,
perduraría per saeculan saeculorum, amén. Resultó que no, y ojalá lo hubiese
aprendido antes, o mejor que no, o me hubiese perdido yo toda una serie de
veladas planificadas con fanfarrias y cascabeles y velitas y aceites, y a estas horas
estaría resentida por no haber gozado de tales festejos, una amargada, hablando
en plata.
Así que allí me hallaba yo, con el mazo de post-it en una mano, el rotulador en la otra y la cabeza pergeñando qué escribir en los cuadrados amarillos, mientras mi cuerpo ya respondía solazándose de lo que se avecinaba. ¡Ay, este cuerpo mío siempre de avanzadilla! El cerebro ordenando a la vanguardia adentrarse en territorio del ensueño, a la tropa asegurar posiciones hilando sensaciones, advirtiendo a la retaguardia que se espabile para no perder el rancho.
Mi caballero andante tendría que superar unas pruebas si quería cobrarse el premio, eso estaba claro. Y el premio era yo. O no, no no no no no. El premio era que la dama rindiese su corazón al caballero, que ella, o sea yo, anudase mi cinta a su lanza; yo, su estandarte, su emblema, su gonfalón, su pendón, ¡uy, pendón!, bueno sí, qué coño, su pendón, también eso. Ya os he dicho que era yo entonces una joven enamorada y entregada, que hasta planificaba veladas con mucha fanfarria y cascabeles y atrezzo y velitas perfumadas y ungüentos y jengibre cual hurí del jardín de las delicias. Y ahora estaba con los post-it en la mano pensando qué órdenes escribir a mi caballero para que subyugase a la dama, o sea a mí, me yo conmigo.
Así que allí me hallaba yo, con el mazo de post-it en una mano, el rotulador en la otra y la cabeza pergeñando qué escribir en los cuadrados amarillos, mientras mi cuerpo ya respondía solazándose de lo que se avecinaba. ¡Ay, este cuerpo mío siempre de avanzadilla! El cerebro ordenando a la vanguardia adentrarse en territorio del ensueño, a la tropa asegurar posiciones hilando sensaciones, advirtiendo a la retaguardia que se espabile para no perder el rancho.
Mi caballero andante tendría que superar unas pruebas si quería cobrarse el premio, eso estaba claro. Y el premio era yo. O no, no no no no no. El premio era que la dama rindiese su corazón al caballero, que ella, o sea yo, anudase mi cinta a su lanza; yo, su estandarte, su emblema, su gonfalón, su pendón, ¡uy, pendón!, bueno sí, qué coño, su pendón, también eso. Ya os he dicho que era yo entonces una joven enamorada y entregada, que hasta planificaba veladas con mucha fanfarria y cascabeles y atrezzo y velitas perfumadas y ungüentos y jengibre cual hurí del jardín de las delicias. Y ahora estaba con los post-it en la mano pensando qué órdenes escribir a mi caballero para que subyugase a la dama, o sea a mí, me yo conmigo.
El caballero desciende
del corcel en las estribaciones de la cordillera que, cual mujer tumbada,
aparece accesible pero retadora ante su vista. Contempla al fondo las cumbres,
las vaguadas, quién sabe si se halla alguna laguna escondida a la vista. El
caballero, mi caballero, saca yelmo con cimera, que es él muy pavo, y ante los
pies de la sierra exclama "Pueda yo alcanzar cumbres tan elevadas y clavar
mi espada entregada". El primer post-it lo pego en mi pie derecho El caballero avanza a pie y bebe para tomar
fuerzas en las pocitas que allí manan. Él besa los deditos de mis pies, lo
ha comprendido perfectamente, mi cuerpo se estremece; pasa la lengua por el
empeine, rodea el tobillo y asciende muy lentamente. El post-it ha volado por los
aires, dinamitado, y mi caballero ha
avistado a lo lejos una nueva banderola que reclama su atención. Está adherida
a mi rodilla. Subir la montaña ha supuesto empeño, y alcanzada esta primera
cumbre, El caballero se inclina y, dando
gracias al cielo, besa el suelo. Sus labios hacen ventosa en mis rodillas,
me hacen cosquillas, me mordisquean. Plantado allí, ve mi caballero la vega que
allá abajo verdea frondosa y húmeda, y se le enciende la mirada y se propaga el
fuego. El descenso es rápido, va ligero, pero la quebrada lo desvía cual
desfiladero a un lateral, y por allí hace sus descansos ronroneando y frotando
el cabello negro de su hermosa cabeza contra mis ingles después de leer El caballero cepilla el caballo y le da de
beber. Pero es pronto para que un semental tan joven esté cansado, y el
caballero decide curiosear en la laguna. Por su cuenta y riesgo se asoma al
manantial, pero pegado en el interior del muslo descubre una nueva misiva Tente, insensato, quien bebe de esta fuente
ya nunca dejará de asomarse a su brocal. Tengo sed, dice, y se asoma al
abismo. Y bebe. Y bebe. Y vuelve a beber. Y la laguna se hace más húmeda, más
profunda y brotan arroyuelos que impregnan las tierras bajas. Y las fallas
internas comienzan su lento pero inexorable camino hacia el derrumbe de la
cueva. Más el caballero alza la vista y ve a lo lejos otro valle y unas suaves
colinas. Allá encamina sus pasos.
Un suave otero le permite contemplar el panorama. Subido al caballo, majestuoso y altivo, distingue una pocita diminuta. Trota alegre el corcel, que hociquea en el hoyo. La lengua entra y sale del ombliguito y las sensaciones provocan una suave marea, llanura ondulante y gozosa.
Un suave otero le permite contemplar el panorama. Subido al caballo, majestuoso y altivo, distingue una pocita diminuta. Trota alegre el corcel, que hociquea en el hoyo. La lengua entra y sale del ombliguito y las sensaciones provocan una suave marea, llanura ondulante y gozosa.
Y
brotarán de los volcanes nubes piroclásticas que aturdirán al caballero, pero
de su persistencia dependerá que florezcan nenúfares de ensueño. Y mi hombre se encarama a mis senos y su calor
y su aroma lo perturban, lo aturden, puro flujo volcánico, colada piroclástica
que le quema el rostro. Mas persevera con sus labios y nacen de las montañas
dos perfectas frutas rojas que él saborea con tanto ardor que los volcanes se
tambalean y amenazan con una nueva explosión. Previsto está que la lava queme
su lengua, pero avista un nuevo post-it en el cuello que él arranca de un
bocado.
Si hasta aquí habéis llegado, sabed,
caballero, que casi habéis coronado. Saciad vuestra sed en este pozo, que de la
gloria os halláis a un paso. Desciende mi amante ávido hasta mi boca y
bebiendo me da de beber, pues es aljibe que se renueva si la polea canta. Mi
tesoro, señora, mi tesoro, me susurra en la oreja. El tiempo apremia. No existe
el tiempo para los que aman, le digo, pero comprendo sus ansias. También mi capa
freática va en aumento, acuífero que se desborda, manantial imparable. Y para
allá que galopa mi caballero, libre y ardiente, loco y fiero. Y espada en mano,
ante tórrida gruta desciende. Quien en
esta cueva entra, no una sino mil veces se adentra, siempre incandescente y siempre
tributo deja con su simiente. Y mi amado penetra al llamado del tesoro, que
brilla ígneo y reluciente. Y tal como vaticinaba la leyenda amarilla, entra y
sale, sale y entra, provocando nuevos quiebros en las fallas subterráneas, desmoronamientos
de sucesivas placas, destrucción volcánica que nos aplasta, que nos arrastra en
rugidos violentos.
Mi caballero se deja caer
sobre mis pechos, los nenúfares apuntan al cielo. Busca en mi boca la humedad
que no halla en ellos. Mi tesoro se ha quedado dentro, me dice. Más tarde, a
por él regreso. Me río, niña feliz, juguetona, relamiéndome, pues sé que
buscará una y otra vez incansable su premio. Quedas nombrado caballero, le digo.
Y tú mi dama, dice antes de ocultar su
rostro en el hueco de mi cuello.
El suelo es un manto
amarillo de post-it, despojos de una feliz batalla. Sujetos con una goma los vi
un día, dentro de una caja.
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