lunes, 10 de febrero de 2014

¿Qué me pasa? (III)


(Puedes leer la primera parte de esta historia aquí y la segunda acá)

La sala de espera de la consulta era elegante aunque aséptica, como corresponde a la de un eminente  médico privado. Él, como buen arapahoe, ya no se fía de las señales de humor en el cielo, y ha decido apoquinar sus buenos dineros para consultar con un especialista del ramo, con buenas referencias y HOMBRE.

La señorita enfermera de edad indefinida lo llama.
Señor Fernández, ya puede usted pasar.

El médico tiene años suficientes para peinar canas de la vida y de la profesión. Eso lo tranquiliza, no quiere él a un chiquilicuatro.
A ver, siéntese en la camilla. ¿Dígame qué le sucede?
Verá usted, doctor, llevo semanas con una fuerte opresión en el pecho.
Bien, indíqueme dónde.
Aquí -y se señala con decisión un punto indeterminado entre el corazón y el plexo solar.
A ver, ábrase la camisa, por favor.
Sus manos no tiemblan. La camisa es similar a la de ayer y hace tres días, de igual factura y marca. Pepita debe haber abierto los ojales, piensa confusamente él.
El facultativo tiene el aspecto de ir a fumarse un puro en cualquier momento. Toma el fonendoscopio y lo ausculta. Él tiembla una vez más al contacto con el frío metal, pero el médico no lo calienta ni se disculpa. Él se remueve fastidiado en la camilla.
Pumpumpum   pum    pum    pum    pum   pu   pu   pu   pu    p     p    p 
¿Es usted hipertenso?
(¿Es que todos iban a preguntarle lo mismo? Debe ser parte del protocolo, sospecha él)
No... sólo tenso.
Si estuviese fumando el puro, el doctor tosería ahora con bronquio flemático.
¿Y algún otro síntoma aparte de la opresión en el pecho?
¿Le parece poca cosa? (¡Decididamente deben tener un  vademécum de preguntas para gilipollas y se creen que yo soy uno, buenos están todos éstos! ¡ja!)
Bueno... (si iba a pagar por la consulta debía explicarse mejor). A veces me río solo. A veces siento que floto.
El médico se pone las gafas de la presbicia y le manda sacar la lengua (¡coño,  esto es nuevo!)
Le palpa también los ganglios de la garganta y observa el blanco de los ojos (¡Si es que dónde esté la sanidad privada!)
¿Y cuándo sucede eso? -el médico lo mira por encima de las gafas.
Por las mañanas -vaciló-. A veces por las tardes. Y últimamente cuando me acuesto. La cama flota, me elevo. ¿Va a tomarme el pulso? Y le ofrece el brazo, que semejaba pesarle una tonelada.
El doctor asiente con la cabeza, parece cansado de su actitud. (¡Pues que se jorobe, piensa él, para eso le pago)
Le coloca el tensiómetro. Sus dedos gordezuelos están calientes.  Tiene las puntas de los dedos índice y corazón algo amarillentos. Ajá, fumador de puros -confirma él satisfecho de su intuición.
Fiiiiruuruurururu
Alta.
¡Qué novedad!
¿Ya lo sabía?
Desde hace tres días. ¿Qué tengo?
No se preocupe, nada raro. Pero para asegurarnos le haremos un análisis de sangre, un cultivo de orina y un electrocardiograma (¡Joderrrrrr, me va a costar una pasta!)
¿Es necesario?
Es para su tranquilidad.
Eso dicen todos -masculla entre dientes él.
¿Cómo dice?
Nada, nada. ¿Pero qué es, es grave?
No se preocupe, es bastante corriente. De entrada, le voy a recetar estas cápsulas de plantas medicinales que elaboramos en nuestro propio laboratorio, todo natural. Además tomará este tónico para el corazón; le dice al farmacéutico que se lo prepare al 5%. Si sigue mis instrucciones, se recuperará enseguida.
¿No estoy enfermo, pues?
Bueno, es relativo.
¿Relativo? -se sorprende él-. ¡O estoy enfermo o no lo estoy! -y no pudo evitar cierto tono de enfado en su voz-.  ¿Cuál es mi dolencia, si la hay? 
Repressio sexualem instincts. 
¿Eh?
Junto  con Exaltationem animi cupiditas carnalis, aumentado por curiosus feminam distat et inaccessibilis. 
Él puso cara de honda preocupación. ¿No tengo Enamoramiento repentino?
Puede llamarse así...
¿E intriguitis aguda?
¡Desde luego! Todo ello acentuado por la represión sexual de los instintos.
¡Manda güevos! -exclamó él-, y perdone.
De huevos va la cosa, sí -y el médico esbozó por primera vez una sonrisa.
Mire, aparte de los medicamentos expeditos, yo le aconsejo ayuntamiento carnal inmediato con hembra disponible o, en su defecto, manual sexus masturbationem. ¡Ya verá qué bien duerme!!
¿Y ya no flotará la cama?
Oiga, ¡eso ya depende de usted, de la parienta o de su impulso!

Salió de la consulta, no sabía si alegre o confuso.
La señorita de la puerta le pasó la minuta: 150 euros por la consulta, 37 por las cápsulas y  58 por el tónico. Le cobrarían aparte el electrocardiograma (400 euros) y el análisis de sangre (250) cuando los realizase.
Bueno... ya llamaré para concertar fecha -se escaqueó él espantado.
¡La sanidad privada estaba fatal! ¡Casi trescientos euros para decirle que se la endiñara a alguien o se la cascara! ¿Y para esto necesitaba alforjas?
(Puedes leer el epílogo de esta historia aquí)

(Esta trilogía fue escrita para J. F., con humor y amor)
Uol 


4 comentarios:

  1. Ja, ja, de esos síntomas padecemos muchos...!

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  2. Qué tío canelo!

    El chiquillo no tenía suficiente con que dos doctoras distintas le dijeran que lo que necesitaba era follar, no.
    Tenía que ir a una consulta privada, a ver a un Dr (hombre)

    Le tenían que haber sacado no 400, sino 4000 euracos y además, que su querido Dr de dedos gordezuelos se hubiera puesto guante de látex en esa mano (para una exploración "a fondo"), por lerdo.

    Abrazos

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    Respuestas
    1. ¡Te noto muy guerrero, Vlixes! jajajaja

      Cada persona tiene sus tiempos. Lo triste es que a veces no coinciden con quien uno quiere.
      Abrazos.

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