Estaba ordenando el
cajón cuando aparecieron hechos un gurruño en el fondo. Se le llenaron los ojos
de lágrimas y tuvo que sentarse. No eran más que unos calcetines grises
con pequeños corazones fucsias, pero lo representaban todo: su mundo acogedor y
sus intenciones. Los apretó absurdamente contra su cara y lloró.
Primero le regaló el mundo en forma de versos y después alivió el dolor de sus talones. Así era él.
Primero le regaló el mundo en forma de versos y después alivió el dolor de sus talones. Así era él.
Non teño nadiña contra Philip Glass; pero o Baúl das Lembranzas, de Karina (u-ú-uuuu), víñalle que nin pintado á historia dos calcetíns de corazonciños fucsias...
ResponderEliminarChousa, non deixes o lirismo só para o teu blog!! ;-)
EliminarBicos
A veces el destino nos envía estas señales de alguien que nos acompañó en el pasado.
ResponderEliminarUnas veces lloramos, otras reímos, nos emocionamos, cabreamos... C'est la vie!
Abrazos
¿Señales?
EliminarLa vida y sus puñeteros carruseles...
A peza non está mal, éche unha mistura do clave ben temperado de Bach e da Sonata Claro de Luna de Ludwig Van, e se ámba-las dúas me gustan, ista tamén. Respeito os calcetís... ¿son dises que chejan ó nocello, ó xeonllo ou á coxa? Os últimos son os mellores pra mín :-P.
ResponderEliminarUn bico no nocello.
Glass é un mestre.
EliminarO tamaño dos calcetíns queda entre el mais eu. Pero tomo nota das túas preferencias hahaha, o mundo é un parque temático e nunca faltan montañas rusas.
Erótico bico o teu!