Toniño permanecía callado, pero
miraba expectante el bullicio de la gente que iba y venía apresurada y con
gesto adusto por la explanada del muelle. A él no le interesaban los viajeros
sino los marineros, hombres curtidos que desde cubierta realizaban faenas que
él no sabía interpretar, lanzaban cuerdas más gruesas que sus piernas de un
lado a otro, mucho más grandes y robustas que las que usaban los canteros allá
en su aldea, que ya es decir. Lois, a su lado, no parecía sin embargo fijarse
en nada de su alrededor, ensimismado desde el día anterior, cuando al rayar el
alba, aún de noche en el valle, partieron en el carro de Etelvino hasta la
villa, donde se subieron al tren que los dejó a mediodía cerca del puerto. Toda
la mañana estuvo Lois de acá para allá con papeles que no
comprendía entre las manos. Y Toniño no se despegaba de él, arrastrando su maleta de cartón y
madera, temeroso de perderse entre aquel gentío que, como ellos, subiría al día
siguiente al barco que los llevaría a América. Un primo segundo de su padre los
reclamaba desde Argentina. Les ofrecía trabajo, incluso pagó la mayor parte del
pasaje; su madre vendió la junta de bueyes y el carro para el resto. Ahora, por fin, las
carreras de ventanilla en ventanilla habían cesado. Toniño sentía hambre, todo
el día con un único trozo de pan y de chorizo en la barriga. Pero la cara de
preocupación de Lois impedía que se quejara o manifestara disgusto. Su hermano
parecía haberse hecho mayor de repente. No parecía el mismo que un mes antes le
daba collejas y le llamaba parviolo,
pero después jugaba al fútbol con él en el patio de la casa.
Lois miraba al infinito, más
allá de las grúas, del gran trasatlántico atracado y de los almacenes que
desbordaban movimiento y bullicio. Se sentó derrotado en la maleta, preso de un
gran cansancio. Toniño, sin embargo, miraba todo con admiración: el mar azul
petróleo que se movía pesado en el borde del muelle; los estibadores portando
pesados fardos y gritándose unos a otros, las gaviotas disputándose el pescado
tardío que los barcos de bajura acercaban a puerto.
Más allá, al fondo de la
explanada, un almacén inutilizado acogía a emigrantes como ellos. Varios curas
confesaban a quien quisiera. Se escuchaban lloros y lamentos. Lois no quiso
quedarse allí. Iban a oficiar una misa. Arrastró a Toniño hasta el límite
permitido de paso al barco. Y allí se quedaron mucho rato. Toniño no se atrevía
a preguntar nada desde que, asombrado, mencionara aquellas enormes cuerdas y
Lois le respondió de mala gana que no eran cuerdas sino cabos.
Una mujer mayor bien vestida,
acompañada de una muchacha, se acercó por la derecha y preguntó algo en voz muy
baja al guardia que protegía la zona de acceso al barco. El guardia le indicó
algo a su espalda y la señora y la chica se alejaron.
Fue entonces cuando Lois habló
por iniciativa propia en todo el día:
−Xa nunca lle direi a Rosiña quérote−. Toniño no supo qué decir−. Nin vou foder en ti todos os días. (1)
Toniño, por un extraño
instinto, de pronto comprendió e intentó animar a su hermano mayor.
−Pois aprenderemos a dicilo en
castelán.
−Xa− dijo lacónico Lois−. Pero
non é o mesmo. (2)
(−Ya nunca le diré a Rosiña te quiero−. Toniño no supo qué decir−. Ni voy a follarte todos los días.
Toniño, por un extraño
instinto, de pronto comprendió e intentó animar a su hermano mayor.
−Pues aprenderemos a decirlo en
castellano.
−Ya− dijo lacónico Lois−. Pero
no es lo mismo. (2)
A todos os que partiron e non volveron.
A tantos corazóns rotos pola distancia e o olvido.
Uol
Programé esta entrada. No pude cambiarla.
ResponderEliminarAyer ocurrió una tragedia horrible en un tren a la entrada de Santiago de Compostela.
DEP todos los fallecidos. Fuerza para los heridos.
Odio a Tánatos.
la vida será más fuerte cada día.
ResponderEliminar¡Es tan frágil la vida!
EliminarPero seguimos, seguimos caminando. Con o sin fuerza.
He llegado a ti por el blog de Humberto Dib.
ResponderEliminarmuy buen hallazgo.
saludos
carlos
Gracias por tus palabras y por tu visita.
EliminarHD es un buen contacto desde el que llegar :)
Saludos.
Este relato tiene muchas cosas: me metió tanto en el clima que deseé que fuera más largo, que formase parte de una novela que estuviera leyendo. Los personajes merecen más vida, ¿no has pensado en darle más vuelo?
ResponderEliminarEl final me encantó, a mí que me gustan los idiomas y tuve que aprender una lengua que no es la materna, me llegó.
Un fuerte abrazo.
HD
Hubo miles y miles de Toniños y Lois que partieron para no volver. Y Rosiñas que esperaron en vano.
EliminarTengo una historia familiar muy peculiar que merece una historia. Quizás algún día la cuente.
Un abrazo.
Cuántas cosas quedan pendientes de decir en todas las despedidas !
ResponderEliminarPor no apenar más ese momento, por ahorrar lágrimas propias o del otr@, guardamos las palabras para otro momento...
que a veces no llega nunca.
Enhorabuena por la estupenda recreación
Un abrazo
A veces ni se sabe que las palabras están ahí, agazapadas.
EliminarUn abrazo!