Volver
atrás. Recuperar aquellas sensaciones. Quiero.
Pero
ya nada es igual.
Mis
cicatrices no son marcas de nada. Míralas. ¿Para qué sirven? Para nada valen.
El precio que pagué por ellas ha sido un despilfarro, qué derroche de sentimientos.
Vanos. Todo vano. Pudriéndose. Efímero.
Inerte.
Mira
mis escarificaciones. Tú las hiciste, las diseñaste incluso. ¿Y para qué? Marcas que ya no significan nada, sin
sentido, perdido todo fundamento. Que las borre el viento, hojarasca a su
merced, arrebolada, ilusoria. Pero no puede ser, aquí están, indelebles,
imborrables, recordándome una y otra vez lo que fui y ya nunca seré. Triste
recordatorio de una vida malograda, desperdiciada en sentir lo suficientemente
profundo como para ganar una nueva pústula, el estigma que me señala como una
estúpida loca que busca en el espejo siquiera el tenue rastro de lo que un día
fue la vida.
Uol
Música: Wim Mertens, banda sonora de El vientre de un arquitecto de Peter Greenaway.
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