Hace
tiempo que no me convocas para contarme una de tus historias, Lou. Así que debo
inducir que se trata de algo importante. No, no creas, bueno,
quizás... Tampoco es que tenga que tenerte al día de mis miserias y sequías. No
soy el parte meteorológico. Vale, lo que digas, desembucha.
Tendría que remontarme
a... No empecemos con tus digresiones, al
grano, que te conozco. Es que los antecedentes son importantes. Vaaale. No pongas esa cara, está bien,
abrevio, pero luego no empieces a interrogarme por cabos sueltos. Uol resopló, como siempre. ¡Dudar así de su
capacidad detectivesca! No tiene remedio.
Hacía un par de meses que
no salía de juerga: temporada de trabajo, invierno lluvioso, pocas ganas y
alicientes, pero sobre todo una amiga que estaba en fase pasional con su última
conquista y que era con la que yo más salía habitualmente los fines de semana.
Así que llevaba mucho tiempo sin verlo, muchos
meses en realidad. ¿A quién? Uol se
embala. Te jodes, ahora no pienso aclararte nada. No haberte saltado el
prólogo. Uol finge enfurruñarse pero se
recupera enseguida. ¡Buena es ella! Ya, un fichaje al que controlas, pero con el
que nunca has hablado. Y seguramente del tipo que te mira y remira y no dice
esta boca es mía. Fichaje de lejos. Un lento. Ya sabéis por qué a veces la estrangularía.
Un tímido, precisé. De los que te ponen a
cien, añadió ella, que me conoce mejor que yo misma. A mil, apostillé yo. Y
sí, mirada clavada, pero nada más. Y no coincidimos en los bares más que de pascuas en ramos. Casado o con pareja. Y sólo sale los viernes o sábados "de chicos",
peña de pachanga o similar. Me largo, ya que lo sabes todo. No, no, no, porfi, cuéntame, please. Me
pone Uol esos ojillos de lánguida gatita
escondiendo las uñas. Temo yo sus zarpazos más que el pastor un nublado. En
fin, me ablando enseguida.
Más bien creo que
solamente coincidimos en ciertos locales, y que los encuentros quedan al albur del
destino y la casualidad, y ésa no es muy amable conmigo últimamente. Un día lo vi en un bar de la zona de vinos con un par de amigos y una
pareja con un bebé. Hablaban y en un determinado momento la pareja se despidió
y él le dio un besito al bebé, que estaba en brazos de la chica. Imaginé que
era la hermana, el cuñado y el sobrinito. Me pareció un hombre tierno y cariñoso.
Ya está la peliculera ésta. Pero, chica, ¿por
qué fabulas así? ¿Y tú por qué eres tan positivista? No sé, en todo caso la casualidad y tú os
lleváis extraordinariamente bien, porque te pasa cada cosa... No respondo y
pongo mi cara de ultimátum. Ella bebe y calla, precavida.
En resumen, después de meses en plan hogareño acudí a una cena con colegas del trabajo. El restaurante estaba ubicado en una parte de la ciudad que no suelo frecuentar. ¡Con decirte que tuve que buscar en el google maps el local y no lo encontraba porque no estaba registrado el nombre! Lo habían reformado hacía poco y les habían dado buenas referencias a la organizadora. Como no me gusta llegar tarde en plan reinona y tampoco puedo alegar tener que "acomodar o gando", suelo ser puntual. (Explicación para los no gallegos: acomodar o gando significa literalmente preparar al ganado para la noche: se encierra a los animales en el establo, se les echa hierba seca (xestas) para formar la cama, se les provee de forraje o comida, lo habitual. En sentido figurado, en Galicia decimos acomodar o gando, cuando las mujeres dejan a sus hijos cenados, en cama, y al marido también acomodado, es decir, con la intendencia doméstica solucionada porque tiene que salir. No digáis que no tiene su pullita la expresión).
Entré en el restaurante
diez minutos antes de la hora. Lo vi frente a mí nada más atravesar el umbral.
Literalmente me dio un vuelco el corazón. Creo que se me dilataron hasta la pupilas. Y juraría que
a él le pasó lo mismo, porque, no es ya que me reconociera, of course!, sino que pareció quedarse
perplejo. Ya está ésta con sus
fabulaciones. ¡Que te calles, coño! Uol retrocedió. Sabe que si me cabreo puedo medirme
con ella. Estaba sentado a la barra, rodeado
de amigos, algunos de pie. No había nadie de mi grupo y me fui a la otra
esquina de la barra. Hacía una pequeña ele. Él giró la cabeza siguiéndome sin
ningún disimulo. Me senté en un taburete, pedí una caña de 1906. Un par de minutos
después, dos de sus amigos giraron la cabeza hacia mí, ellos sí con disimulo.
Pensé si él les habría comentado algo. ¡Anda
ya!, explotó Uol. Son tíos. Ven a una
mujer sola en una barra de bar y miran. Ni siquiera hace falta que estés buenorra,
no te emociones. Ya imagino, ya. Y
gracias por el espejo. Pero, sigue, sigue. Uol no se deja
alcanzar por mis dardos.

Yo ni siquiera
saboreaba mi cerveza, como suele decirse unas
me iban y otras me venían. ¡Anda que si un día publicase mis historias y me
tuviesen que traducir a otros idiomas qué traballiño
les daría a mis traductores con tanta frase hecha, dichos populares, jerga
y expresiones coloquiales! ¿Pero a quién
le iban a interesar tus relatos, tontiña? Claro, claro, si aún fuesen las
tuyas, doña Uol, con tus conquistas y polvazos. Yo soy una dama y jamás contaría mis andanzas, Lou. Esta Uol
siempre se sale con la suya. A lo que
iba, las miradas se cruzaron otra vez, y otra. Yo rezaba para que mis colegas
se retrasasen. Sentada en aquel taburete no sabía qué hacer. Entonces él se levantó
y le oí decir, se dirigía al camarero claro está, ponme un mencía, un Ladairo. ¿Cliente habitual? Entonces vi con sorpresa que cogía
unas muletas. Se dirigía al
servicio.

Tenía un tobillo vendado, sin
escayola, el pie al aire, sin calcetín. Pachanga
futbolera de finde, ya te lo decía yo. Ni
me molesté en contestarle. El jersey se le subió un poco al apoyarse en las muletas,
de ésas con apoyo en los antebrazos. Vi un poquito de su abdomen, así, lisito, con
algo de vello, y salivé. Mi corazón tam tam tam tam llamando a Eros, llamando a
Eros. ¿Qué hago, qué hago? Uol ponía los
ojos en blanco, harta de mi indecisión. Bebí otro trago y me armé de valor. Uol
me miró con emoción. ¿Te marcaste un Uol?,
me preguntó. Ni caso. Cuando regresó del baño me miró de nuevo, estaba en su
trayectoria, y le pregunté con todo el morro. ¿Qué te ha pasado? Y él con toda
naturalidad: rotura de ligamentos. Latoso, dije. Él se detuvo frente a mí y me
lancé, perdona que te haya abordado así, pero es que tengo la sensación de
conocerte de algo, me resultas familiar.
Sonrió tímidamente Pum Pum Pum. ¡Eeeh!!?
¿Le dijiste esa chorrada? Uol, la implacable. Entonces mi chico tímido me
preguntó con la mirada algo baja ¿Le dices eso a todos los lesionados? No,
respondí, sólo a los que tienen rizos, y ojos y nariz grandes. Se rió, algo
ruborizado. ¿No creerás eso que dicen?, me preguntó. ¿Qué cosa? Que el tamaño
de la nariz es proporcional a... otros tamaños. ¡Mira para el timidito!, se rió Uol. Déjame ver tu mano. Vaciló un
segundo, pero se apoyó en el pie sano (¿cuál era el herido?, ay Dios, no recuerdo)
y me la ofreció. La sujeté suavemente sobre mi palma. La amplitud de tu mano me
dice que no iba a tener queja al respecto. Su carcajada brotó clara y espontánea. Me
derretí allí mismo. Bueno, bueno, eso habría que verlo. Mi cara de boba
respondió por mí. Pero en ese instante se abrió la puerta y entró la primera de
mis colegas, toda sofocada, porque creía que llegaba la última. Era de las del
sector gando. Él se retiró entonces a
su lugar y yo me quedé mirándolo por encima del hombro de mi compañera, con una
interrogación en la mirada, con una ilusión en el corazón. Él me devolvió la
mirada y nació en mí una luz, una esperanza que... Olvídate, masculló Uol. Ya estás tú! Y tú con tus fantasías. Que te olvides, te digo. Es un tío, le dices eso
y no te pide el número de teléfono ni una cita. Olvídate, está casado, tiene
novia o es gay. Bueno, en los dos
primeros casos hasta te pediría el teléfono, no te digo más. Uol y sus
teorías. Oye, no todo el mundo es atrevido como tú. Yo no soy atrevida, veo la realidad, a todas horas, con todo el mundo.
Estupideces. No era el momento, las circunstancias... La circunstancia es que le estabas ofreciendo tu cabeza en bandeja de plata
y él se retiró a sus cuarteles de invierno, con sus amigotes, su pachanga
traicionera y su cerveza. Vino
tinto. Lo que sea. Olvídate. No es para ti.
En el mejor de los casos, es un indeciso. No sé qué tiene Uol contra los indecisos que
no los traga. Pero yo los comprendo muy bien.
Ni que decir tiene que
me pasé la cena in albis, no me enteré
de ná, ni siquiera cuando a los
chupitos llegaron algunos jugosos cotilleos. Yo estaba con mi cojito bailando
un agarrado de los de antes. Para bailes
estaba él, el pata palo, ironizó Uol. Puta mierda, puta mierda,
exploté yo. Esa boquita, Lou, me
recrimió Uol. Perdón, ya sabes que soy
muy educada y con vocabulario más que extenso, pero no me digas que para el caso, el registro vulgar es el más
adecuado. Y fácil de comprender en su
intenso matiz, se burló Uol concesiva.

Ay, amigos! ¿Qué
pensáis de todo esto? Estoy que no vivo y Uol se burla de mí. ¿Es cierto que mi osada entrada en campo minado ha resultado en vano? ¿Crucé las líneas enemigas y salvé los escollos sólo para descubrir que me pasé de frenada y vuelvo a estar en terreno neutral?
Uol