lunes, 4 de mayo de 2015

Maratón (sexual)




Nos metimos en la cama sin cenar un viernes a las nueve de la noche y, salvo las pertinentes visitas al baño y unas urgentes -y bastantes breves, todo hay que decirlo- a la cocina para hidratarnos y reponer fuerzas, no salimos de ella hasta el domingo a las tres de la tarde. Un maratón sexual. No quiero ni pensar el tiempo que hacía que no me sucedía tal cosa. Y no es que la cantidad supla a la calidad, pero, ay, si se conjugan ambas es para echar fuegos y tañer campanas. Y así fue.

A mí tanto arrebato sexual me afloja, entre otros pistones, los del corazón, y me pongo particularmente melosa, mimosa, excitada y con ganas de más. Me retroalimenta. El sexo pide sexo. ¿No estás cansada? No, los orgasmos me activan, me erotizan, me provocan el deseo de querer sentir eso otra vez, una vez más, otra más. Acabas conmigo, me matas, dijo.  No lo vi en modo de rendición ni estaba yo dispuesta a boicotear mi pieza. Bebe un zumo, tiene muchas vitaminas. Joder con la niña, ¿de dónde sacas tanta energía? De ti, claro.  El sexo activa partes de mi cerebro que segregan sin parar sustancias adictivas.


Es lo único malo de tanto sexo, que también segrego sustancias parecidas a la oxitocina que las parturientas excretan -la naturaleza así lo dispone por si falla la razón- para amar a sus crías. Después de ese maratón sexual, yo lo miraba como al osito de Mimosín, era mi sátiro y era mi cachorro. Alto, alto, Lou, aquí todo es pasión, stop a las miradas lánguidas, a las caricias con las yemas de tus dedos por su fibrosa espalda; alto, no sigas acariciando en la penumbra de la noche sus caderas, la curva de sus nalgas con la palma de tus manos. ¿Y si no duerme y te siente? Stop, no pases el ápice de tu lengua por su cuello, no hundas tus dedos entre sus rizos, no busques su sexo laxo y dormido, no te pongas tierna, es la oxitocina.  

¡Ay, ya es tarde!, como una riada, esa droga se desbordó desde la hipófisis y circula desbocada por mi torrente sanguíneo. ¡Alto, stop, date la vuelta, duerme!, estás a un paso de caer en la trampa, no eres tú, no es lo que quieres, es la droga del sexo; si sigues acariciándolo con esa ternura caerás en la celada del enamoramiento, el lazo asfixiante del amor. Frena, es un trampantojo. Lo deseas, estás desbordada, anegada de neuropéptidos hasta las trancas, es un aluvión; nada que digas ahora es real, cose tus labios, sella tu boca, ni se te ocurra decirlo, ni siquiera en la certeza de que él duerme, calla. Después de tan formidable maratón sexual no la cagues ahora forzando un control antidoping. Lou, calla, súbete encima y cabálgalo de nuevo. No te torpedees a ti misma. ¡Tú lo que quieres es seguir participando en estos extenuantes maratones, así que fóllalo y no la jodas!


Uol

4 comentarios:

  1. Me ha hecho recordar muy buenos fines de semana... esto si que es manera de desconectar de la rutina semanal y disfrutar del tiempo. Excelente relato Uol.

    Un beso.

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    1. Yo estos "fines de semana" siempre los siento como nuevos, así no recuerdo los del pasado. Y espero que se sigan repitiendo ;-) Energía no me falta, chico, nada me hace recargar las baterías igual.
      Bicos.

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    2. ¡A mi me pasa lo mismo, ésto me recarga la batería y no al contrario!

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