miércoles, 22 de junio de 2011

La caja

         No pudo evitar sentir cierta ansiedad durante dos días. Aunque lo sabía imposible, fue corriendo a abrir el buzón al día siguiente para comprobar si tenía el aviso de correos. Sintió cierta decepción al verlo vacío, aún a sabiendas de que era inútil comprobarlo. Al tercer día su espera concluyó. Allí estaba el aviso que la conminaba a recoger la caja en las oficinas centrales. Con el corazón acelerado comprobó que nada indicaba el contenido del envío. Respiró aliviada y sonrió con nerviosismo tonto, como niña responsable pillada en una travesura impensable. Subió al piso y comió sin dejar de mirar el papelito que hacía realidad su deseo.

            Por la tarde subió al coche y se acercó a Correos. Había tal movimiento en la calle que no pudo aparcar en doble fila como tenía previsto y se vio obligada a dirigirse a un aparcamiento público cercano. Tomó un número y aguardó impaciente su turno. Cuando la pusieron sobre el mostrador y le hicieron firmar el recibí, le echó una rápida ojeada, de nuevo temerosa, a las letras del embalaje. No parecía haber nada extraño. Voló hasta el coche y miró y remiró el papel marrón. Nada especial, embalaje corriente y discreto. Tuvo que reñirse a si misma para llegar a casa respetando las más elementales normas de tráfico. Reprimió su deseo de abrir la caja inmediatamente. Se deleitó imaginando el momento de hacerlo, más tarde, hacia medianoche.

            Se desnudó lentamente, se miró en el espejo y se gustó su reflejo. Ya no era una chiquilla, era cierto, pero ahora sabía.

            Arrancó el papel de estraza y el plástico brillante emergió. Caray, qué grande, exclamó. No se había hecho idea de las proporciones aunque seguro que el tamaño estaba detallado en las especificaciones. Se ve que no había prestado atención a ese detalle. Lo tomó entre sus manos. Le gustó el tacto. Le dio la risa floja por la forma, algo infantil. Le dio vueltas, comprobó la base. Menos mal que las compré, un paquete de ocho, no sé cuánto durarán. Fue hasta el baño y lo lavó, cuidando de no mojar la base. Lo secó casi con ternura y comprobó si funcionaba. El tenue sonido llegó al tiempo de la intensa vibración.

            Se lo llevó a la cama. Puso la velocidad fuerte y lo aproximó a su entrepierna. Tembló, un escalofrío placentero le recorrió el cuerpo. Despacito lo pasó por las ingles, los labios, lo apretó entre sus muslos. Sintió mucho calor. Lo acercó al clítoris y un espasmo la sorprendió ahogando un  gemido, por Dios, qué intensidad, qué rapidez.  Su vulva parecía abrirse ante aquel masaje desconocido, algo presionaba dentro de si queriendo escapar; siguió moviéndolo según le indicaba su propio cuerpo. Su vagina estaba húmeda de tal modo que el vibrador resbalaba y se escapaba. Ella se revolvía, se agitaba. Una fina capa de sudor perlaba sus sienes. Lo introdujo un poco y sintió como un temblor interior, pero regresó a su clítoris hinchado, tan sensible que casi no soportaba el contacto del vibrador. La presión se hizo insoportable y el orgasmo llegó intensísimo y devastador, del clítoris por la médula hasta explotar en su cabeza. No quiso esperar y continuó, no soportaba el contacto, tan sensible y excitada estaba, pero perseveró y el segundo orgasmo llegó de forma casi dolorosa, provocando un grito largo y bronco. Dios, estaría así hasta la eternidad, pensó. ¿Será abusar? Ja ja ja, qué coño, es mío y hago lo que me da la gana. El tercero tardó un poquito más, pero afianzó la idea de que podría encadenar orgasmo tras orgasmo con apenas un par de minutos de diferencia.  Miró el vibrador con agradecimiento, casi con amor. Qué siestas, qué tardes, qué noches me esperan con este mi amiguito: directo, rápido y efectivo.

Uol Free

7 comentarios:

  1. Es el mejor amigo de una mujer. ¡Nunca falla!, sólo es necesario tener pilas en casa ja ja ja

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  2. Sí, sí...esta ternura con la que lo miras antes de guardarlo...estas expectativas que guardas al saberlo allí, esas ganas, ese ritual, ese momento tuyo y sólo tuyo en el que eres libre, libre de todo, en el que no cabe la verguenza ni la impaciencia...esos momentos en que sabes que tienes pilas nuevas y lo dejas morir para sentir ese último orgasmo y luego las renovas y todo vuelve a la normalidad...muy buen relato!!

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    1. Esa excitación con sólo saber que lo vas a usar... Igual que una cita pero con la ventaja de que sabes que va a acabar bien, mejor que bien, triunfando.
      Gracias, me alegro que te haya gustado.

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  3. Yo es que soy más raro que la hostia. Cualquier tipo de plástico es imposible de ponerme. En fin, qué se le va a hacer...

    Un abrazo tembloroso.

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    1. Pero quizás a tu pareja le dé mucha satisfacción incorporaralo a vuestras actividades.
      Y la vibración en la base del escroto parece que da mucho gustito, eso me han dicho.

      Si el plástico no te pone nada, ¿a qué el abrazo tembloroso?

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  4. Si a cualquier pareja que he tenido le da gusto o no incorporarlo, adelante. Yo hablo por mí exclusivamente, soy de carne, lo demás me parece demasiado artificial. Supongo que seré una excepción ;-)

    No he entendido la pregunta

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