lunes, 31 de octubre de 2016

Derecho a roce

Derecho a roce

Si algún día perdiese el privilegio
de ocupar el rincón de tus sueños
y el aliento escondido de tu cuerpo,
si me relegas al papel de amigo
querría que aceptaras unos puntos
para dulcificar ese despido
a modo de indemnización amable.
Si me defenestraras como amante
quisiera conservar ciertos derechos
sin yugos ni cadenas, sin argollas,
como el de, por ejemplo,
quedar para una charla
sin entrar a violar intimidades.
Alguna noche tibia, en primavera,
podríamos cenar e irnos de copas,
echar un bailecito, como amigos,
y cogernos las manos fríamente
sólo por exigencias de la música.
O cogernos las manos, si se tercia,
al cerrar nuestro encuentro, cerca el alba,
con un abrazo ciego, en homenaje
a la pasión perdida.
Ya sabes que tendrías un apoyo
y que te ofreceré encantado el hombro
si algún día te vieras deprimida
para que llores cuanto te parezca.
Sería deseable, con tu venia,
en cada despedida, como amigos,
acoplar nuestros labios un momento
sin prisa y, por supuesto, sin deseo.
Si algún día te aburres
podríamos subir una montaña,
ir al cine, al teatro,
hacer manitas, siempre como amigos,
palparnos las caderas como ahora,
chuparnos las orejas,
y yo despertaría
la rosa titilante entre tus muslos
con besos en tus párpados mojados.
Aunque vivas tu vida
y nuestros mundos sean muy distintos,
cualquier día futuro, si quisieras
con la misma ternura y entusiasmo
con que ahora como amante te penetro
cuesta tanto alcanzar la confianza
entre dos corazones
podría penetrarte, como amigo.


Román Piña: Café con amazonas. 2002

sábado, 15 de octubre de 2016

Avenirse




El médico le preguntó qué es lo que le haría cambiar de opinión para desear quedarse. 

Sabía la respuesta, pero fingió pensarlo. Siempre lo había sabido.

―Me quedaré mientras haya música que bailar y libros que leer. 

Uol 

Avenirse: Verbo prnl. : Amoldarse, hallarse a gusto, conformarse o resignarse con algo.




miércoles, 12 de octubre de 2016

La verdad de los borrachos




Va por delante que estoy ligeramente ebria. Con la comida, un arroz con mariscos que he hecho (no puede llamarse paella porque la paella valenciana no es así y a mí no me gustan las judías en el arroz),  he trasegado tres copas de Ribeiro de un blanco cosechero delicioso, después un chupito de licor café (no se dice licor DE café) y  tres cafés solos con gotas de aguardiente blanca (casera también). Así que tengo una ligera euforia alcohólica que me pone muy cachonda. El alcohol potencia ese efecto en mí, debe activar y poner en ON unas células ya de por sí locas perdidas. Con todo, ya no recuerdo la última vez que me emborraché. Hace años, porque no bebo el suficiente alcohol para alcanzar ese nirvana: cuando salgo de copas y baile bebo en la  cena mis vinitos, pero después ya no tomo copas porque suelo tener que conducir y soy respetuosa con las leyes, aunque después veamos cómo se las salta todo quisque. Yo soy de las ingenuas que siguen creyendo que las fuerzas de seguridad del Estado están para proteger a los ciudadanos, no de los que piensan que hay elementos oscuros que se las saltan de modo infame (qué miedo polis y guardias civiles supuestamente violadores de mujeres que regresan solas a casa en fiestas, receptores de mordidas en la explotación de mujeres, informadores del narco, etc.  ¿Quién  vigila a los vigilantes?). En fin, soy ingenua (sí, reíros) creo en la buena gente (aunque no confío), y quiero pensar que si me tienen que ayudar, me van a ayudar, no a violarme y a grabarme para colgarlo en la red diciendo que la manada se protege. En fin, estoy algo ebria, pero no como para no poder teclear, evidentemente después tendré que corregir este caos de mayúsculas y minúsculas, siempre activo la tecla de las mayúsculas cuando tecleo apresuradamente y tengo que corregir todo.

Hoy es un día festivo, 12 de octubre, y yo tendría que pasarme la tarde en la cama o en el sofá follando sin parar, que es lo que más satisfacción me produce además de leer, escribir y bailar, no necesariamente en ese orden, pero la puta vida es como es. Y no siempre tengo a alguien que me quiera o a quien yo quiera, me desee o yo lo desee, que hay quien separa ambas cuestiones, yo nunca lo he tenido muy claro. Es decir, yo qué sé, cuando deseo intensamente y me siento plena en el sexo me enamoro de alguna manera, hasta que me desenamoro. Y a veces me enamoro de la película que me monto y después el sexo no es como pensaba y me desenamoro en un plis plas. Y eso me jode mucho, porque de repente me noto diferente. Diferente a las personas que aceptan, transigen, perdonan, se conforman. En fin, espero poder corregir bien este texto, porque en pantalla están saliendo letras que no sé quién las ha escrito, hala, otro lingotazo de licor café.

Cuando deseo, deseo en demasía. Creo que no lo soportan, lo creo, sí.  Hay que besarse mucho, lo leo en la prensa, en los diarios, -los periódicos se han convertido en cotilleos de sociedad-  como si yo no lo supiera y llevara a cabo, y encima a mediodía no hacen más que emitir películas de amor difícil que acaba bien, mis amores nunca son difíciles, simplemente no me dan lo que necesito. (¿Lo doy yo?)

Y qué necesito, necesito alguna droga que me altere continuamente la emoción, la imaginación, en realidad es sencillo, sólo que no he encontrado a alguien  como yo, a mi igual. Sé que hay teorías sobre que si los parecidos se repelen, que si los contrarios se atraen. No sé, con los muy diferentes no tengo cosas en común, tienen un sentido del humor que no comprendo, que me hace sentir insegura, como si no hubiese tierra bajo mis pies. Y si son muy iguales, me chirrían, no sé,  me suena falsa la armonía.

¡Parezco tan segura! O lo parecía. Me he vuelto mayor, el tiempo vuela, me han llegado a decir que impongo, pero eso me lo dijeron cuando tenía 26 años. Ahora ya soy mayor, pero sigo teniendo 26. Y sigo sin comprender. ¿Qué necesito? He llegado a entender, a comprender y a aceptar que cuando deseo estoy pendiente de alguien, me siento indefensa, débil, incluso enferma de ansiedad. Y cuando estoy sola es cuando me vuelvo fuerte, nada me da miedo. Bueno, la muerte, ya lo sabéis, pero cada vez la veo como más cercana, está ahí, sin más (el alcohol, of course)

Mi vida es plena, soy feliz, y sin embargo, podría amar más y mejor (bueno, más); podría seguir amando, deseando. Estoy algo ebria, y lo único que deseo es un cuerpo que acariciar, una piel que besar, un cabello en el que enredar mis dedos o, vale, una calva que acariciar, en fin, ya ni eso importa.

Yo me siento bien. No necesito a nadie para ser feliz, nunca lo he necesitado. Y por eso mismo podría haber hecho a alguien muy feliz. Y yo serlo todavía más. Y pasó. Una vez. Y dos. Tres. Cuatro. Dicen que no hay quinto malo. Me gustaría comprobarlo.

Ahora mismo me imagino seduciendo a uno con el que he intercambiado media hora de  charla. Nada más. Bueno, ya lo conocía de muchos años atrás. Ha sido jodido, yo lo miraba porque me gustó cuanto entré en aquel pub y él me miró. Es de esos hombres, pocos, con los que yo me puedo sentir pequeña sin sentirme acorralada o amedrentada. Pero resulta que él me miraba porque me conocía de hace, digamos, quince años atrás, y yo no lo reconocí. Joder, que no me miraba porque le gustase (¿o sí? Esa repentina timidez que mostró...) sino porque me reconocía.  Me abordó, me dejó en shock. Fui algo brusca (mi coctelera, que diría Ramiro Sancho, se percató de todo eso, no es que yo le guste, es que me reconoce; se estará preguntando por qué lo miro; viene a hablarme, se da cuenta de que yo, en cambio, no lo he reconocido; era un muchacho entonces y yo ya una chica, etc.). Apartó la mirada varias veces con timidez y eso me puso a cien (joder para la leona que llevo dentro), pero las circunstancias nocturnas nos llevaron a la despedida. Pensé que nos volveríamos a ver pronto, pero han pasado los meses y  no hemos vuelto a coincidir.  Y mi imaginación hace tiempo que vuela y vuela y vuela y vuelve a volar. Si hubiésemos vuelto a coincidir  y charlar, y tomado café, cañas, copas, intercambiado teléfono y compartido cama, seguro que nada de esto hubiese pasado y no estaría pensando en él tras beberme tres Ribeiros blancos, un chupito de licor café y tres cafés solos con gotas de caña.

Pero entonces ¿qué sería la vida?

Un puro y yermo erial.

Uol, ya menos ebria. 


Licor café gallego
 

viernes, 7 de octubre de 2016

Plan B



Él sólo pretende conquistarla, salvar su resistencia, llevársela a la cama, acariciar aquella piel que parece suave y sin imperfecciones, follar, eso es todo.

Ella sabe lo que él pretende,  y no le parece mal. Porque lo que ella quiere es gozar y largarse después de desinflar el ego de aquel prepotente.

Ninguno sabe qué ha sucedido en realidad. Se han mirado largamente. Ella era una pieza de caza; él una muesca en su culata, un fulano al que bajar los humos. Pero a él le invadió una extraña laxitud, sintió una exasperante ternura cuando vio aquellos labios carnosos que temblaban con el deseo; ella sintió pereza de largarse de la cama en cuanto recuperó la respiración, le pareció que la mirada de él era suave, incluso tierna.

No tenían Plan B.

Así que, sin saber qué hacer o decir, se tomaron de la mano bajo las sábanas. 

Uol