martes, 23 de junio de 2015

Noche ardiente de San Juan




Hermitas piensa que es una locura, que me arriesgo mucho, pero ¡qué sabrá ella! Ella nunca ha experimentado la fuerza del amor. Este amor que yo siento por Abdón es tan intenso que nada es imposible. Yo sin él no puedo... no puedo continuar. No he conocido más besos que los suyos y no pienso en otra cosa desde aquella verbena: en sus manos morenas buscando mis pechos. Entonces lo supe claramente, ya durante la misma procesión, cuando con las otras mujeres seguía con el cirio en la mano al San Amaro y lo vi al otro lado del atrio, sus ojos tan negros clavados en mí, sentí las rodillas de manteca, sentí el mismo calor que cuando bebo aguardiente para aliviar el dolor de muelas. Eso es él para mí desde entonces, dolor y calor; placer y temor; dicha y miedo. Supe en la procesión que ése era el día. Y sentí mucho calor, sí.  Cuando los feligreses regresaban a casa para la comida festiva, mientras otros se acercaban a la carballeira para desplegar una manta y comer en el suelo al lado de los míseros puestecillos de quesos y chorizos, empanadas y pan de maíz, yo me dirigí a la fuente. Abdón me hizo un gesto. Después de semanas de charlas en los caminos (¿cómo me encontraba en mis idas y venidas a la huerta, a buscar el pan, al gallinero, a la iglesia, al lavadero, a remendar las redes, a repartir las sardinas?), reconocí en ese gesto una nueva determinación. Supe ese día que las manos de Abdón no se resignarían a apartarme el pelo de la cara, a rozarme la muñeca como si me tomase el pulso, buscando el latido de mi sangre bajo la piel. Y supe que yo no lo evitaría. Cuando me salió al encuentro, lejos de miradas acusadoras, me condujo a la caseta donde Agapito antaño guardaba sus aperos de labranza, vacía desde que partió a Argentina. Una carta envió a su madre al llegar. Después silencio. La anciana murió hace dos inviernos y nunca en diez años dejó de salir al encuentro del cartero cada semana.

Ese día, en aquel galpón, apenas un techado cubriéndonos, me enamoré locamente de Abdón. Yo sabía que Abdón era un buen hombre, trabajador y cumplidor. Cuarto hijo de la prole de nueve de Obdulia y Odilo. Era pobre, sí, como todos. Pero robusto, honrado, trabajador. Tendríamos hijos sanos, seríamos felices. Abdón era sanguíneo, apasionado. Al ser yo huérfana, es normal que no le pidiese a nadie relaciones conmigo. Hermitas dice que bien podría habérselas solicitado a mi tío Manuel, para formalizar así el noviazgo, pero Hermitas es muy zonza, una beatona. No entiende de pasión y urgencia. ¿Qué sabe Hermitas de las manos gigantes de Abdón subiendo por mis costados, alcanzando mi cuello, bajando a mis pechos? ¿Qué sabe Hermitas de besos sofocantes y apretujados contra árboles, paredes y vallados?

Además Abdón me lo dijo aquella primera vez, que me quería, que ninguna otra le gustaba como yo, que nos casaríamos.

Pero es casi verano y no ha vuelto a hablar del tema.

Hermitas dice que no me fíe. ¡No sé para qué le cuento nada, es tan boba! Pero ¿con quién voy a hablar? ¡Estoy tan sola! Y Hermitas es buena amiga, no le ha ido con el cuento a nadie y no ha vuelto a insistir en que me confiese. ¡Ni que la boba fuese yo! No me fío un pelo de don Saturnino por mucho secreto de confesión al que se deba según dice Hermitas. Ese hombre no me gusta, siempre colorado, secándose el sudor frente a las mujerucas; siempre con mirada de peixe podre. ¡No, ni palabra de esto! Si voy al infierno, pues voy. Abdón se merece hasta mi condenación eterna.

Lo que no le he contado a Hermitas es que yo pensaba que a estas alturas ya estaríamos casados. Sobre todo pensaba que Abdón me preñaría y haríamos como todos: casarnos enseguida en la misa del alba con sus padres de testigos. Y seríamos felices. Pero la visita me llega todos los meses. Algo debe hacer Abdón para evitarlo ¡Si yo soy joven y sana! Y él... ¡él es un toro, virgen santa! ¡Qué sofocos, qué empuje! Siempre quiere, ay. Abdón consigue que se me vaya la cabeza, sólo quiero sentirlo sobre mí, besándome y apretándome. Nunca querré a nadie como a Abdón, y por mucho que diga Hermitas que los hombres aman a muchas mujeres... ¿qué sabrá ella de hombres, si no sale de misa de cinco? Claro, como ella no tiene que trabajar desde el alba al ocaso se le da por barruntar estupideces. ¿No ha llegado a insinuar que si no es con Abdón habrá otros con los que casarme? ¿Otros? Nadie, nadie más que Abdón existe para mí. Fue entonces cuando lo pensé. El ritual. Lo sorprendente es que Hermitas no cree en esto, ¡tan beatona ella y no cree en el ritual! Creencias paganas, dice. Pero lo que le preocupa es mi determinación de darle un hijo a Abdón. ¿Y si se echa atrás?, se asusta. Ella no sabe cómo me busca y me reclama Abdón, cómo me enamora. Ella no conoce a un hombre como yo, qué va a saber de necesidades y urgencias. A todo le ve pegas, todo son dilemas para ella, así nunca se va a enamorar. Pero yo sé qué debo hacer para que Abdón se quede conmigo.

Lo cité tarde con la excusa de que habría gente por la plazuela; al principio él protestó porque había quedado en llevar aguardiente a sus amigos por ser noche de fiesta, pero en cuanto supo qué quería de él se le incendiaron los ojos y prometió que  a las once a más tardar estaría en la playa. Por la tarde subí a rezarle a Nosa Señora da Area, y le pedí a la Virgen éxito en mi propósito, ella lo comprendería, era Madre. Dejé a los pies de la imagen tres velones y el rosario de madera que me había regalado mi madrina en la Comunión, poca cosa era, pero nada tengo.

Ermita A Nosa Señora da Area, A Lanzada, Pontevedra, Galicia (España)

Después regresé a casa y me lavé el cabello y lo até en una trenza de la que prendí ramitas de romero, trébol e hinojo. Puse mi enagua más blanca y encima sólo el mantón, los pies descalzos. Me ardía la cara, me brillaba la piel. Sentía que amaba y deseaba a Abdón como nunca hasta ese momento.


Él llegó a las piedras pasadas las once y media, ya sin claridad en el horizonte. Si reconoció el lugar, nada dijo. Le noté en la boca el sabor del aguardiente. Me deshizo la trenza, el cabello castaño ondulado; lo asió un momento entre sus dedos para tirar de él y atraerme de nuevo a su boca. Sentí su cuerpo caliente, su hombría latiendo, sus brazos rodeando mi cintura, apretándome contra sí. Abdón, mi Abdón. Fui osada y me apreté más si cabe a su cuerpo, buscando mis oquedades sus vértices, amoldando mi cuerpo al suyo. Introduje mi mano en su pantalón y él gimió. Aquello estaba gordo y duro. Hacía dos semanas desde la última vez que pudimos encontrarnos y Abdón estaba muy burro, muy animal. Resoplaba contra mi oreja, me mordía el cuello. A berce da santa era incómoda, aquellas piedras eran duras y ásperas por mucho lecho divino que dijesen que era. Ni se me había ocurrido traer unas mantas, aunque tampoco habría resultado fácil esconderlas de miradas chismosas. Por suerte la noche era muy cálida, el clima había sido muy benévolo desde hacía un par de semanas: la temperatura era alta por el día con un calor como hacía tiempo no se experimentaba en las Rías al principio del verano. 
Berce da Santa, A Lanzada, Pontevedra (España)

Pronto estuvimos desnudos sobre aquella cama pétrea. Me senté sobre el sexo de Abdón y me moví como un instinto ancestral me indicaba. Abdón gemía y me decía meiga. Subí y bajé, oscilé, ondulé. No sé cómo sabía moverme así. Abdón me agarraba el trasero con ambas manos, lo asía con tal fuerza que me hacía daño, tendría sus marcas mañana. La piedra debía hacerle daño, porque se volteó y me puso debajo. Me alzó las piernas y siguió penetrándome con empujes secos y violentos. Yo no percibía como me lastimaba la espalda y el cuello, porque estaba poseída de un frenesí incontrolable al saber -porque sabía, yo sabía-, que en aquella noche mágica y en aquel lugar sagrado, engendraríamos a nuestro hijo. Cuando noté que Abdón iba expulsar su simiente, lo aferré con toda la fuerza de mis brazos para que no se apartase, y lo besé susurrando meu amor, meu amor. Después cayó sobre mi cuello, exhausto.


Abdón parecía haber bebido más de la cuenta cuando llevó el aguardiente a sus amigos, porque quedó en silencio, sumido en un sopor extraño. Hasta en eso tuve suerte, la Virgen me ayudaba. Hermitas hubiese dicho que en qué quedábamos, si era cosa de santos o de paganos, pero ¡qué sabía yo, y qué puntillosa ella!
 
Playa de A Lanzada, Pontevedra, Galicia, España

Me acerqué pues a la orilla sin que Abdón reaccionase, la luna casi llena estaba en lo alto. Ya era el día de san Juan, y entrando en el agua dejé que las nueve olas milagrosas alcanzasen mi vientre. Con la última me sumergí del todo pidiendo un hijo, un hijo nuestro que nos uniese con un lazo indestructible. 


Playa de A Lanzada, Pontevedra, Galicia (España)


Un mes más tarde Abdón pisaba el muelle del Parrote para embarcar en un vapor de la Compañía Trasatlántica Española destino a Cuba. Tenía pasaje desde hacía casi tres meses pero no había dicho nada, ni siquiera a Isaura. Sus padres al enterarse le preguntaron por ella. No puedo llevarla, dijo. Y no añadió nada más.




Él me amaba, sé que me amaba. Hermitas me mira con compasión, piensa que se ha burlado de mí, lo piensan todos, me miran con lástima o con enojo, pecadora lasciva, pero me da igual. Ya todo me da igual. Sé que no volverá a por mí, como dijo. Puedes casarte por poderes, dice Hermitas, la pobre mira mi vientre hinchado y quiere ofrecerme una esperanza. Ella no sabe que después de Abdón ya no habrá nadie más, no lo habrá. Sólo mi niño. Él y yo solos en el mundo.

Uol
[...]
Este vaise i aquel vaise,
e todos, todos se van.
Galicia, sin homes quedas
que te poidan traballar.
Tes, en cambio, orfos e orfas
e campos de soledad,
e nais que non teñen fillos
e fillos que non tén pais.
E tes corazóns que sofren
longas ausencias mortás,
viudas de vivos e mortos
que ninguén consolará. 

Rosalía de Castro: "Pra a Habana" de Follas Novas (1880)

Éste se va y aquél se va,
y todos, todos se van.
Galicia, sin hombres quedas
que puedan trabajar.
Tienes, en cambio, huérfanos y huérfanas
y campos de soledad,
y madres que no tienen hijos
e hijos que no tienen padres.
Y tienes corazones que sufren
largas ausencias mortales,
viudas de vivos y muertos
que nadie consolará.
(Traducción al español de Uol Free)

Playa de A Lanzada (Pontevedra)


Vídeo de presentación.

Dedicado a las siempre olvidadas "Viudas de vivos".

15 comentarios:

  1. Uf... desde luego ha merecido la pena ¡y con todo lujo de detalles! Realmente logras llevarnos hasta esa playa de Galicia.

    Besos Carnales.

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    1. Me alegra que te haya gustado. Esa playa es fabulosa.
      Bicos.

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  2. Pobre!
    Algo se le escapó del ritual, algún fleco suelto provocó que sólo una parte de sus deseos se cumpliera.
    Besos

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  3. Hola Uol, nueva por aquí...
    Y llego en un día de ritual... de noche de magia... de Meigas en tu tierra, de Xanes en la mía...
    Me ha gustado mucho como has narrado esta historia, cargada de detalles que hacen muy fácil imaginar cada momento como si de una película se tratase... Algo falló en ese ritual como dice Ulyses, algo salió mal...
    Ambientado en una playa preciosa, he estado allí y es un paraíso...
    Besines...

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    1. Buenvenida, Perla.
      Gracias por tu interés. Espero que vuelvas por aquí.

      Como ya le he comentado a Vlixes, no falló nada en el ritual. Hay que tener cuidado con lo que se pide. Ella pidió un hijo que la uniese para siempre a Abdón. Y eso tuvo. Él siempre será elpadre de su hijo. No pidió que él estuviese por siempre a su lado. Error supremo el suyo.Y el de muchas. Pero mi intención era solidarizarme con la viudas de vivos, mujeres separadas de su amor por la emigración. Por desgracia hoy existen millones de mujeres que siguen siendo viudas de vivos. En Galicia nada ha cambiado, sólo que ahora él está en Munich, London, París, Dublín...

      Bicos, tu tierra es también hermosísima, la conozco bien.

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  4. Me ha encantado cómo termina.

    Esa noche es muy especial. Me entusiasma nadar achispado, viendo el reflejo de las hogueras en las paredes del acantilado que rodea la playa, y sobre el agua negra, y el vaivén de la gente alrededor de ellas.

    Toda la noche tuve en mente cierta canción de 1972 que no llegaron a poner mis amigos: "What game shall we play today" de Chick Corea y Flora Purim. Es un temilla cautivador de estilo brasileño.

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    1. Imagino que la parte que te encanta como termina será el apasionado encuentro y no el deliberado abandono. :(
      Buscaré esa canción.
      Bicos!

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    2. Todo el relato me gustó, pero sobretodo el hecho de que me resultase imposible intuir el modo como se le iba a alejar el ser amado, pese a que se veía venir que ella quedaría como madre soltera, y la manera en que lo enlazas con esa triste realidad de las "viudas de vivos" que comentas luego. Inesperadamente, el relato adquiere un trasfondo social, que lo hace ser sentido como no tan ficticio. Eso es algo que me maravilla, teniendo en cuenta que también está ahí tu calidad para colorear cada párrafo con variedad de pequeños detalles de la vida cotidiana que le dan realismo.

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    3. Gracias, Cristian, me sobrevaloras, pero me animan tus palabras.
      Las viudas de vivos lo eran casi literalmente. Los hombres querían dejar a sus novias la esperanza del regreso y se casaban antes de partir. A veces ya con hijos a cargo. No sé en cuantos casos sería con la confianza de regresar o hacerlas llamar a su lado, pero en realidad las ataban de por vida con un vínculo entonces indisoluble. No podían rehacer su vida abiertamente. Si tenían otra relacion al cabo de los años, no podían casarse, no todos los posibles pretendientes aceptaban esto, sus hijos serían ilegítimos. Mientras tanto ellos, perdidos en las vastas Pampas, o en las zafras de Cuba ¿a quién rendían cuentas? Nada se sabía de ellos. Y para las gentes de allí lo que contaba es que estaban allí y trabajaban. Se daba por supuesto que podían haber dejado novia o familia, pero se obviaba. Miles fueron bígamos. Formaron otras familias y olvidaron a las de aquí.
      Son las viudas de vivos, los huérfanos de vivos. Vilipendiadadas por sus vecinos si se unían a otros hombres, rehenes de sus familias y de suegros y cuñados, que vigilaban el honor del hijo/hermano ausente. Ysi aquéllos morían en la emigración, ni noticias daban, no había control de las personas. Un horror.
      Es un tema que me emociona y me subleva.

      Buen verano!

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    4. Sí, sería un infierno. Intentar educar a la sociedad es casi como darse cabezazos contra un muro. En mi pueblo ya hay varios cientos de musulmanes, y ahora piden que se cierre un día a la semana la piscina municipal para que sólo puedan ir sus mujeres, que de otro modo no pueden bañarse, porque no pueden enseñar tanta carne en público. Y según ellos, eso sería tolerancia hacia su creencia. Pero si tú vas a cualquier país islamista, cuidado con ir contra sus costumbres. Y ellos vienen aquí a cambiar las nuestras, a islamizarnos poco a poco, y a intentar que al final sean las occidentales quienes se adapten al burka, y quizá a la ablación. Salimos de una religión y caemos en otra, y las mujeres siempre son las mayores víctimas.

      Espero que también estés pasando un buen verano. Yo, dentro de unas horas, reanudo el Camino de Santiago, por Cantabria, con dos amigos y otros dos conocidos.

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    5. La imposición de credos y costumbres siempre ha conllevado desgracia, odios y atraso.
      Los inmigrantes m.usulmanes huyen de sus países pero algunos quieren que los países de acogida se adapten a ellos. Tendrán q adaptarse ellos al nuevo país. Son terribles paradojas. Otros huyen de m.aras y sectas y al llegar a un país donde se puede pasear tranquilo por las calles, crean otras. O terror.istas que atacan el sistema, pero quieren ser juzgados con las garantías de ese sistema q quieren dinamitar. Pero el ser humano es así. Homo homini lupus. Yo no espero gran cosa. Por suerte hay personas nobles, entregadas, que estudian, trabajan, investigan... Contra viento y marea, a pesar de trabas, zancadillas y olvidos. Contra gobiernos q no los subvencionan y los echan, pero q cuando enferman van corriendo a buscar ayuda extranjera.
      La esperanza está en la buena gente. Y hoy en día las familias no educan a su prole para ser buena gente sino para ser el perfecto cantón corrupto, estafador y ladrón.

      Buen Camino. Cantábrica es preciosa.
      Bicos

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    6. Quería decir el perfecto cabrón.

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  5. El milagro de las olas durante la noche más corta... o más larga, según se mire ;-)

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    1. Cuando se está bien, las noches siempre se hacen cortas, Manolo, jejeje

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