lunes, 29 de junio de 2015

El yo



Descuidado de sí
por un instante
el yo
rodando va que mengua
hacia su centro

siempre desvelado
en cambio
el ojo que retiene

las hebras     (a su
ovillo)


Chantal Maillard: La herida en la lengua. (2015) Tusquets editores.

martes, 23 de junio de 2015

Noche ardiente de San Juan




Hermitas piensa que es una locura, que me arriesgo mucho, pero ¡qué sabrá ella! Ella nunca ha experimentado la fuerza del amor. Este amor que yo siento por Abdón es tan intenso que nada es imposible. Yo sin él no puedo... no puedo continuar. No he conocido más besos que los suyos y no pienso en otra cosa desde aquella verbena: en sus manos morenas buscando mis pechos. Entonces lo supe claramente, ya durante la misma procesión, cuando con las otras mujeres seguía con el cirio en la mano al San Amaro y lo vi al otro lado del atrio, sus ojos tan negros clavados en mí, sentí las rodillas de manteca, sentí el mismo calor que cuando bebo aguardiente para aliviar el dolor de muelas. Eso es él para mí desde entonces, dolor y calor; placer y temor; dicha y miedo. Supe en la procesión que ése era el día. Y sentí mucho calor, sí.  Cuando los feligreses regresaban a casa para la comida festiva, mientras otros se acercaban a la carballeira para desplegar una manta y comer en el suelo al lado de los míseros puestecillos de quesos y chorizos, empanadas y pan de maíz, yo me dirigí a la fuente. Abdón me hizo un gesto. Después de semanas de charlas en los caminos (¿cómo me encontraba en mis idas y venidas a la huerta, a buscar el pan, al gallinero, a la iglesia, al lavadero, a remendar las redes, a repartir las sardinas?), reconocí en ese gesto una nueva determinación. Supe ese día que las manos de Abdón no se resignarían a apartarme el pelo de la cara, a rozarme la muñeca como si me tomase el pulso, buscando el latido de mi sangre bajo la piel. Y supe que yo no lo evitaría. Cuando me salió al encuentro, lejos de miradas acusadoras, me condujo a la caseta donde Agapito antaño guardaba sus aperos de labranza, vacía desde que partió a Argentina. Una carta envió a su madre al llegar. Después silencio. La anciana murió hace dos inviernos y nunca en diez años dejó de salir al encuentro del cartero cada semana.

Ese día, en aquel galpón, apenas un techado cubriéndonos, me enamoré locamente de Abdón. Yo sabía que Abdón era un buen hombre, trabajador y cumplidor. Cuarto hijo de la prole de nueve de Obdulia y Odilo. Era pobre, sí, como todos. Pero robusto, honrado, trabajador. Tendríamos hijos sanos, seríamos felices. Abdón era sanguíneo, apasionado. Al ser yo huérfana, es normal que no le pidiese a nadie relaciones conmigo. Hermitas dice que bien podría habérselas solicitado a mi tío Manuel, para formalizar así el noviazgo, pero Hermitas es muy zonza, una beatona. No entiende de pasión y urgencia. ¿Qué sabe Hermitas de las manos gigantes de Abdón subiendo por mis costados, alcanzando mi cuello, bajando a mis pechos? ¿Qué sabe Hermitas de besos sofocantes y apretujados contra árboles, paredes y vallados?

Además Abdón me lo dijo aquella primera vez, que me quería, que ninguna otra le gustaba como yo, que nos casaríamos.

Pero es casi verano y no ha vuelto a hablar del tema.

Hermitas dice que no me fíe. ¡No sé para qué le cuento nada, es tan boba! Pero ¿con quién voy a hablar? ¡Estoy tan sola! Y Hermitas es buena amiga, no le ha ido con el cuento a nadie y no ha vuelto a insistir en que me confiese. ¡Ni que la boba fuese yo! No me fío un pelo de don Saturnino por mucho secreto de confesión al que se deba según dice Hermitas. Ese hombre no me gusta, siempre colorado, secándose el sudor frente a las mujerucas; siempre con mirada de peixe podre. ¡No, ni palabra de esto! Si voy al infierno, pues voy. Abdón se merece hasta mi condenación eterna.

Lo que no le he contado a Hermitas es que yo pensaba que a estas alturas ya estaríamos casados. Sobre todo pensaba que Abdón me preñaría y haríamos como todos: casarnos enseguida en la misa del alba con sus padres de testigos. Y seríamos felices. Pero la visita me llega todos los meses. Algo debe hacer Abdón para evitarlo ¡Si yo soy joven y sana! Y él... ¡él es un toro, virgen santa! ¡Qué sofocos, qué empuje! Siempre quiere, ay. Abdón consigue que se me vaya la cabeza, sólo quiero sentirlo sobre mí, besándome y apretándome. Nunca querré a nadie como a Abdón, y por mucho que diga Hermitas que los hombres aman a muchas mujeres... ¿qué sabrá ella de hombres, si no sale de misa de cinco? Claro, como ella no tiene que trabajar desde el alba al ocaso se le da por barruntar estupideces. ¿No ha llegado a insinuar que si no es con Abdón habrá otros con los que casarme? ¿Otros? Nadie, nadie más que Abdón existe para mí. Fue entonces cuando lo pensé. El ritual. Lo sorprendente es que Hermitas no cree en esto, ¡tan beatona ella y no cree en el ritual! Creencias paganas, dice. Pero lo que le preocupa es mi determinación de darle un hijo a Abdón. ¿Y si se echa atrás?, se asusta. Ella no sabe cómo me busca y me reclama Abdón, cómo me enamora. Ella no conoce a un hombre como yo, qué va a saber de necesidades y urgencias. A todo le ve pegas, todo son dilemas para ella, así nunca se va a enamorar. Pero yo sé qué debo hacer para que Abdón se quede conmigo.

Lo cité tarde con la excusa de que habría gente por la plazuela; al principio él protestó porque había quedado en llevar aguardiente a sus amigos por ser noche de fiesta, pero en cuanto supo qué quería de él se le incendiaron los ojos y prometió que  a las once a más tardar estaría en la playa. Por la tarde subí a rezarle a Nosa Señora da Area, y le pedí a la Virgen éxito en mi propósito, ella lo comprendería, era Madre. Dejé a los pies de la imagen tres velones y el rosario de madera que me había regalado mi madrina en la Comunión, poca cosa era, pero nada tengo.

Ermita A Nosa Señora da Area, A Lanzada, Pontevedra, Galicia (España)

Después regresé a casa y me lavé el cabello y lo até en una trenza de la que prendí ramitas de romero, trébol e hinojo. Puse mi enagua más blanca y encima sólo el mantón, los pies descalzos. Me ardía la cara, me brillaba la piel. Sentía que amaba y deseaba a Abdón como nunca hasta ese momento.


Él llegó a las piedras pasadas las once y media, ya sin claridad en el horizonte. Si reconoció el lugar, nada dijo. Le noté en la boca el sabor del aguardiente. Me deshizo la trenza, el cabello castaño ondulado; lo asió un momento entre sus dedos para tirar de él y atraerme de nuevo a su boca. Sentí su cuerpo caliente, su hombría latiendo, sus brazos rodeando mi cintura, apretándome contra sí. Abdón, mi Abdón. Fui osada y me apreté más si cabe a su cuerpo, buscando mis oquedades sus vértices, amoldando mi cuerpo al suyo. Introduje mi mano en su pantalón y él gimió. Aquello estaba gordo y duro. Hacía dos semanas desde la última vez que pudimos encontrarnos y Abdón estaba muy burro, muy animal. Resoplaba contra mi oreja, me mordía el cuello. A berce da santa era incómoda, aquellas piedras eran duras y ásperas por mucho lecho divino que dijesen que era. Ni se me había ocurrido traer unas mantas, aunque tampoco habría resultado fácil esconderlas de miradas chismosas. Por suerte la noche era muy cálida, el clima había sido muy benévolo desde hacía un par de semanas: la temperatura era alta por el día con un calor como hacía tiempo no se experimentaba en las Rías al principio del verano. 
Berce da Santa, A Lanzada, Pontevedra (España)

Pronto estuvimos desnudos sobre aquella cama pétrea. Me senté sobre el sexo de Abdón y me moví como un instinto ancestral me indicaba. Abdón gemía y me decía meiga. Subí y bajé, oscilé, ondulé. No sé cómo sabía moverme así. Abdón me agarraba el trasero con ambas manos, lo asía con tal fuerza que me hacía daño, tendría sus marcas mañana. La piedra debía hacerle daño, porque se volteó y me puso debajo. Me alzó las piernas y siguió penetrándome con empujes secos y violentos. Yo no percibía como me lastimaba la espalda y el cuello, porque estaba poseída de un frenesí incontrolable al saber -porque sabía, yo sabía-, que en aquella noche mágica y en aquel lugar sagrado, engendraríamos a nuestro hijo. Cuando noté que Abdón iba expulsar su simiente, lo aferré con toda la fuerza de mis brazos para que no se apartase, y lo besé susurrando meu amor, meu amor. Después cayó sobre mi cuello, exhausto.


Abdón parecía haber bebido más de la cuenta cuando llevó el aguardiente a sus amigos, porque quedó en silencio, sumido en un sopor extraño. Hasta en eso tuve suerte, la Virgen me ayudaba. Hermitas hubiese dicho que en qué quedábamos, si era cosa de santos o de paganos, pero ¡qué sabía yo, y qué puntillosa ella!
 
Playa de A Lanzada, Pontevedra, Galicia, España

Me acerqué pues a la orilla sin que Abdón reaccionase, la luna casi llena estaba en lo alto. Ya era el día de san Juan, y entrando en el agua dejé que las nueve olas milagrosas alcanzasen mi vientre. Con la última me sumergí del todo pidiendo un hijo, un hijo nuestro que nos uniese con un lazo indestructible. 


Playa de A Lanzada, Pontevedra, Galicia (España)


Un mes más tarde Abdón pisaba el muelle del Parrote para embarcar en un vapor de la Compañía Trasatlántica Española destino a Cuba. Tenía pasaje desde hacía casi tres meses pero no había dicho nada, ni siquiera a Isaura. Sus padres al enterarse le preguntaron por ella. No puedo llevarla, dijo. Y no añadió nada más.




Él me amaba, sé que me amaba. Hermitas me mira con compasión, piensa que se ha burlado de mí, lo piensan todos, me miran con lástima o con enojo, pecadora lasciva, pero me da igual. Ya todo me da igual. Sé que no volverá a por mí, como dijo. Puedes casarte por poderes, dice Hermitas, la pobre mira mi vientre hinchado y quiere ofrecerme una esperanza. Ella no sabe que después de Abdón ya no habrá nadie más, no lo habrá. Sólo mi niño. Él y yo solos en el mundo.

Uol
[...]
Este vaise i aquel vaise,
e todos, todos se van.
Galicia, sin homes quedas
que te poidan traballar.
Tes, en cambio, orfos e orfas
e campos de soledad,
e nais que non teñen fillos
e fillos que non tén pais.
E tes corazóns que sofren
longas ausencias mortás,
viudas de vivos e mortos
que ninguén consolará. 

Rosalía de Castro: "Pra a Habana" de Follas Novas (1880)

Éste se va y aquél se va,
y todos, todos se van.
Galicia, sin hombres quedas
que puedan trabajar.
Tienes, en cambio, huérfanos y huérfanas
y campos de soledad,
y madres que no tienen hijos
e hijos que no tienen padres.
Y tienes corazones que sufren
largas ausencias mortales,
viudas de vivos y muertos
que nadie consolará.
(Traducción al español de Uol Free)

Playa de A Lanzada (Pontevedra)


Vídeo de presentación.

Dedicado a las siempre olvidadas "Viudas de vivos".

domingo, 21 de junio de 2015

Próximamente...



Parece una historia de amor como cualquier otra. O no. 
Ésta culmina en una noche mágica, la noche de San Juan. Pero a veces los sucesos discurren ajenos a nuestra voluntad.

Dentro de dos días sabréis qué fue de ellos, de los protagonistas de mi historia. Os los presento en este vídeo.


Uol

sábado, 20 de junio de 2015

Ausencia


La ausencia no aumenta los afectos, sólo resalta la dependencia. 
No quiero más ausencias.
Esa sensación de dependencia destruye.

No más ausencias. Por lo menos no me enteraré si siento dependencia.

Si va a haber ausencia y dependencia, entonces  la libertad es mi única meta.

Vuela, vuela.

Uol

jueves, 18 de junio de 2015

sábado, 13 de junio de 2015

Borbotón de sueños





¿Qué sabes tú de lo que fue mi vida?

Ahora sólo ves estos últimos años
que son como la empuñadora de un cuchillo
clavado hasta el final en mi costado.

Arráncalo de golpe y un borbotón de sueños
salpicará tu rostro.

Podría dejarte ciega. Ten cuidado. 


Ángel González: Deixis en fantasma (1992)

lunes, 8 de junio de 2015

Cuarto aniversario: perspectiva




No sé cómo he podido llegar a esto, de verdad que no lo entiendo, soy un pringao. Me dejo convencer a las primeras de cambio. Pero claro, me pide que venga, me convence, dice que nos lo pasaremos bien, que no sea un rajado, que no le haga eso. Y yo cedo. Aunque a estas alturas ya presiento lo que va a suceder, si siempre me hace lo mismo. Pero siempre tengo la esperanza de que esta vez la cosa sea distinta, soy un pobre diablo, siempre me la cuela. No, esta vez, no, de verdad, trata de convencerme, unas birras entre colegas, te lo juro, todo guay. Y yo me dejo convencer, esa es la verdad, porque pienso que alguna vez se cansará de clavármela por la espalda, pero ca, al ataque de nuevo, otra vez al lío y yo de pardillo. Me lo tengo merecido. Pero es la última vez, la última vez que me trago su cantilena, la última vez que soy yo quien trae el coche, y la última vez que hago el primo y lo espero en este puto antro mientras él se da el lote con la fulana de turno; ¡hasta los mismísimos estoy, joder!; que si es noche de colegas, es noche de colegas, joder. O al menos que la tipa se traiga a una amiga, o que me presente a alguna piba por lo menos ¿no? ¡Y ahora a ver cuándo se les pasa el calentón a éstos! Pero no pienso dejarle el coche otra vez. Otra vez, no, no por mucho colega que sea ni por la amistad ni pollas en vinagre, que la última vez me dejaron un regalito en el asiento de atrás y casi lo encuentra mi madre, joder. Si es que soy un pringao, un pringao, joder.


Uol




Perspectiva: Punto de vista, forma de considerar algo.


Ya veis, amigos, que a veces todo es cuestión de perspectiva y para entender qué ocurre hay que abrir el plano y la mirada para abarcar el verdadero punto de vista.

Lo mismo sucede con este blog, que hoy cumple cuatro años: tiene muchos puntos de vista, muchas voces narradoras, distintas experiencias, pero un solo corazón. El de esta Uol/Lou cuatro años más vieja y no más sabia. También a veces hay que abrir plano para ver realmente qué está sucediendo con ella.  Este blog ha sido una manera de poder plasmar distintos puntos de vista, a veces ácidos, sarcásticos, otros tiernos o inocentes, pero todos, todos, apasionados.

Amigas, amigos, GRACIAS por acompañarme durante estos cuatro años y 382 entradas. A los que han  pasado por aquí y por mi vida y ya no están, a los que se quedaron, a los que leen mis escritos en silencio, a los que comentan, gracias a todos por la compañía. Y gracias por alentarme siempre a continuar este Programa de Mano.  ¡Que siga el espectáculo!

¡Besos, bicos y lo que desee cada uno!
Con amor, UOL