domingo, 8 de junio de 2014

"Programa de mano" (tercer aniversario)

Hombre leyendo el ACTO I del Programa de Mano

Obra: Programa de Mano (versión de Uol Free)

ACTO I
 
TOSCA (1900), de Giacomo Puccini.
Música: Tre Sbirri, una carrozza by Enzo Mascherini.



Scarpia desea a Tosca (solo).

Te deseo y no me ves. Sólo soy un nombre que ignoras, alguien invisible, el que pone normas que no sigues; ése al que no se mira a los ojos, un lacayo, un plebeyo, un mal necesario pero al que no se tiene en cuenta, un mero funcionario que lleva cuentas y listas y nombres. No me ves, Tosca, no me ves. Pero yo te deseo. Mis ojos te siguen cuando pasas por mi lado con tu meneo de caderas sobre los tacones, ésos que hacen un sonoro ruido por el adoquinado, por las losetas, por el azulejado suelo de la oficina. Pasas frente a mí con tu contoneo, tus manos alejando la melena del cuello, aves migratorias revoloteando. Tu perfume, bandera que ondea tras tu paso poniendo firme a mi soldado. Pero tú me ignoras, acaso me desprecias, soy invisible ante tus ojos. Pero yo te deseo, Tosca. Ven a mí, paloma, gacela, tigresa. Ah, te deseo, te deseo como el guepardo que olisquea a su presa, de forma sangrienta y visceral, sin dudas y con ansias, con hambre y sed voraces, sin disculpas, sin culpas. Te deseo con rabia y celos, pues no sé en quién se posan tus ojos, tus labios, tus senos, tu coño. Y ahora voy a tocarme con frenesí. Un solo de mi mano, esperando entre la música de la conquista futura, de la rendición, del mordisco aniquilador en tu cuello, que un día me toques tú a mí, tus labios en los míos, tu coño en mi boca, tu boca en mi polla, mi polla en tu coño... ah, ah, ah, Tosca, mi Tosca.


ACTO II 

CARMEN (estrenada en 1875), de Georges Bizet. 

Don José quiere la capitulación de Carmen (dúo) 

Modernos Carmen y don José.


Don José espera a la moza en la taberna. Tirarse a Carmen no le ha aliviado la tensión en la entrepierna, antes bien, diríase que anda en celo de continuo, no consigue apartar a  la moza de su pensamiento; nunca se había sentido así, en estado de excitación permanente, como adolescente que se ha masturbado por primera vez y descubre emocionado los placeres de la carne. Pero follarse a Carmen no ha resultado como él pensaba. A ver, entiéndase, ha sido placentero, más que placentero, ha sido celestial, exquisito, ¡mierda!, ha sido alucinante, brutal, una explosión de los sentidos. Pero Carmen, aunque ha gemido y se ha corrido, se ha reído mucho, lo ha mirado con medias sonrisas y ha salido de la cama canturreando y, coño, no es eso lo que él quería. Él quería la cara de arrobo que por desgracia se le ha instalado a él en la suya; entrega, entrega total, rendición y no armisticio quería de Carmen,  pero Carmen es mucha Carmen, por lo visto. Así que don José ha ideado un plan.

Carmen entra en la taberna y lo busca con los ojos. En cuanto lo descubre, su rostro adquiere una expresión de suficiencia y petulancia que, sin embargo, no engaña a don José. Chiquilla caprichosa, él ha visto lo que escondía un segundo antes el rostro de la muchacha: expectación y cierta ansiedad. El hombre respira hondo, aún puede ganar esta partida. Le va a enseñar él quién es en realidad. 

Bajo la mesa su mano ha ascendido de la rodilla al muslo y ella ha hecho ademán de levantarse con alguna excusa, ir al baño, pedir otra ronda en la barra, pero ya don José deja unas monedas sobre la madera y se la lleva de la mano a la terraza, atrancando la puerta tras él, previo soborno al tabernero.

Ay, don José, don José, no hay quien lo reconozca, anda usted muy soliviantado.
Nada de eso, Carmen, soy muy reconocible, eres tú quien no me conoce, todavía...

Lo mira intrigado la mujer, pero ya don José rodea sus mullidas nalgas con las manos, la arrima a su cuerpo, le besa la boca, la asfixia con su deseo. Carmen, Carmen. Una mano sigue el contorno de una nalga y bordea su hendidura, acaricia y presiona. La mujer ondula su cuerpo, no se sabe si buscando o evitando los dedos de don José, bien pudieran ser ambas cosas. Carmen, Carmen. Y la humedad aparece, nítida, innegable en las yemas de los dedos. Le desabotona la blusa. ¿Pero aquí? Sí, aquí, ahora. Mía. Y una mano rodea el seno, turgente y lleno, suave y dulce para su boca. Nos van a descubrir, don José. Nos van a ver. La acalla con su lengua, con sus dedos que acarician los pliegues tibios de su carne de hembra. Calla, Carmen, calla. Hoy vas a saber, vas a saber tú cuál es mi nombre. La arrima al murete de la terraza, le levanta la falda, le baja la braga y sigue tocándola. La mujer gime, echa la cabeza a los lados, tiene ganas de morderse los nudillos, de gritar o golpear algo. Bájame los pantalones, ordena él. Y ella lo hace, su polla erecta salta liberada a su encuentro. Y Carmen se arrodilla y se llena la boca con la picha hinchada de don José. Sé que te gusta, Carmen. Y lame y chupa. Y don José se arranca la camisa y alza a Carmen. Le arranca la ropa, la gira. Apoyada en el murete, la calle polvorienta se ve allá abajo, un perro pasa. Se arrima a ella, pero no entra. Le muerde el cuello. ¿Qué quieres, Carmen, qué quieres? La mujer echa hacia atrás su trasero, se aprieta contra él, sus manos buscan el culo del hombre. ¿Qué, dime, qué? Carmen toma en su mano la polla del hombre, la acerca a su hendidura, pero él se aparta un poco, no entra. Ella gime. Dilo, Carmen, dilo, y los dos sabremos quién soy y quién eres. ¿Qué, qué? Ya sabes qué. Pero lo grita ¡Joder, José, fóllame ya! Y don José penetró y derribó la última frontera, allí, contra un murete de una terraza de una taberna de un barrio polvoriento. Y Carmen gritó y gritó de puro placer, allí contra el muro, viendo las chimeneas, terrazas y tejados de un barrio polvoriento de una vieja ciudad. Y cuando acabaron no hubo canturreos, sólo jadeos y ojos brillantes de saciado deseo.


ACTO III

FAUSTO (1859), de Charles Gounod, inspirada en el Fausto, parte I, de Goethe.

Fausto vende su alma a cambio de un elixir de eterna juventud.


Fausto rejuvenecido

Mi tiempo se acaba. Un suspiro, me ha parecido un suspiro. Pero ya está, se acabó. Me pregunto si mi vida ha servido para algo, para alguien. Me pregunto si la he desperdiciado en trabajo y más trabajo. Yo pensaba que era feliz, ahora no lo sé. No he tenido tiempo para el amor. Bueno, he tenido amores, muchos. Pero los apartaba, sin querer, sin pretenderlo; alejaba de mí a esas mujeres que me querían. No tenía tiempo para atender sus peticiones, sus necesidades. No necesitaba a nadie. Más tarde, en todo caso. Ahora ya es inútil, mi tiempo se acabó, se acabó. Se acabó sin darme cuenta. Ya es tarde.

 ―¿Se puede? 

Así me presenté.

El pobre idiota lloriqueaba allí sentado por el tiempo malgastado. Mirando por la ventana como quien ve pasar tren tras tren sin decidirse a comprar billete. Podría haberlo dejado consumirse en su melancolía, dejar que se bañase en su culpa. Pero simpatizo con los atormentados. Será el oficio. En fin, se lo propuse. Al principio disimuló, el muy hipócrita, como si no hubiese sido él quien me convocó, quien imploró ayuda a los mismísimos infiernos, negando esa ciencia en la que tanto se apoyó, en la que tantas horas invirtió, perdida ya la fe. Bien, los que pierden la fe son mi caldo de cultivo. Y acudí. Es mi naturaleza. 

Había una mujer, siempre la hay. Margarita. Fue una joven que le amó cuando estaba en la treintena. Podrían haber sido felices, pero él se escondió en su trabajo, no es el momento, ya habrá tiempo. Nunca quiso saber qué había sido de ella. Y ahora Margarita se había reencarnado en la imagen de Patricia, aquella pizpireta auxiliar de laboratorio que le hablaba con respeto y distancia, que lo miraba como quien mira a su abuelo. Y el viejo languidecía, quería recuperar el tiempo perdido. 

La transacción fue rápida. Tu alma. ¿Qué me das a cambio? Una polla dura, vigor, vitalidad, atractivo. Ya he dicho que fue rápido, no dudó el muy ladino. Se creyó el rey del mambo, se anilló hasta la polla. Y se acercó a Patricia. 

La muchacha se acostaba con Óscar, su novio encofrador, y para que Fausto quedase bien enganchado al contrato diabólico, y para facilitar de paso la tarea, lo largué cual Urías una temporadita a las Canarias, malo sería que allí no se despistase con alguna chicharrera. Despejado el camino, Fausto se deshizo en halagos con Patricia, no cejaba en invitaciones a comer y a cenar, e incluso se atrevió con rozamientos indiscretos. La pava no caía. Hasta que Fausto, tanto tiempo perdido en su vida, se lanzó a las bravas. La esperó en su despacho en pelotas, con la polla tiesa y anillada. Esta Betsabé sintió curiosidad, claro, nunca hubiese imaginado tal artillería herrada en su sosote jefe, y se lo cepilló. Fausto no cabía en si de alegría. Se sentía joven de nuevo, vigoroso, su polla dura como una piedra. Se hizo ilusiones. Un hogar. Patricia esposa y madre. Quizás no fuese tarde todavía. Pero la joven lo esquivaba. Le hizo gracia ese Fausto inesperado, pero dudaba. Se dejaba querer, pero se acordaba de Óscar. ¿Qué haría allá en Tenerife? 

Fausto volvió a requerir mis servicios. 

No puedes dejarme a medias, Mefistófeles. La quiero. Quiero que sea mía. Necesito conquistarla del todo. 

¡Pobre diablo! ¿Cómo explicarle que el amor no se compra? Ni siquiera yo, con todo mi poder, podía comprar  más que un cuerpo.  Y eso ya lo tenía. Patricia se acostaba con él, pero para Fausto esto no era suficiente. Quería amor, que lo amase, que hiciese planes, futuro. Pero a él el futuro ya lo había rebasado. 

Está bien, le dije. Esta noche invocaré al Jefe. Tú pon de tu parte. Pero recuerda que tu alma es mía y me la cobraré. 

Patricia llegó a la oscura casa llorando. Acabó confesando que Óscar se había caído de un andamio y había muerto en el acto. Fausto la arropó, la acunó entre sus brazos, la llevó al lecho y la desnudó. Patricia llevaba unas braguitas tan delicadas como alas de mariposa. A Fausto le saltó el corazón en el pecho. Era tan hermosa, tan joven, con tanto tiempo por delante... Eso le dijo. Ya verás, el tiempo te calmará, aliviará tu pena, te volverás a enamorar. La muchacha lo miró con cariño, por primera vez. Y lo besó con ternura. Y Fausto la amó con toda la voluntad de su cuerpo prestado, con toda la bondad de su alma alquilada, con toda la fuerza de la eternidad soñada. Y Patricia amó a aquel hombre que la había condenado y protegido a la vez. Y aquella noche gozaron el uno del otro. Y Fausto se sintió dichoso durante unas horas antes de que su corazón reventase de felicidad y obstrucción coronaria. 

¿Qué queréis? Es a mí a quien encargan estas putaditas.

Uol, en el III aniversario, decidiendo el futuro de este blog. 

Música: E lucevan le stelle (Tosca, de Puccini) en boca de Giuseppe Campora.
 

8 comentarios:

  1. FELICIDADES, Lou !

    Y gracias por estos tres años, tus cientos de entradas, miles y miles de palabras para nuestro gozo y disfrute.

    Mas intranquiliza tu despedida: Decidiendo el futuro de este blog?
    ¿Por la estadística (que no regla) de 3?
    Sin pretender erigirme en portavoz de nadie (es incontestable que si pasamos por aquí es porque disfrutamos de las líneas que nos regalas, las fotos, las preguntas, la música), luego es fácil colegir que quisiéramos seguir haciéndolo.
    ¿Egoístas? Sí. Mucho
    ¿Infieles? Tambien.
    ¿Pedimos mucho a cambio de casi nada? Sí.
    ¿Nos hemos (mal)acostumbrado a deleitarnos con las creaciones de otros sin coste ni esfuerzo por nuestarparte? Sí
    ¿Pasamos por alto las perlas y nos encarnizamos con el más ligero tropiezo? Sí
    Pero a nuestra manera te queremos.
    No vamos a ser mejores a partir de ahora. No te prometemos nada, sólo que te extrañaremos si nos dejas, añoraremos tu programa.
    Además, como fortunadamente la pantalla ya no hay que sostenella, tenemos ambas manos libres mientras seguimos tu programademano (ambas manos en los remos, ambos ojos en tus letras)
    Un abrazo

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    1. Nunca mejor dicho. ¡Gracias!
      Este blog es una pasada, y se te echaría de menos si no continuases.

      En cuanto a las entradas, "Tu perfume, bandera que ondea tras tu paso poniendo firme a mi soldado", "con toda la bondad de su alma alquilada". En tu línea, original.

      A mi corto modo de ver: el joven es más humilde, sueña con tirársela. El maduro trata de establecer o balancear a su favor el equilibrio de poder en la pareja. Y el anciano quiere ser deseado y amado. Lo quiere todo, ser capaz de seducir como un joven y ser capaz de enamorar. Vamos quemando etapas, buscando en unas personas lo que no hemos tenido con otras, y a ver si no se nos queda nada interesante por experimentar. Al principio puede que suelan ser menudencias: la primera chica que besaste, la primera que te vieron besar en el pub, la primera con quien has estado en una cama o en el asiento de atrás de un coche, la primera con la que te duchaste... luego van entrando factores más complicados: los primeros polvos con amor, celos, proyectos a largo plazo, mayores confrontaciones por orgullo... en cada época nos interesan distintas cosas, pero cada uno evoluciona a distinto ritmo, quema etapas más rápido o más lento y en distinto orden. La vida moderna es un laberinto maravilloso.

      La última foto duele de ver. No entiendo cómo se puede llevar una anilla así.

      Nunca me ha tirado la ópera. He presenciado un par de Verdi (La Traviatta, en Praga, y otra obra poco conocida, en Valencia), y me encantan algunos momentos de La Flauta Mágica, de Mozart.

      ¡Feliz aniversario! ¡Y que celebremos muchos más!

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    2. Vlixes, Cristian, gracias por vuestras cálidas palabras. Me emociona que disfrutéis con estos textos, ese disfrute le aporta un nuevo significado, desde luego. Y suma un plus a mi propio gozo.
      Me dicen a veces que no sé recibir halagos. Puede ser. En todo caso todavía no sé si es por humildad o vanidad (Ya hablé de esto en un post). Lo más probable es que sea porque me educaron en el esfuerzo y dando por sentado que era lo que me correspondía, no una concesión que les hacía la princesita de la casa para tenerlos contentos.

      Cristian, me ha gustado mucho tu interpretación de los tres actos. Es curioso esto, los demás llegan a apreciar cosas que una misma no ha tenido intención de incluir. Muy buena tu valoración.

      La foto de Fausto "co ferrete posto" no es qu duela, es que es para mí es todo un enigma. ¿Cómo se puede follar con eso puesto? ¿Y a ella no la desgarra? Mimá, te juro que ni curiosidad de saberlo ayyy (Si alguien quiere explicarlo, soy toda oídos, pero conmigo que no cuente para la explicación práctica jeje)

      Yo no soy especialista en nada, pero curiosa en muchas cosas. Me gustan algunas óperas porque me parecen hermosísimas, sin más. Aprecio la belleza en cualquier arte. Y aprecio todo aquello que me emociona, conmueve y trastorna. "Tosca" y "Madame Butterfly" son dos de ellas. Otras me parecen un tostón, aunque igual para los entrendidos sean más técnicas y logradas, pero a mí me la refanfinfla.

      ¿Otro aniversario? No lo sé. Una también necesita una palmadita en la espalda de vez en cuando, pero a mí me la racanean, se ve que no doy el perfil :(
      Bicos a los dos!!!

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    3. Trabajando en una pequeña empresa textil, mi compañero (un alegre bajista heviata) y yo solíamos escuchar Radio Clásica. Una de esas tardes, pasaron una representación de Sígfrido, de Wagner. Nos parecía insoportable, pero la aguantamos como hora y media, para ver si había algún tramo en que los instrumentos cogiesen protagonismo y el tenor dejase de gritar, algo que no llegó a suceder, creo. Cada persona que entraba nos tomaba por locos: "¿Cómo podéis soportar ese griterío?" No me parecía algo melódico. Algo tendrá, pero la ópera no es para mí.

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  2. Una lectura muy linda.... es bueno parar y leerte concalma.
    Todo muy lindo por acá!!!

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  3. Decidiendo el futuro de este blog. Me ha dejado un poco así de aquella manera.... He notado que últimamente mucha gente ha abandonado el barco. ¿Es una moda? Espero que tu no la sigas!

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    1. ¿Abandonar el barco? Eso suena a sálvese quien pueda. No es mi estilo. Y menos con mi criatura.
      Pero los ciclos empiezan y acaban. No sé si el blog todavía tiene cuerda. Cosas por contar... muchas (y algunos amores que todavía no he inmortalizado jajaja y lo merecen). Pero la sensación es que el blog no prospera, no despega. Tampoco quiero cansar a los que sí me leéis con tanto cariño.
      Bueno, a ver... no me voy a despedir a la francesa, desde luego. Es cuestión de meter la directa y recuperar la emoción.
      Biquiños.
      (Ese " un poco así de aquella manera" me ha llegado al alma. Gracias)

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