Este verano no la ha
contado. Su aventura veraniega en la calita perdida y el marido jodiéndole el
plan con el Magnum Almendrado de marras. ¿Cómo se llamaba? Tomás, creo. ¿Qué será de ella? Siempre cachonda en la arena,
dejándose arrastrar por la sensualidad que provoca la evaporación de las gotas
salitrosas sobre la piel. Tumbada boca abajo sobre la toalla colorida, los ojos
cerrados, dejando que la brisa penetre bajo la braga del bikini como lo harían
mis dedos si la tuviese a tiro. Claro que no me extraña, aquí estoy yo en la
misma posición y estoy que ardo, joder, que voy a reventar, que no puede ser
que nos hayamos venido a esta playa de mierda porque a la nena se le antoje despelotarse donde está todo el mundo para que luego siempre tenga mejores cosas
que hacer que echar un polvo, joder, que no sé cómo pude equivocarme tanto con
esta mujer, Dios mío, que me cegué, me cegué con lo buena que estaba sin darme
cuenta de que es un témpano. ¡Con lo gozosa que era Clarita!, que siempre tenía
ganas, siempre con la boca ávida; esa boquita que igual me besaba el cuerpo
entero que me chupaba la polla hasta el delirio, joder, que bien se veía que a
ella le gustaba, disfrutaba como una loca, me buscaba. Nene, ¿vienes o qué? Y yo iba al salón pensando que necesitaba algo
y allí estaba en bolas, los pies sobre el brazo del sofá, es que tengo unos calores ahí abajo que no sé qué me pasa, y ponía
vocecita inocente. Y yo me ponía como una moto y fingía que iba a examinar esos
calores, que no eran buen síntoma. Y tocaba con mis dedos su coño rosado y le
mamaba las tetas, tan agradecidas y alegres. Y le daba vueltas entre mis brazos para comprobar
que todo estaba en orden, joder, que aquello sí que era gozar, que no sé cómo me
pude casar con ésta, que me cegué, me cegué porque estaba buena y Clarita era
sensual y apasionada, pero vamos, físicamente normalita, y me cegué, pensé que
ésta sería igual que ella, sin darme cuenta de que aplazaba los encuentros,
que no me buscaba, que le gustaba ponerse muy guapa, pero no para mí, sino para
todos, para que la admiren, fría como un témpano, no quiere un marido fogoso,
quiere admiradores, súbditos de su reino de cristal, la muy jodida. ¿Por qué me
engatusó, por qué? Joder, la culpa es mía y sólo mía, que me cegué, que la cagué,
que con Clarita hubiera sido muy feliz, que no era nada engreída, ni ninguna
pavisosa como pensaban algunos, que era una fiera en la cama, que se corría que
daba gloria, y tan digna ella cuando la dejé, la jodí bien jodida, que aguantaba
las lágrimas, y me lo dijo, que me estaba equivocando, pero me cegué, me cegué
y ahora esto es un infierno, joder, que para buscarme la vida por fuera, para
eso no me caso, ¡mierda! Clara, Clarita, tu coñito húmedo, tus besos por mi
cuello, cómo me mordisqueabas los pezones, cómo te retorcías sobre mí, cómo te
tensabas como una cuerda apretando mis dedos, atenazándome cuando te corrías. Joder,
me empalmo recordándote, Clarita, mi Clarita.
− Cari, ¿te has dormido? Mira lo que te traigo…
un Mágnum.
−
¡Jodeerrr!
− ¿Pero qué te pasa? ¿No lo quieres? ¡Chico, estás más raro...!
Esta historia empieza con Un Magnum Almendrado. Puedes verla clickando en aquí.
A continuación viene ésta otra. Se titula, Otra vez, el Magnum. Léela aquí.
La serie Magum continúa con Un viaje...y un Magnum.
Uol