jueves, 4 de abril de 2013

La habitación 601



  Llenó un pequeño bolso de viaje sin detenerse a reflexionar.

En contra de la fantasía imaginada alguna vez, no llamó a la puerta. Él no la abrió emocionado. Nadie había en la habitación 601. Ella recogió la tarjeta en recepción y subió. La oscuridad sólo se disipó cuando introdujo el rectángulo de plástico en la ranura.

Tuvo tiempo de observarlo todo: su traje oscuro colgado en el armario, su neceser abierto en el cuarto de baño. El rastro de su perfume todavía flotando en el aire. Se asomó a la balconada de la habitación 601, pero la lluvia golpeteaba contra el terrazo rojizo y solamente abrió la ventana para aspirar ese olor a mojado que ella era capaz de reconocer, como otros reconocían el azahar o el incienso de su ciudad.

Vio la sobrecolcha algo arrugada y las almohadas cambiadas de sitio y comprendió que él había reposado allí un rato, unos minutos o quizás una hora antes de abandonar el cuarto. Se tumbó aproximadamente en la posición que imaginó que él ocupó en la enorme cama. Y cerró los ojos y hasta creyó sentir su aliento entrecortado mirando distraído o quizás esperanzado el cielo plomizo a través de los ventanales, esperándola. Confiando en que ella viniese a su encuentro y recogiese la tarjeta de la 601. Después ella se tumbó boca abajo y hundió su nariz en la almohada aspirando su olor, su aroma allí retenido. Y fue capaz de sentir sus brazos rodeándola. Y escuchó nítidamente sus palabras te espero, ven, mi amor; tómate mañana el día libre y ven hoy.

Y allí se quedó, escudriñando por dentro de sus párpados las emociones del día anterior mientras la tarde declinaba dentro de la habitación 601 y las sombras se apoderaban de la estancia. Encendió un par de lamparillas pero no cambió de posición ni colocó en el armario la escasa indumentaria que portaba en el pequeño bolso de viaje, ni siquiera abrió el diminuto neceser. Allí permaneció, escuchando los latidos de su corazón, acelerándose cuando percibía a lo lejos el movimiento del ascensor y buscando la posición de la luna en un cielo demasiado encapotado para verla. 

Se adormiló. Flotó en una dulce embriaguez hasta que de forma no anunciada la puerta de la habitación 601 se abrió.

No vio su mano aflojando la corbata, no vio sus pies tirando al aire los zapatos. Sólo alcanzó a ver esa sonrisa tan grande, tan blanca, tan brillante, tan espléndida, que le ocupaba toda la cara, antes de que él se abalanzase sobre ella encima de la cama.

Uol



12 comentarios:

  1. Sueño cumplido... Después de soñarlo....
    Saludos Uol.

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  2. Precioso el relato,ultimamente he fantaseado con un encuentro asi.........
    Gracias

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    1. Con la persona adecuada, es maravilloso.
      Saludos!!

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  3. Precioso. Morboso.

    Te sigo, bsssSssSss

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    1. Gracias, Marta. Pero más que morboso, fue amoroso ;)
      Gracias por seguirme, me pasaré por tu blog.

      Aprovecho para agradecer las últimas incorporaciones. Algunos no concretan si tienen blog, por lo que no puedo visitarlos. Gracias, en todo caso.

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  4. Incertidumbre y deseo se agolpan en su piel acelerando el corazon para dar paso a la pasion de ese encuentro.

    Enhorabuena por tu blog.

    Besos.

    Lunna.

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    1. Las dos sensaciones, sí.
      Gracias, Lunna, por visitarme y quedarte.
      Un saludo!

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  5. Evocador de buenas sensaciones...!

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  6. Enhorabuena por el sueño cumplido.

    Además, ¿amoroso? Mmmmhhhh!

    Desde la primera letra nos transmites esa dulce embriaguez del amor.

    Como dice Albert Espinosa: "Si crees en los sueños, ello se crearán"

    Un abrazo

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    1. No soy tan crédula, Vlixes, me conformo con soñar, sin más.
      Un beso.

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