martes, 30 de abril de 2013

Palabras



Nadie.
Nadie podría decirme las frases más hermosas
que las contenidas en su silencio. 
Nadie.

Nada podría explicarme mejor sus sentimientos
que su mano abierta buscando mi cintura.
Nada.

Nadie podría escribir versos más hermosos
que los tejidos en su silencio.
Nadie.

Pero yo soy una cazadora de palabras.
Y las necesito para respirar. 
Y si no las escucho, me ahogo. 
He aquí la absurda contradicción: 
la más falsa de las palabras serena
mi espíritu, algo que un silencio 
preñado de sentimientos no consigue hacer.

Porque las palabras retumbarán 
en mis oídos mucho tiempo después 
de que él se haya ido; yo las modularé, 
las transformaré. Inventaré verdades,
recordaré mentiras. Pero el silencio...
El silencio es un agujero negro 
que todo se lo traga. 

Y después del silencio 
no queda nada.

Y la nada es la muerte.
Y la muerte es el vacío,
y el vacío asusta
porque lo puede contener todo. 

 Uol                                        
                                          

viernes, 26 de abril de 2013

El gen celta

Cristina Castaño, María Castro, Miryam Gallego y María Vázquez (de izq.-dcha. y de arriba a abajo)

Uol

lunes, 22 de abril de 2013

Pasos

Pasos.
A veces me conducen justo a donde no quiero, al límite de la resistencia, la negación y el silencio. Pero en otras ocasiones conocen exactamente el sendero de mi deseo y, aunque yo me negara, allí acabaría yendo, pues mis pasos obedecen a órdenes internas que ni yo misma pienso.

Uno tras otro, lentos e inseguros, o rápidos y decididos, me han traído hasta aquí; y lo que ahora soy se lo debo a ellos, creo.

Ignoro el camino de mañana: sendero de hojarasca, empedrado villano o descarnado cemento.
Asfalto y tierra. Humedad y sequía. Hierba y grava. Pedregal y desierto. 
Por todos he ido y a todos quiero.

Pasos que marcan mi vida, ¡llevadme una vez más al cielo!


uolylou.




miércoles, 17 de abril de 2013

Tiempo


        Hay otro tiempo detrás de este tiempo, un tiempo que me pesa como una losa, que me aplasta, que me limita. Un tiempo anterior a mí y que, sin embargo, me condiciona, me amilana, me retrae, me retuerce, me pisotea y aplana.

Hubo un tiempo anterior, un tiempo donde todo era posible, donde la muerte no existía, donde no había decepción. ¿Lo hubo? En realidad en ese tiempo sí hubo temor en todas las esquinas, la niña de la imaginación desbordada  que temía al nido de víboras  que se escondía bajo su cama; la niña que veía una cara en cada mancha del techo; la niña que soñaba que caía por un cielo lleno de algas. ¿Acaso ese tiempo anterior no contenía el horror de las sombras? ¿Acaso no escuchaba la respiración de mi corazón, los latidos en mi boca?

Quizás nunca hubo un tiempo anterior a este tiempo. Quizás siempre fue oscuro y sólo ellos iluminaban la oscuridad que nadie más sentía. 

Hubo un tiempo, no obstante, donde el miedo no existía; era una palabra vacía de significado. Sí, lo hubo, pero no fue la infancia: fue la adolescencia, llena de sueños, de metas, de furias, de rabias, de posibilidades lejanas. Fue ese período que nunca acaba, atravesar sin agua el desierto de la incertidumbre y no tener sed, airada y hermética, frágil y poderosa, osada. Ese tiempo de demora, ese tiempo de tránsito, impaciente espera. Acaso el tiempo de la oscura luz brillante. Sin miedos, sin temores, con esperanza. Un tiempo que no avanzaba, que no se acababa, interminable, y que, sin embargo,  no duró apenas nada.

Hubo, creo, otro tiempo alegre y luminoso. El tiempo de los amores alegres, sin metas, sin más ansias que saciar los deseos de cuerpos y almas; de apetencias de risas y abrazos; de paseos de la mano y madrugadas interminables; días de perpetuas miradas, infinitas ansias.

También ese tiempo pasó. Negros nubarrones invadieron todo despertándome de un sueño amable y placentero, acaso feliz.

Hubo un tiempo anterior a este tiempo. ¿Lo hubo?

Siento que retorno a aquellos días lejanos. Cuando una sombra me asaltaba tras cada piedra, tras cada muro, tras cada esquina.

No hubo otro tiempo, no, siempre es el mismo el que nos acompaña.

Uol

Música: Time, by Kroke.



sábado, 13 de abril de 2013

La pregunta XXX


 Entre amigas:
-¿Y qué tal te fue con él?
-Nunca debió presentarse a ese cásting.

lunes, 8 de abril de 2013

El beso de la lamprea


Fue un beso tóxico.

Te ofrecí, generosa, mi boca. Y tomaste mi sangre, mi médula: te alimentaste. 

Te adheriste a mí y me chupaste la sangre, mis líquidos vitales, mis humores más íntimos e incondicionales.  

Tardé en percatarme y para entonces era tarde: eras mi rémora, ventosa que filtraba mis sentimientos, que condicionaba el talante con el que me levantaba en las mañanas grises y me acostaba en las pétreas noches; tus dientes hincados en mi cuello tomaban lo mejor de mí y me dejaban sin fuerzas, desfallecida y anémica; ineficaz menesterosa pedigüeña de gestos, de caricias inermes y de besos espléndidos. 

Fue un beso tóxico el que nos unió. Como el de la lamprea.


 
El beso de la lamprea









El beso de la lamprea

jueves, 4 de abril de 2013

La habitación 601



  Llenó un pequeño bolso de viaje sin detenerse a reflexionar.

En contra de la fantasía imaginada alguna vez, no llamó a la puerta. Él no la abrió emocionado. Nadie había en la habitación 601. Ella recogió la tarjeta en recepción y subió. La oscuridad sólo se disipó cuando introdujo el rectángulo de plástico en la ranura.

Tuvo tiempo de observarlo todo: su traje oscuro colgado en el armario, su neceser abierto en el cuarto de baño. El rastro de su perfume todavía flotando en el aire. Se asomó a la balconada de la habitación 601, pero la lluvia golpeteaba contra el terrazo rojizo y solamente abrió la ventana para aspirar ese olor a mojado que ella era capaz de reconocer, como otros reconocían el azahar o el incienso de su ciudad.

Vio la sobrecolcha algo arrugada y las almohadas cambiadas de sitio y comprendió que él había reposado allí un rato, unos minutos o quizás una hora antes de abandonar el cuarto. Se tumbó aproximadamente en la posición que imaginó que él ocupó en la enorme cama. Y cerró los ojos y hasta creyó sentir su aliento entrecortado mirando distraído o quizás esperanzado el cielo plomizo a través de los ventanales, esperándola. Confiando en que ella viniese a su encuentro y recogiese la tarjeta de la 601. Después ella se tumbó boca abajo y hundió su nariz en la almohada aspirando su olor, su aroma allí retenido. Y fue capaz de sentir sus brazos rodeándola. Y escuchó nítidamente sus palabras te espero, ven, mi amor; tómate mañana el día libre y ven hoy.

Y allí se quedó, escudriñando por dentro de sus párpados las emociones del día anterior mientras la tarde declinaba dentro de la habitación 601 y las sombras se apoderaban de la estancia. Encendió un par de lamparillas pero no cambió de posición ni colocó en el armario la escasa indumentaria que portaba en el pequeño bolso de viaje, ni siquiera abrió el diminuto neceser. Allí permaneció, escuchando los latidos de su corazón, acelerándose cuando percibía a lo lejos el movimiento del ascensor y buscando la posición de la luna en un cielo demasiado encapotado para verla. 

Se adormiló. Flotó en una dulce embriaguez hasta que de forma no anunciada la puerta de la habitación 601 se abrió.

No vio su mano aflojando la corbata, no vio sus pies tirando al aire los zapatos. Sólo alcanzó a ver esa sonrisa tan grande, tan blanca, tan brillante, tan espléndida, que le ocupaba toda la cara, antes de que él se abalanzase sobre ella encima de la cama.

Uol