sábado, 16 de marzo de 2013

La balsa



   Flotaba sobre una balsa, náufraga de mí misma y de mis emociones. Flotaba en aquella rudimentaria unión de juncos, río abajo, a la deriva.

Flotaba sin esforzarme en remar ni dirigirme a ninguna orilla, amotinada de mí misma, abandonada a mí misma, sin ansias ni fuerzas por llegar a ninguna parte, para aportar en ningún muelle; sin interés por nada que no fuese sentir ese laxo deslizarse sin rumbo conocido.

Sólo me dejaba ir, tumbada en aquella humilde balsa, mirando el cielo. Dejaba que fuera el río el que decidiera mi destino, mi camino, la ribera posible en la que posarme, atracar o encallar.

Flotaba sobre aquella balsa, mirando con melancólica tristeza las caprichosas formas de las nubes, percibiendo el aroma de las humildes flores que salpicaban las orillas, sintiendo la brisa en mi cara y el empuje de los remolinos bajo mi espalda.

Me dejaba ir, con la corriente imparable.

Y el rumor llegó a mí, iba creciendo. El rumor de lo que se aproximaba río abajo, lejos de mi vista aún perdida en el implacable e indiferente cielo. Mi balsita arrastrada por las aguas, inexorable camino a la catarata. Ni me inmuto, dejo que la balsa se deslice suavemente hacia lo venidero.  ¿Precipicio, abismo, vuelo? 

Ya se aproxima el rugido, la espuma, el estruendo… agua y cielo.


Música: Amazon Waltz, by  Patrick O'Hearn


7 comentarios:

  1. La mejor manera de que la vida nos sorprenda es dejar que el río elija nuestro destino.

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  2. Dejarse llevar "a la deriva" a veces es bueno en la vida, diría, hasta necesario.....
    Saludos Uol.

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    1. Y si no, me tiro al agua y buceo...
      Un abrazo, Amo.

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  3. Muchas veces remamos creyendo que controlamos el rumbo de nuestra vida, sin saber que igualmente acabaremos adonde el río nos hubiera llevado sin tanto esfuerzo.

    Así que... muchas veces es mejor ahorrarnos el esfuerzo y disfrutar de la corriente.

    Un abrazo

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    1. En realidad casi todo escapa a nuestro control.
      Intentaré disfrutar de la deriva, Vlixes.
      Besos

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  4. Lo importante es el camino, no el destino: para mí, la catarata es cuando los acontecimientos se precipitan... el desenlace.

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