Abrió la puerta abruptamente.
Quiero un hombre, joder, un hombre con una buena polla al que le guste follar, por Dios, ¿tan difícil es eso? Estoy harta de mindunguis y tiquismiquis, cuidado, no te subas, ahora no, es que es tarde, estoy cansado... pero ¿qué pasa con los hombres? ¡Joder!
Ella era así, irrumpía en tu vida como un vendaval, electrones eclosionando a su paso a la búsqueda de un positrón.
Voy a tener que buscar un buen chico de 25 con la palabra sexo tatuada en la frente, de ésos que se hacen pajas a todas horas, de ésos que están empalmados todo el rato.
Eso ya no pasa a los 25, ¡cómo no busques de 15 a 20!
¿Qué me dices? ¿Pero qué les pasa a los hombres?
Ellos son felices con sus cervezas, sus amigotes, sus pachangas de fútbol y sus porros. O más tarde con sus artefactos tecnológicos (disputan por quien tiene el último iphone o la última tableta o la última TV de plasma o lo que sea que haya que tener), sus whiskys y su hierba (o no).
¿Pero por qué esta desidia? ¿Por qué?
Siempre hubo hombres así, la conquista forma parte del imaginario masculino, pero después les da una pereza enooooorme. Ellos se imaginan que seducen a una tía buena, a una maciza, o a una mamita que les diga mi amol, mi papi, pero no se molestan en absoluto en lograrlo. Lo ven como algo imposible, y por tanto lo relegan al sueño, así no se enfrentan al rechazo o al fracaso; soñar es gratis y menos cansado. ¿Sabes que a Rita uno le dijo que si quería sexo que se la chupase, que él estaba cansado para follar y que además se sudaba mucho? Así te lo digo, ¡el muchacho tenía pereza de echar un polvo!, una mamadita era a lo más que llegaba ¡y a ella que la parta un rayo!
Prefieren soñar con polvos inexistentes a echárselos a la mujer.
Son unos fantasmas. Los ves en corrillo en la barra diciendo yo a ésa..., ¡uy!, a ésa la ponía del revés, ¡uy! a aquella le comía todo. Y es mentira. Nunca harán nada de eso, es charla de fanfarrones en barra de bar. Más de uno ha escapado por piernas cuando la tipa a la que miraba se le ha enfrentado y ha dicho aquí estoy.
No sé de qué tienen miedo.
De decepcionar, como todo el mundo.
Pero nosotras llevamos siglos siendo examinadas antes, en y después de la cama. Generaciones enteras de mujeres temiendo que al ver sus senos desnudos éstos fueran pequeños o demasiado grandes, o caídos o separados, o con areolas grandes u oscuras o con pezones invertidos. Miedo a tener un culo grande o pequeño, o al vientre hundido o fofo; o a la celulitis y las estrías; o a ser huesuda y no tener carnes; espanto a tener demasiado vello en las piernas o a tenerlo allí abajo ralo; miedo al aliento poco fresco, miedo a las ojeras, a los dientes poco blancos; por dios, miedo a respirar si no teníamos la aprobación de nuestro macho. Y ahora ellos tienen recelo a echar un polvo gozoso, alegre y desenfadado con una mujer, por dios, ¡es inadmisible!
Así están las cosas. Hablan mucho de sexo, pero ganas pocas, o ganas con seres fantásticos, con imágenes llenas de photoshop, o con jovencitas a las que la edad no ha maculado con su deterioro y a las que no tienen acceso.
Yo creo que el problema es la polla. Tienen una mala relación con su polla. Les parecen pequeñas o delgadas o flojas o desobedientes.
Ellos se lo han buscado con tanto porno. ¿No querían excitación porno? Pues ahora que no se acomplejen con el tamaño.
Es que esas pollas....
Ja ja ja, sí, qué pollas... ¿pero a que tú no necesitas una así para echar un polvo?
Quiero un hombre, joder, un hombre con una buena polla al que le guste follar, por Dios, ¿tan difícil es eso? Estoy harta de mindunguis y tiquismiquis, cuidado, no te subas, ahora no, es que es tarde, estoy cansado... pero ¿qué pasa con los hombres? ¡Joder!
Ella era así, irrumpía en tu vida como un vendaval, electrones eclosionando a su paso a la búsqueda de un positrón.
Voy a tener que buscar un buen chico de 25 con la palabra sexo tatuada en la frente, de ésos que se hacen pajas a todas horas, de ésos que están empalmados todo el rato.
Eso ya no pasa a los 25, ¡cómo no busques de 15 a 20!
¿Qué me dices? ¿Pero qué les pasa a los hombres?
Ellos son felices con sus cervezas, sus amigotes, sus pachangas de fútbol y sus porros. O más tarde con sus artefactos tecnológicos (disputan por quien tiene el último iphone o la última tableta o la última TV de plasma o lo que sea que haya que tener), sus whiskys y su hierba (o no).
¿Pero por qué esta desidia? ¿Por qué?
Siempre hubo hombres así, la conquista forma parte del imaginario masculino, pero después les da una pereza enooooorme. Ellos se imaginan que seducen a una tía buena, a una maciza, o a una mamita que les diga mi amol, mi papi, pero no se molestan en absoluto en lograrlo. Lo ven como algo imposible, y por tanto lo relegan al sueño, así no se enfrentan al rechazo o al fracaso; soñar es gratis y menos cansado. ¿Sabes que a Rita uno le dijo que si quería sexo que se la chupase, que él estaba cansado para follar y que además se sudaba mucho? Así te lo digo, ¡el muchacho tenía pereza de echar un polvo!, una mamadita era a lo más que llegaba ¡y a ella que la parta un rayo!
Prefieren soñar con polvos inexistentes a echárselos a la mujer.
Son unos fantasmas. Los ves en corrillo en la barra diciendo yo a ésa..., ¡uy!, a ésa la ponía del revés, ¡uy! a aquella le comía todo. Y es mentira. Nunca harán nada de eso, es charla de fanfarrones en barra de bar. Más de uno ha escapado por piernas cuando la tipa a la que miraba se le ha enfrentado y ha dicho aquí estoy.
No sé de qué tienen miedo.
De decepcionar, como todo el mundo.
Pero nosotras llevamos siglos siendo examinadas antes, en y después de la cama. Generaciones enteras de mujeres temiendo que al ver sus senos desnudos éstos fueran pequeños o demasiado grandes, o caídos o separados, o con areolas grandes u oscuras o con pezones invertidos. Miedo a tener un culo grande o pequeño, o al vientre hundido o fofo; o a la celulitis y las estrías; o a ser huesuda y no tener carnes; espanto a tener demasiado vello en las piernas o a tenerlo allí abajo ralo; miedo al aliento poco fresco, miedo a las ojeras, a los dientes poco blancos; por dios, miedo a respirar si no teníamos la aprobación de nuestro macho. Y ahora ellos tienen recelo a echar un polvo gozoso, alegre y desenfadado con una mujer, por dios, ¡es inadmisible!
Así están las cosas. Hablan mucho de sexo, pero ganas pocas, o ganas con seres fantásticos, con imágenes llenas de photoshop, o con jovencitas a las que la edad no ha maculado con su deterioro y a las que no tienen acceso.
Yo creo que el problema es la polla. Tienen una mala relación con su polla. Les parecen pequeñas o delgadas o flojas o desobedientes.
Ellos se lo han buscado con tanto porno. ¿No querían excitación porno? Pues ahora que no se acomplejen con el tamaño.
Es que esas pollas....
Ja ja ja, sí, qué pollas... ¿pero a que tú no necesitas una así para echar un polvo?
By R. Mapplethorpe |
Claro que no, yo lo que quiero son risas, juego, ansia, empuje, que me aprieten, que me deseen, que me espachurren, que me abracen, que me sienta marear, que me coman el coño, que me hagan vibrar... ¿Pero por qué les cuesta? Hacen que todo parezca complicado, incluso sórdido y hasta triste, tía, que uno casi me llora porque aquello no iba y no iba. Y yo le decía que daba igual, que me tocara, que me lamiera, pero nada, para él el sexo era algo sacrosanto, parecía que oficiábamos una misa de réquiem aggggg
Tranqui, seguro que acabas encontrando la horma de tu zapato.
No, no lo creo, porque... ¿sabes? este ímpetu mío, este deseo, igual también se agota. ¿Acaso piensas que va a perdurar este afán? Temo el día en que las hormonas no me respondan, por eso no entiendo esta apatía juvenil, ¿cuándo va a ser mejor época que ahora?
Ah, por eso no te preocupes, la idea nunca muere; la persona que ha sido sexual mantiene el deseo. Por eso hay hombres tan activos a los sesenta. Pero el que ha sido un flauta a los treinta, es un colgajo a los sesenta. Pero disimulan. ¿Tú has escuchado a una mujer de cincuenta quejarse de que a su marido ya no se le pone dura? ¡Jamás lo dirán! Unas por respeto al compañero, no digo yo que no, pero otras porque admitir eso es para ellas como confesar que ya no son sexys, como si el deseo de él sólo dependiese del atractivo de ella. ¡Eso es lo que los hombres nos han hecho creer siempre! Y el deseo está en nuestra propia cabeza. Lo otro es pura espoleta de ese deseo, es como un estímulo, nada más. Por eso, esos hombres que dicen que no tienen una erección porque su compañera no es suficientemente atractiva, mienten. Han perdido la conexión entre la cabeza y su pene.
Las únicas que admitimos que nuestro hombre es apático en la cama somos las solteras. ¿O tú has escuchado quejarse a una mujer casada aún joven de eso? Y las hay, vaya si las hay, que es cierto que tienen cara de amargadas. Pero jamás admitirán eso, porque se supone que están casadas y son felices.
Y comen perdices, ¡no te jode!
¿Y qué hago yo ahora con este ansia?
Hazte enviar una caja .
¿Otra?