miércoles, 26 de diciembre de 2012

Servicio discrecional



Volanderas, letras volanderas.


Una cafetería gélida de una estación de autobuses vacía. Último ómnibus, el nocturno. Toda la noche arrebujado en la cazadora, los ojos cerrados, pensando, sin saber qué hacer. 

Le quemaban los papeles en el bolsillo, aquellos que escribió mientras aguardaba la partida. ¿Por qué la partida si debía ser el reencuentro? ¿Por qué tenía aquello algo de despedida cuando nadie estaba en el andén? Y además, en todo caso, sabía que ella no era mujer de despedidas con pañuelo al viento; ella era mujer de recibir en el andén, con sonrisa y pupilas brillantes, no de lágrimas. Bien sabía que las lágrimas se las tragaba a solas.
Ella no estaría esta vez en la estación, no sabía de su llegada.

La cafetería aumentaba su desasosiego, ¿hay algo más triste y melancólico que una cafetería semivacía en una noche tan señalada?

El tipo de la barra lo mira con cara rara. Debe esperar que pida el sándwich “intercontinental” de la foto grasienta que pende sobre el mármol que amarillea. Descubre tras la cristalera a unos niños gitanos que cantan canciones sobre niños gitanos que venden pañuelos en los semáforos.

Y entonces lo piensa, era uno de esos días en los que lo que menos te apetece del mundo es esperar solo un autobús en una cafetería desierta. Lo único que él deseaba era quedarse en casa buscando alguna (quizás sólo una, la única) fuente de calor. Y era ella ese refugio, ese calor. Era eso lo que debía hacer, quedarse en casa. Ella era su casa. Pero para eso debía subirse a ese autobús, esa noche del 25, porque mañana tocaba trabajar. Regresaba sin avisarla. Los papeles escritos en la mesa de la esquina están en su bolsillo. Le queman. Porque saben a despedida. ¿Qué espera él? Añora su calor, su calidez, su mirada amorosa, su pasión generosa. Y sin embargo, sabe que esas letras volanderas son una despedida. ¿Por qué? No lo sabe. O no quiere saberlo. ¿Lo comprenderá ella? ¿Lo comprende él?

No duerme. La madrugada le pesa encima como los quilómetros que el ómnibus traga en la oscura noche glacial.


Entonces, como una ráfaga, lo piensa, ¿qué sentirá ella cuando reciba esas letras violetas escritas sobre humildes servilletas de papel? Y, sobre todo, ¿qué será de él cuando las lea?

Uol

16 comentarios:

  1. Parece que él va a su encuentro, además sin previo aviso. Entonces para qué la escribe? ¿Realmente es una despedida? ¿Y por qué, si va, no se lo dice frente a frente? Me quedan dudas.

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    1. Él, como el turrón, fue a la casa familiar por navidad. Pero ahora vive y trabaja en otro sitio y ella le espera.
      Pero él escribió palabras tristes. ¿Sabe él que son una despedida? Ella nunca lo descubrió.

      ¿Que por qué no las dijo frente a frente? ¿Qué pregunta es ésa, Belkis? ¿Cuándo un hombre es valiente cuando tiene que serlo? Sólo despliegan las plumas en la conquista, después se repliegan en cobarde silencio.
      Lo dejó todo en sus manos. Tristes palabras crípticas escritas con tinta violeta que amarillean en un cajón.

      Las dudas, por suerte, amarillean también en un cajoncito dentro del corazón.

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  2. A mi tampoco me queda muy claro si viene o va, pero sospecho que ahí está la clave...

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    1. A ver... ¡anda, pues es verdad, había un relato!

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    2. ¿A qué viene ese sarcasmo?
      Sabes que me refería a la respuesta que doy a Belkis, pues ambos compartíais la misma duda.

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    3. Uol, nuestra relación cambió drásticamente cuando empezaste a pensar que mi ironía era sarcasmo, y debo decirte que no es así.

      A veces estamos tan empeñados en buscar dobles sentidos, que no vemos las obviedades que tenemos ante los ojos.

      Recuerdo que una sabia bloguera me dijo una vez que las ironías saben como la peor medicina cuando van dirigidas hacia uno mismo.

      Esta vez sí, besos.

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    4. 1) Oído cocina: haré acto de contrición. (¿Teníamos una relación? Me acaban de temblar las rodillas ;)

      2) Soy un poco miope (leo demasiado y de noche).

      3)A los jarabes amargos siempre les tuve que echar azúcar. Soy más de dulce que de salado.

      4) No sabes cómo te agradezco los besos. Sé que te cuesta horrores mandármelos, por eso te los agradezco más.

      5) Espero recuperar ispso facto el sentido del humor, te lo mereces.

      6) Tengo en tu blog una respuesta pendiente para ti. Pero ya la conoces.

      Un abrazo de disculpas!!

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  3. uol... me gusta mucho...

    hace poco estuve en una cafetería semi vacía de una estación (de trenes en este caso) y la melancolía se apoderaba de mi. has creado una atmósfera muy real para mi.

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    1. Gracias, Mr. BlackMouth.
      Es real, la atmósfera, todo... aunque para que la melancolía se apodere de mí es necesario bien poco: una mirada desde la ventana, un paseo en el bosque entre la niebla, las pisadas sobre piedras milenarias en la madrugada... ¿Por qué tiene tan mala prensa la melancolía? A mí no me atenaza, me hace sentir, un modo más de sentir... ¡hay tantos!
      ¡Te envío un beso nada melancólico!

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    2. Melancolía = Principio de depresión. :-(

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    3. ¡Mierda! Me has pillado. No me decido entre el lexatin y el lingotazo. Mejor el ligoteo. Me voy a bailar, que me sube la moral.
      No te preocupes, Amo. No estoy depre.
      Un beso

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  4. Melancólica forma de anticipar la despedida. Yendo al encuentro.

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  5. Felicidades Uol, este texto junto con el del blogero-poeta fallecido han sido los que más me han gustado.

    Te ha quedado redondo, me ha dejado un punton de desasosiego, intriga y tristeza.
    Un abrazo.

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    1. Gracias, Ishtar, puede que compartamos un punto de espíritu melancólico. Será cosa de la bruma.
      La realidad suele superar la ficción.
      Besos.

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