martes, 10 de abril de 2012

Pavo real

         Lo espiaba desde la ventana, a la misma hora. Su atractivo y rico vecino descansaba, manejaba su tablet o se ejercitaba. Ella se lo comía con los ojos.

        Un día la descubrió. Y al otro, a la misma hora, distinguió sus ojos tras los pulcros cristales del apartamento situado encima del suyo, el edificio  que hacía ángulo, no tan lujoso, quizás.
       Ella no se dejaba ver más que como una sombra. Pero él sabía que sus escrutadores ojos lo observaban.

       Entonces, un día, inició un baile tan antiguo como el mundo. El ritual del baile de apareamiento. Pavo real enseñando sus plumas coloridas y hermosas. Movimientos de atracción para la hembra, selección natural. La llamada del macho. Por una vez.
Decidido, arrogante, mostró sus cartas.
Pavo real.
Hermoso. Potente. Soberbio.
        Inasequible, quizás, pensó ella desde su atalaya.
Definido, fibroso, elegante.
Selección natural.

     Él le sonreía, vanidoso y más pavo real que nunca, hinchado de orgullo, altivo, mostrando a la hembra sus cualidades de semental.

    Nada ha cambiado desde entonces. Machos y hembras, desplegando sus plumas de pavo real.

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