lunes, 18 de julio de 2011

Los hombres de antes

A mí que me den un hombre de los de antes. Un hombre que se excitaba ante la sola contemplación de un tobillo de mujer. Un hombre al que la testosterona le salía por las orejas si atisbaba la protuberancia de unos senos, no digamos si captaba el inicio de un canalillo en el escote. Un hombre que veía en cada hembra una diosa que conquistar. Los de ahora están saturados de tetas, coños, piercings y tatuajes. Y la testosterona se va por el sumidero de la cerveza, el fútbol y tanta hembra solicitando sus atenciones. Pocos hombres para tanta loba. Así nos va.





Siempre me he preguntado si serían reales aquellos hombres, los de antaño, los que yo no he conocido. Mira que eran feos y cómo se esforzaban en la conquista. Imagino que tanta represión sexual fomentada por el catolicismo más estricto hacía de ellos unos insaciables, al menos con la mente, y no como los de ahora, que mucha boquita y poca faena.

Cuando pienso en los hombres de antaño recuerdo las películas de José Luis López Vázquez o las de Alfredo Landa. Mira que representaban personajes paletos y feos, pero llenos de vigor sano y deseo carnal. No me salen de la cabeza aquellos arrumacos que el bigotudo de López Vázquez hacía arrimado a cualquier hembra mientras le decía con su soniquete típico “yo por usted hago lo que sea, LO QUE SEA”. Hombres que se tenían que esforzar por rendir a la dama, por seducirla y enamorarla. Vale que todo eso está muy anticuado y responde a una idea machista en la que la mujer es presa del hombre, pero no nos engañemos, ellas manejaban el cotarro y decidían con quien llegar a la cama o no. Y al menos ellos se esmeraban y con tanto acoso estaban pletóricos de potencia viril. También es cierto que eran muy jóvenes, en general, porque a los 35 años estaban todos casados y ésa ya es otra película, la de la apatía sexual de los casados, la apatía con sus señoras esposas, quiero decir, pero en fin, ese tema dará para otro dardo. Hoy en día, en cambio, se presupone que un hombre todavía tiene que estar potente y con espléndidas erecciones a  los sesenta o setenta y claro, las cosas no son así, no son así casi ni a los cuarenta. Y de ahí el hambre de las lobas.













Pero estos hombres de antaño, feos y salidos, no lo eran sólo por tierras celtíberas. He visto películas suecas de los años sesenta y, dios mío, eran terribles aquellos hombres inexpresivos y feos, pero que machotes, ja ja ja. Lo mismo puedo decir de algunos bigotudos mexicanos, por nombrar ejemplos del otro continente. ¿Qué ha pasado? Supongo que lo de siempre, que lo queremos todo. Y es imposible aunar aquellas fieras sexuales sin llevar adosada toda la mentalidad machista que hacía de las mujeres unas aburridas amas de casa en cuanto el macho las metía en casa con un anillo de oro en el dedo. ¿Y quién quiere eso en el siglo XXI? Nadie. Pero yo no puedo dejar de reírme al ver a López Vázquez decirle a la rubia "soy su admirador, su amigo, su esclavo,  su siervo”.


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